sábado, febrero 24, 2007

La Ruta de los Sueños XXII

Paseo familiar

De aquel Domingo me acuerdo bastante bien, aunque en los momentos en que los viví hubiese querido no haberlos vividos pues con la resaca que arrastraba me dolía todo el cuerpo, pero no estaba ahí para andar con lloriqueos y tenía que salir adelante en ese momento. A como diera lugar. Todo esto era así ya que ese día teníamos programado ir a visitar a mi nueva familia; primero nos dirigimos a la plaza principal, donde se encuentra el palacio de gobierno, ahí pude ver que ya nos esperaban. Después del saludo nos dirigimos a dar un paseo por la mencionada plaza; el señor de la familia me iba explicando casi todo lo que veía y por cualquier cosa que yo preguntaba. Nos paramos frente a la estatua de Otto I u Otto der Grosse (el grande) del cual me dijeron fue el primer rey de Alemania y tuvo su asiento en Magdeburg hace alrededor de mil años ya, es por eso que Magdeburg se pude considerar que fue la primera capital de Alemania, pero mucho antes de que Alemania existiera claro, lo cual puede resultar un poco raro y confuso para cualquiera que no le guste la historia. Bueno, ese es otro tema. Entonces me contaron algo que no olvidaré jamás y que me ha ayudado a entender porque el ambiente de la ciudad es como es. Resulta que esta ciudad fue el centro del movimiento protestante en la Guerra de los Treinta Años, cuando católicos y protestantes se disputaron el control de la ciudad. Dicen que aquí se llevaron a cabo las peores batallas, pues la ciudad había sido un importante bastión católico y terminó siendo centro del movimiento protestante. Dicen, demás, que en ese tiempo la ciudad fue destruida completamente durante una invasión que la dejo prácticamente en ruinas, razón por la cual se considero durante muchos años la Hiroshima de la antigüedad, hasta que llegó esa ciudad japonesa y le quitó el puesto. ¿Cuál será la próxima? Me pregunté. A partir de entonces comencé a comprender lo que ocurre en ella. Seguramente desde entonces arrastra su amargura que aún hoy se respira por las calles. Amén de los que le pasó en la segunda guerra mundial y lo cual poco a poco, conformé vaya descubriendo más cosas, iré describiendo. Después seguimos caminando por la plaza, viendo los puestos del mercado que ahí se encontraba, aprovechando la temporada navideña, con golosinas y artículos alusivos a la edad media, que es lo más folklórico que tienen en estas latitudes. Después pasamos por uno de los centros comerciales de la ciudad, el llamado Alle Center, que está en un edificio muy moderno y de cuatro pisos pero del cual he escuchado muchos comentarios de inconformidad, pues, hay quien piensa que es muy feo y rompe con el encanto de los edificios del centro, por su modernidad y frialdad. A mi no me parece tan mal, pero bueno, yo vengo de otra ciudad y de otra cultura, donde muchos quisiéramos tener aunque sea uno de esos desarrollos comerciales.

Por cierto, ahí tuve oportunidad de ver una exhibición fotográfica de los principales encantos y desarrollos de la ciudad; vi interesantes fotografías de la Zitadelle, del centro deportivo (que es una complejo enorme), del antiguo panteón de la ciudad (que se me antojó ir a visitar), de una planta de tratamiento de agua tan grande, que yo creí que era una planta nuclear. Poco después paramos a tomar un café, yo, además, pedí un helado con mousse, pero al servírmelo descubrí que no era mousse, sino que se trataba de una crema agria que no me gustó; los demás me la pidieron y se la comieron pues, según ellos, eso es lo mejor.
Después de eso se despidieron algunos, pero el despido fue extraño para mí, simplemente dijeron que ya se iban, se pararon y se fueron, no hubo beso entre las mujeres ni aún para con los padres; pero peor aún, ellos iban a otra ciudad en ese momento y se irían en el tren y ni aún así el despido fue emotivo. Que esperanzas, pensé, en mi país uno va y encamina a la personas y no le dice adiós hasta que van bien sentadas. En fin, el norte es frío y a ellos se les ha contagiado al carácter.
Después salimos y nos fuimos a visitar al tío “Bobcat”, así lo bauticé yo porque en realidad se llama Buckhard, pero el nombre me fue tan difícil de entender sin verlo escrito que yo mejor le dije “Bobcat” por muchos días; el y su familia viven, como casi toda la gente en Magdeburg, en un departamento.

