lunes, noviembre 06, 2006

Rosarito Real 7: La útima parte

Hace algunos días hice aquí un ejercicio al cual titulé Rosarito Real, en los seís capítulos anteriores describí algunos problemas de nuestra comunidad de los cuales no nos damos cuenta y cuando lo hacemos, hacemos como que no existen. O tal vez son tan comunes que simplemente no los vemos. Hubiese querido hacer más ejercicios de estos, ya que hay mucha tela de donde cortar. Durante mis recorridos en bicicleta por las colonias populares de Rosarito me percate de algunas otras peculiaridades que no tuve tiempo de documentar. Ví, entre otras cosas, grúas que sirven al Municipio violar todas las reglas de tránsito habidas y por haber, actuando como si fuesen a atender alguna emergencia. ¿Acaso las gruas salvan a alguien alguna vez? Tal vez a veces, creo que rara vez, pero ver a los conductores bajarse de la carretera sólo para estacionarse después de pasarse todos los altos del pueblo con las sirenas encendidas es para desconcertar a cualquiera. También ví como el problema de los adictos al cristal (metanfetaminas) crece día con día y hay colonias en que prácticamente todas las trailas o casas moviles han sido saqueadas por los drogadictos a fin de vender el aluminio que arrancan de las paredes y poder así obtener unos pesos para comprar su próxima dosis. En fin, la lista es larga pero ya no estoy ahí y el proyecto quedará pendiente...Ahora diré lo último que pensé acerca de Rosarito y que aún estándo lejos perdura en mi mente.



A pesar de todo lo documentado, Rosarito tiene muchas más cosas buenas que malas. No me cabe duda de que hay muchas cosas por mejorar, pero también hay muchas cosas que disfrutar y que, desafortunadamente, muchas personas no aprovechamos. Seguramente porque no sabemos lo que tenemos, pero de que hay, hay. En primer lugar el clima es una de las cosas de las que podemos disfrutar casi todo el año. Nunca hay calores extremos ni fríos congelantes. Si nos quejamos es porque no sabemos lo que hay más allá.

El mar está ahí, esperando que saquemos provecho de él, pocos saben aprovecharlo. La mayoría preferimos comprar de vez en cuando un cóctel que buscar mariscos en la costa. Conozco pocos a quienes les guste ir a pescar. Las islas Coronado están enfrente y son pocos los que han ido ahí. Los caminos son pocos usados para andar en bicicleta o para caminar por las tardes. Más bien lucen llenos de basura, como si no existiesemos personas que los pudieran limpiar. Hay, además, muchos caballos en Rosarito y hasta dicen que son parte de su historia. Sólo los dueños o los turistas los usan, la demás población está privada de este placer por voluntad propia. En el sur de Rosarito, como excepción en cientos de kilómetros a la redonda, se encuentran unas dunas de arenas en las que se puede pasear en moto, hacer caminatas, tomar fotografías o muchas cosas más. Hay muchas playas y casi todas accesibles. La carretera, tan familiar para nosotros, tiene paisajes que otros desde lejos vienen a capturar en sus cámaras.


En los arroyos hay ranchos con albercas que necesitan usuarios. Hay ranchitos que descubrir y montañas que nunca hemos subido. Rosarito es un pequeño gran tesoro que necesita que cuidemos pero, sobre todo, que descubramos y así saber lo que tenemos.










Porque nadie sabe lo que tiene y yo soy la mejor prueba de eso.

1 comentario:

Claudia X dijo...

Snif! MI rancho es re bonito.