miércoles, noviembre 29, 2006

La ruta de los Sueños II

Vuelo trasatlántico

Después de abordar y tomar cada quien su asiento el avión comenzó a moverse y, como si fuésemos en una carreola, fuimos llevados a la pista para despegar. Ahí el avión se transformó en un potente Boeing 747 y comenzó su carrera hacia el cielo, elevándose hábilmente hasta que hizo que por la ventanilla la ciudad de Los Angeles cupiera entre mis dedos.
Ya había caído la noche y nos informaron que el avión volaría hacia el noreste, atravesando los Estados Unidos y después se internaría en el espacio aéreo de Canadá y después en Greonlandia, adentrándose posteriormente en el atlántico. Según el piloto, volaríamos sobre Islandia al amanecer y después de un rato sobre Inglaterra, pero ya era tan tarde y yo había tenido días tan pesados que caí dormido y no puede terminar de escuchar todo el plan de vuelo, ni por donde más pasaríamos antes de llegar a nuestro destino. Poco después, un joven Indio que viajaba a mi lado me despertó para que cenara pues ya había pedido por mí. Le agradecí el gesto y le expliqué que de no haber sido por el me habría perdido la cena. El platillo que nos sirvieron era una cosa rarísima que no sé como describir, parecía más bien comida para astronautas que para turistas de avión. Mi compañero de asiento me explicó que esto era una especie de comida hindú, me había pedido eso porque era lo mismo que el comería. Lo comí con precaución, tanteando para no enfermarme pues no quería padecer de diarrea en aquellas circunstancias; la idea de un chorrillo trasatlántico me aterraba.
Afortunadamente no pasó a mayores y al amanecer nuestro avión volaba sobre Islandia. Grandes montañas negras con forma de archipiélago se miraban al fondo y después, poco a poco, se fueron perdiendo entre nubes cada vez más espesas hasta que se perdió completamente cualquier rastro de tierra entre capas de nubes que terminaron por envolver el avión en una cobija blanca que no dejaba ver más que las alas. Una horas más tarde sirvieron el desayuno, esta vez estuve atento para pedir algo no tan extraño y logré conseguir un omellette. Al terminar descubrí que estábamos volando sobre tierra y poco después el capitán informó que pasábamos sobre Inglaterra y que luego sobrevolaríamos el espacio aéreo Holandés. Nunca había estado en tantos países antes de este viaje, lo malo es que desde el avión no se siente nada especial.


Frankfurt ahora estaba a doscientas millas de distancia y nos acercábamos a más de una milla por minuto; sobre Alemania se ven muchas nubes y de cuando en cuando se puede ver más abajo. Ríos y lagos es lo que más logro ver. Pronto me di cuenta que ya estábamos bajando.


Desde el aire Frankfurt se ve verde con ligeros tonos otoñales, con un río que serpentea por toda la ciudad. Desde las alturas también se puede ve el orden allá abajo y muchos, muchos techos rojos.

No hay comentarios.: