viernes, febrero 16, 2007

La Ruta de los Sueños XX

Der Fuerwache y las clases de arte
La primera vez que fui a la Fuerwache fue en noviembre del año pasado, era un día en que había ido a cambiar dólares por euros y, de regreso, me encontré con Andrea con quien me habia quedado de ver para ir a la clase. Ella era mi roommate y también acudía a las lecciones de dibujo en la Fuerwache; para mi era importante ir con ella ya que haría de mi traductora: el maestro no hablaba inglés y ni alemán estaba en pañales. Como aún era temprano, nos metimos al “Palazzo”, yo me tomé un café y ella un helado, platicamos un rato. Ella también se fumó un cigarro y me contó cosas de su natal Baviera.

Cuando ya era hora nos salimos y abordamos el tren de la ciudad y nos bajamos en Ambrossius Platz.


Enfrente de la preciosa iglesia de San Ambrosio se encontraba el edificio al que nos dirigíamos, que en el pasado fue una estación de bomberos, eso significa su nombre, como a los tragahumos les construyeron una estación moderna, éste lugar se lo dedicaron a las artes. Ahí enseñan diversas cosas: hay lecciones de baile, de computación, de música y artes visuales.

Nosotros nos dirigíamos a esta última y, para ello, subimos al segundo piso de ese pequeño edificio que afuera dice “Fuerwache”.

Al entrar a uno de los salones descubrí que ahí se encontraban aproximadamente diez personas, todas listas para comenzar a trabajar. Mientras me fui presentando fui descubriendo que el lugar ese consistía en un salón con mesas alineadas, como si fueran piezas de un juego de domino y las personas que ahí estaban y las que seguían llegando tenían el ánimo de trabajar en sus pinturas, dibujos y grabados. Cada quien haciendo algo diferente. Todos se veían muy amables y casi todos eran personas adultas. Entre ellos había un hombre que hablaba inglés fluidamente y que me contó cosas interesantes, de las cuales más adelante hablaré. Ya me tenían listo un caballete con papel para acrílico que era lo que se suponía que iba a trabajar, el maestro, de nombre Peter, me preguntó por medio de Andrea, acerca de que era lo que sabía hacer. Entonces le mostré mis dibujos y dijo que estaban muy bien. Me preguntó si sabía algo de pintura y colores y le dije que no, que sólo a lápiz y a carbón. Entonces decidió ponernos a dibujar con lápiz y nos trajo de modelo una calabaza, nos preguntó si estaba difícil y luego nos dejó dibujándola.

El es un hombre delgado, de entre cincuenta o sesenta años, con pelo color blanco, como una hoja de papel, razón por la cual su piel se ve oscura, aunque es en realidad blanco. No es muy alto y tiene el pelo lacio, con corte del tipo que conozco como escolar. Andrea y yo avanzamos en nuestros dibujos y pasados como cuarenta minutos vino a mirarnos; vio los dibujos y dijo en alemán tantas cosas que yo me sentí extraviado, oía que decía algo respecto a la perspectiva. Con las tres palabras en inglés que se sabía dijo señalando al dibujo de Andrea: Good! Y luego, señalando al mio: No good! Yo tragué saliva; me sentía inútil sin poder decir palabra alguna pues −aunque lo hiciera− de nada serviría pues no me iba a entender. En ese país como en cualquier otro donde uno no domine el idioma, bien lo pueden a uno destrozar y ni siquiera se tiene la oportunidad de defenderse. Sí antes me sentía vulnerable aquí me sentía como si fuese una carnada. Entonces decidí observar y oír, identificar todas las palabras que me fueran posibles. Cuando terminó Andrea me dijo, que el maestro había dicho, que las sombras eran lo último que debería de hacer: ¡Que coraje! ¡Eso ya lo sabía y lo olvidé! Y luego me dijo que debía trabajar más con la perspectiva, otra cosa que también ya sabía pero de forma empírica, no como el me la explicó pues, el maestro, tomó una hoja y dibujó una perspectiva en la cual me explicó como debían ir las líneas que vienen acercándose y como las que se van fugando. Me explicó también que al principio de un dibujo se deben de usar lápices duros y que al final los blandos. Lo cual debe ser porque al principio un lápiz duro permite que vayamos trabajando con líneas tenues y cuando ya está el dibujo bien dimensionado, entonces se aplica el lápiz blando. De esa manera se evitan errores y manchones entre trazos.

Finalmente la clase terminó y yo no alcancé a terminar mi dibujo ahí, me lo llevé a casa para hacerlo de ejercicio y a la siguiente clase presentarlo.

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