miércoles, noviembre 08, 2006



Yo fui un 0-24
La situación de inseguridad que se vive en Tijuana es alarmante. Secuestros, levantotes, asesinatos, ajusticiamientos y cosas de esas son comunes en estos días. Los que se dedican al crimen ya lo hacen en cualquier lugar y a cualquier hora. Hasta los que no viven de las mafias, al ver que no hay autoridad, también se animan a cometer algunos delitos. Hace unos días miré una foto en el periódico Frontera, en ella se apreciaban algunos de los mandos de la policía de Municipal. Algunas caras conocidas que me hicieron recordar ciertas cosas.

Hace algunos años, cuando cursaba la carrera leyes en la Universidad, tuve la brillante idea de buscar trabajo en algo relacionado con ésta. La búsqueda inicio por medio de mis amigos y, para mi buena suerte, uno de ellos trabajaba en el Ayuntamiento de la Ciudad de Tijuana. Específicamente en la Secretaría de Seguridad Pública Municipal. Este buen amigo me consiguió una entrevista y acudí a ella gustoso. La entrevista fue en la calle 8, en el segundo piso del entonces edificio de la Secretaria y, aunque no me dijeron nada concreto, después de una semana me llamaron. Me dijeron que había una plaza disponible en la delegación de La Mesa. Por esos días falleció mi abuelo materno, no me pude presentar de inmediato pero pasados unos días lo hice. Me dieron un papelito y me indicaron donde y con quien debía acudir. Las oficinas de esta delegación se encontraban en la avenida Los Charros, a unos metros de la Penitenciaria del Estado. Mi nuevo jefe me entrevistó y ese mismo día comencé a trabajar. Pronto me desenvolví ese nuevo oficio. Mi trabajo consistía en ser 0-24, es decir, auxiliar administrativo: empleado de barandilla. Ahí hacia reportes de todo tipo. El parte diario de policía, los roles de servicio, de vacaciones, las solicitudes de estos, los reportes de novedades, de accidentes, de patrullas averiadas, etc, etc…para un estudiante de cuarto semestre era un trabajo adecuado.
A los pocos días de estar trabajando ahí me di cuenta de que aquello debería de ser temporal pues las cosas que estaba viendo no me auguraban llegar a lo que yo buscaba ser en un futuro. La primera decepción la tuve cuando descubrí que la gran mayoría de mis colegas eran personas que no se preocupaban mucho por su trabajo. Sólo cumplían para que les llegara su cheque. No más. Tenían comportamientos extraños, buscando hacer “paros” y ganar favores. Las oficinas en que me tocó laborar estaban en estado deplorable: sucias y mal organizadas. Nadie las respetaba. Era común encontrar comida abandonada en los cajones y vasos con bebidas por doquier. Sí, era una estación de policía y a veces había emergencias que atender y se debía reaccionar rápido, pero, a veces es a veces, no siempre. Después de un tiempo, tras cada día que pasaba laborando en esa corporación me desesperaba más la situación. Para mí era triste ver como los oficiales acostumbraban a tratar a los ciudadanos. Era frecuente saber de las extorsiones y de las transas que se aventaban. No se que tantas cosas harían lejos de las oficinas. Seguro muchas peores pues diariamente había dinero para el jefe. Las cosas funcionaban así: el Comandante del Sector tenía a su cargo un número X de patrullas y puestos fijos a vigilar. Algunas de las unidades que utilizaban eran nuevas, otras estaban en regular estado y otras eran unas carcachas. Ahí había un acuerdo tácito, del que nadie hablaba, pero en el que todos procuraban participar. Al final de cada turno los oficiales le daban, sin que nadie dijera una palabra al respecto, unos billetes enrollados al comandante; nadie sabía tampoco cuanto era, sólo el que los entregaba y el que los recibía. Al siguiente turno, el comandante hacia repartición de unidades y de áreas a vigilar. Los oficiales que comúnmente daban más eran los que usarían las unidades más nuevas y enviados a las zonas más redituables. Los demás, siguiendo ese sui géneris escalafón, eran enviados a las unidades más viejas y a los puntos fijos. En estos últimos por lo general eran enviados aquellos que estaban castigados o que, por su comportamiento, eran los más idiotas. Eso se veía. Al final lo que se percibía era que el esfuerzo de los oficiales estaba encaminado en primer lugar a ocupar los primeros lugares del grupo en cuanto a dinero recolectado y, mucho después, en mantener el orden. Cada reporte que atender lo veían como una oportunidad de hacer dinero. A los 0-24’s nos trataban de ganar trayéndonos de comer, cafés, sodas. La mayoría era feliz con eso pues los raquíticos sueldos que teníamos nos impedían comprar comidas en la calle con facilidad, sobre todo en los últimos días de la quincenas. También por eso gran parte del cuerpo de 0-24’s estaba conformado por simpáticos gorditos que no veían ningún mal comportamiento en los policías y si lo hacían, seguro se ganaban una cena.
Por lo que sé, ese sector era de los mejores, pues según me contaron, en otros sectores había comandantes que obligaban a los policías a traer cierta cantidad por turno, lo que explicaba porque algunos oficiales tenían que andar preocupados por hacer dinero para la cuota porque si no, seguro en el próximo turno los mandaban a realizar su recorrido a pie y armados con un silbato.
No creo que la situación comentada sea la causante de la inseguridad que impera en la ciudad pero no hace falta imaginar mucho. Con una policía trabajando de esa forma cualquier otro ingrediente en las condiciones de operación provocará efectos apocalípticos en la seguridad pública. Además, si la policía llevaba años trabajando así, que se puede esperar de un cuerpo policiaco donde no existen valores éticos ni de moral, sólo el del dinero. Creo que es lógico que se hagan delincuentes. A mí me dejaron una gran experiencia los meses que laboré para esa “H.” corporación. En principio aprendí que hay que cuidarse de los policías y también que cuando a uno le incomoda algo lo mejor es dedicarse a otra cosa.

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