El de ellos está cerca del centro por lo que nos fuimos caminando y llegamos en unos minutos. Entramos a su departamento y después de que nos presentaron ellos se sentaron a la mesa y estuvieron platicando algo en alemán mientras yo bailaba los ojos admirando aquella vivienda; me sorprendió ver tanto orden en ese lugar, aprecié con detenimiento cada detalle, todo estaba perfectamente ubicado. Parecía como si todo fuese nuevo y nunca hubiese sido usado. No había nada fuera de lugar, mucho menos muestras de polvo o algo percudido; recuerdo que tenía una iluminación tan sofisticada que lo hacía verse aún más exquisito, aunque para mi gusto estaba demasiado perfecto, hasta parecía ser el aparador de alguna tienda.
Después el tío “Bobcat” platicó conmigo en un inglés pausado, mejor dicho entrecortado pues tenía el muchos años de no usarlo, sin embargo, como todos los alemanes, no se inmutó y trató y trató sin preocuparse de decir barbaridades. Esa es una de las cualidades que yo admiro de esa gente, que sean tan aventados, que no se pongan ellos las limitaciones, que sus limitaciones sólo sean los obstáculos que les van saliendo en el camino y solamente mientras los vencen. Me contó que el tiene una pequeña compañía de venta de tubería industrial, que se llama MA Armaturen y que hasta cuenta con una página de Internet; como es mi costumbre yo encontré algo en común de que platicar y le conté que mi relación con las tuberías consistía en que anteriormente yo trabajé manejando retroexcavadoras y que al excavar, frecuentemente tenía que tener mucho cuidado con los tubos de agua o gas ya que era común que los operadores los rompieran. También recordé que en un tiempo trabajé en la construcción en los Estados Unidos y allá me tocó instalar uno o dos tubos de plomería. El tío “Bobcat” estaba encantado con la charla y además de la cerveza que ya tomaba me ofreció un schnaps, que es un trago espirituoso muy común en estas tierras. Yo lo disfruté, a pesar de que la resaca se mantenía aún rondando mis entrañas.
Luego pusieron una película en la que se ve la historia de Magdeburg de 1900 a 1990. De los primeros años sólo se veían fotos y, posteriormente, al llegar a los veintes, comenzaron a aparecer las primeras imágenes filmadas, luego se vieron los treintas y poco a poco las imágenes se iban haciendo más nítidas, más llenas de vida. Luego, cuando venía lo más interesante para mí, que eran los años cuarenta, algunos sugirieron que aquello estaba muy aburrido y que había que ver otra cosa, que debían de poner algo que fuera interesante. Yo no pude protestar pues sólo estaba de visita; entonces, pusieron un documental acerca de las inundaciones que azotaron la ribera del río Elba en 2002, cuando el río creció y se desbordó en algunas ciudades causando severas inundaciones, razón por la cual la gente se organizó y reforzaron el dique de la ciudad a fin de evitar una catástrofe. Gran labor sin duda pero que a mi me mantenía al borde del sueño pues bostezaba casi de forma permanente, mientras los demás veían atentos la epopeya.
Después de eso nos despedimos, salimos y caminamos un poco sobre una de las avenidas principales de Magdeburg, entonces me voy enterando, poco a poco como en los últimos días, de otra tragedia que le ocurrió a esta ciudad, según una placa que se encontraba en la fachada de un edificio, ahí empezó la reconstrucción de la ciudad en 1952, después de que fueran destruidos el setenta por ciento de sus edificios en la guerra. Antes los edificios de esa calle eran de estilo renacentista y, como aún hay dos o tres de ellos, me imaginó que se veía muy bonita antes de la guerra. Ahora ahí hay muchos edificios construidos durante la época socialista, de corte moderno, con grandes vidrios y paredes lisas, pero de especto demasiado gélido.

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