sábado, febrero 24, 2007

La Ruta de los Sueños XXIII

Museo y clase


Al siguiente día una de nuestras roommates me invitó a ir al museo junto con su amigo el geólogo y, cómo el me había caído muy bien, decidí acompañarlos. Abordamos para tal efecto un carro BMW, que aunque viejito, funciona de maravilla. Nos dirigimos al centro y, una vez que llegamos al museo y pagamos la entrada nos metimos al gran edifico que ocupa éste. Ahí se estaba exponiendo una colección muy importante acerca de los reyes Otto I, II y III, así como de otros personajes, como un tal Barbarosa, quienes fueron gobernantes de la ciudad y podría decirse de Alemania entre los años 1000 al 1300 aproximadamente, tiempo en que los alemanes trataron de dar continuidad al legado romano y crearon para ello el imperio romano-germánico; me dijeron que una de las razones por las cuales se le quiere mucho a Magdeburg es porque la ciudad tiene un lugar inmejorable en la historia alemana. Había, según pude leer un poco pues tenían explicaciones en inglés en la exposición, muchos documentos y cartas muy valiosos en los cuales se podía ver como se le daba el poder a los reyes, libros escritos en latín que narraban los acontecimientos de la época, bellas ilustraciones en cueros, madera y vidrio, así como muchos elementos eclesiásticos de la época y, en las reseñas, iban narrando como era la vida en aquellos tiempos.
A mí siempre me ha gustado la historia pero esta vez me pareció muy difícil entender pues casi todo estaba en alemán, además, los temas eran demasiado religiosos pues se hacía hincapié en la iglesia y su poder. Algo verdaderamente cansado para mí gusto. Me recuerda el disgusto que me dio al leer algunos diarios españoles, mismos que había comprado entusiasmado pensando que tal vez serían mejores que los mexicanos, sólo para encontrarme extensas columnas que hablaban del rey y de la iglesia. Profunda decepción.

A media semana fui a la clase del profesor Krauss, ahí mientras aprendía algunas palabras en alemán, recibí una verdadera cátedra de historia alemana que me fascinó y de no ser porque el maestro me dijo que ya nos teníamos que ir, seguramente hubiese seguido otra hora. El me contó entre otras cosas, que Alemania estaba dividida en dos por un río: el Main, que es el que yo había visto en Frankfurt, cuando llegué. Que ese río parte al país en dos: en norte y sur. Me dijo que por lo general la gente del norte es más alta y fría de carácter, en cambio, que los del sur, son más amigables. Me dijo que tanto en el extremo norte como en el sur, especialmente en Baviera donde además comen salchicha, la gente toma más cerveza, pero que en las inmediaciones del Main, es decir, en el centro, se toma mucho vino. Y que en las cercanías de Frankfurt era donde se producía el mejor vino de Alemania. Luego me platico que en Austria y en Suiza también se habla alemán, pero que es tan diferente que hay muchas palabras que no se entienden mutuamente. Lo más interesante me lo contó, en su alemán enriquecido con un poco de inglés, que a lo largo de la historia Alemania había sido el país por donde habían pasado todos los pueblos de Europa. Me dijo que por encontrarse en el centro del continente a este país le había tocado ver pasar a romanos, a mongoles, a rusos, ingleses y franceses, muchos de los cuales habían dejado hijos en estas tierras lo cual hacia que la raza fuera muy rica y variada, lo cual, en su opinión, era muy bueno para el país. Me dijo que aún con toda esa historia detrás luego vino un hombre −estaba hablando de Adolf Hitler− a decir que eso no era bueno… lo cual era tan falso como los resultados de prosperidad que prometía, ahora todos conocemos los resultados.
Cuando salí de la clase me fui mirando a la gente y si, me fue posible ver una gran variedad de cuerpos y de caras, de estaturas y colores, aunque todos sean blancos los hay de prácticamente todos sabores. De pelo negro y lacio con brillantes ojos azules, de pelo castaño y ojos cafés o color miel, de piel y pelo blancos, casi albinos, de piel tostada y ojos verdes, de pelo gris y ojos azul pálido. Altísimos algunos y bastante chaparros otros. Hay de todo, aunque en todos logró distinguir que son europeos, no me cabe duda que el maestro tiene razón.
Y para variar, ahora hay muchos turcos, vietnamitas, chinos, árabes y latinos que han llegado últimamente. Me recuerda un poco a los Estados Unidos y aunque parece que estoy bastante lejos de Norteamérica, creo que los polos opuestos siempre tienen algo en común.

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