sábado, enero 27, 2007

La Ruta de los Sueños XVII, parte 3

Zillertal: Día 4

Al siguiente día salimos según lo planeado y poco después nos encontrábamos viendo a muchas personas bajando la montaña por la misma ruta que nosotros queríamos seguir.

Pero antes bajamos la montaña por la otra cara de esta, una pendiente también roja que resultó más o menos díficil pero que con el frío que estaba haciendo y el fuerte viento que corría se hizo más emocionante, desde allá subimos de nuevo a la cima, ahora en canastillas y emprendimos nuestro viaje de regreso, pero hacerlo desde los 3200 metros de altura seguramente nos llevaría todo el día así que teníamos que avanzar cuanto antes; bajamos por una pista muy ancha al principio, en la cual pudimos dejar ir los esquíes a la velocidad que ellos quisiesen alcanzar, luego la pista fue encogiéndose de tamaño hasta que se convirtió en un pequeño camino en el cual había que irse cuidando de no salirse de el e ir a dar al precipicio que nos quedaba a la izquierda. El tramo era largo y terminó frente a un restaurante que increíblemente se encuentra entre aquellos riscos, a más de 2600 metros sobre el nivel del mar.
Ahí comimos una sopa austriaca deliciosa, que aunque se me antojaría describirla no se decir de que era, pero estaba hecha con abundante carne y muy bien sazonada, además, bebí una especie de jugo de manzana con gas, que más bien parecía champaña para niños, pero rico también.
Luego de reposar un momento los sagrados alimentos vino lo bueno, comenzamos a bajar la montaña y nos encontramos una pista verdaderamente roja, la cual titubeamos en iniciar a descender, eso a mí me desconcentró y me costó una caída, pero lo más sorprendente fue que me gustó, haberme sentido patas arriba en la pendiente que era más hielo que nieve, perdiendo los esquís y rebotando sin control me agradó, sentí que la adrenalina corría por mi cuerpo y eso me encendió; como resorte, tan pronto como pude me incorporé, buscando entonces donde quedaba la punta de la montaña pues con tanta vuelta no sabía bien a donde había quedado el piso y el cielo, ¡ni tampoco los esquíes! Tuve que caminar para alcanzarlos pues se me habían adelantado algunos metros; tan pronto estuve listo me lancé de nuevo cuesta abajo, completamente en éxtasis por la emoción del riesgo de caer o ganarle a la colina. Entonces bajé y bajé cientos de metros y lo hice sin problemas, disfrutando mucho aquel reto de bajar sin caer de nuevo, de hecho tuve que esperar largo rato a Jeannette quien si tenía dificultades con el hielo y lucía bastante nerviosa e indecisa de continuar. Bajamos y hasta un punto en que había un gran descanso, entonces tomamos otra pequeña pendiente pero al terminar aquel recorrido Jeannette decidió que ya era suficiente para ella y decidió irse a tomar una café. Yo no quise hacer semejante locura teniendo en frente tres pistas azules en las cuales podía practicar todo lo aprendido.

Seguí solo entonces, subiendo y bajando la colina, mientras Jeannette se tomaba un café en un lugar que quedaba junto al descanso, al pie de la colina. Cuando yo bajaba por tercera vez la pista sucedió algo inesperado, un helicóptero apareció sobre mi cabeza y aterrizó unos metros arriba, cerca de la pista que yo estaba usando; había que averiguar que estaba pasando así que hacia hacía allá me dirigí y grabé el rescate de un esquiador que sufrió un accidente al salirse de la pista. Después de unos minutos de atención, los tripulantes de la aeronave subieron a la persona herida a una camilla y después al helicóptero, el cual despegó y se fue a toda velocidad por donde había venido, de inmediato me fui a contarle a Jeannette todo lo que había visto y a enseñarle la grabación que se convirtió entonces en una especie de reporte que quedó para el recuerdo.
Algo está pasando:

El rescate:

Después supe que la persona accidentada no sufrió graves daños pero de cualquier manera tendría que pagar por el rescate ya que el accidente fue su responsabilidad por salirse de la pista y no creo que sea barato traer un helicóptero a la montaña.

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