jueves, enero 18, 2007

La Ruta de los Sueños XVII, parte 1


En busca de la nieve: vacaciones en Zillertal

Habíamos estado mucho tiempo esperando el momento de poder volver a ir a esquiar juntos y por fin se había llegado; los preparativos comenzaron hacía mucho tiempo, desde que comenzamos a planear estas vacaciones e iniciamos a conseguir todo lo que sería necesario para realizar esa aventura: pantalones para nieve, chamarras impermeables y térmicas, bufandas y guantes, elegir el destino entre Italia, República Checa y Austria, conseguir un carro que llegara y, finalmente, la comida que traeríamos para poder ahorrar lo más que se pudiese, pues, de poco en poco, ya habíamos invertido buena parte de nuestro capital en este sueño de ir a esquiar. El día elegido para realizar nuestro viaje había llegado así que llenamos el tanque y partimos rumbo al sur, primero rumbo a Halle y después cambiamos de ruta para seguir hacia Dresden, el día era agradable y yo manejaba, el tráfico era ligero, todo iba bien; cuando nos aproximamos a Dresden cambiamos la ruta nuevamente y seguimos rumbo a Munich, ya que antes de irnos a meter entre los Alpes queríamos pasar a saludar a una de nuestras roomates quien vive en las cercanías de Regensburg, una ciudad situada en el Estado Federado de Baviera Bayern en alemán.
Alemania es uno de los países más desarrollados del mundo y sus carreteras son la mejor muestra de ello, además de que se encuentran en muy buen estado y son de muy alta calidad, también cuentan con la mejor plataforma de servicios para el camino: señalamientos, limpieza, sanitarios, indicadores de distancia, protección y vallas de seguridad, muros para evitar que el ruido se vaya a las ciudades y lo que a mi me pareció mejor, libertad para ir a la velocidad que los automovilistas deseen, pues a excepción de algunas zonas donde los señalamientos indican que hay que disminuir la velocidad, en la mayor parte de las autopistas no hay límite de velocidad y tan pronto pasa uno las zonas restringidas para cierta velocidad se pueden leer señalamientos donde se indica que termina esa zona y en adelante no hay límite. Por ese motivo frecuentemente se pueden ver autos que viajan a velocidades increíbles e imposibles en cualquier otro lado; nosotros viajábamos a 160 kilómetros por hora en promedio y a esa velocidad éramos alcanzados por autos que tal vez doblaban nuestra velocidad ¡Claro! Esto sólo es posible debido a que por las carreteras alemanas circulan infinidad de autos de alto rendimiento y son comunes marcas como Audi, Volvo, BMW, Mercedes, Skoda y Oppel, entre otras, pero son las anteriores las que fabrican los autos más veloces que corren por estas carreteras en donde se pueden ver desde los modelos más avanzados y veloces hasta los más económicos y compactos que se pueda uno imaginar.

Después de cuatro horas de camino pasamos por Schwarsenfeld, una pequeña población cercana a Regensburg, en Baviera, donde vive la familia de Andrea, nuestra roommate en Magdeburg y quien es de ese lugar, ahí viven sus padres y nos habían invitado a pasar a conocerlos. Desafortunadamente los padres de ella andaban ocupados y preocupados por un problema con la salud del abuelo, a quien le había dado una ataque al corazón ese mismo día, así que fuimos discretos y sólo aceptamos una taza de café y un pedazo de pastel de chocolate muy delicioso que había preparado la señora, una persona muy hogareña y que por la manera en que tiene arreglada su casa me recordó a la casas mexicanas, con crucifijos y muchos adornos. Por la prisa que teníamos en llegar a Austria antes de que fuera muy tarde y por la situación que en esa casa se vivía decidimos irnos pronto pero quedamos en llegar el próximo fin de semana, a nuestro regreso de nuestras vacaciones, para conocer la ciudad de Regensburg y sus alrededores. Entonces nos despedimos y emprendimos nuestro recorrido rumbo al sur, a través de la preciosa tierra de Baviera, una zona muy bonita compuesta de montes y valles llenos de pinos y cultivos, con pueblos que podría decirse son similares a los del norte alemán pero que gracias a su geografía de altiplanos lucen más bellos y, sobre todo, interesantes.
A Munich München en alemán no llegamos, sino que la rodeamos y de esa ciudad sólo pudimos ver el estadio del Bayern Munich, que aunque luce muy moderno a mi no me pareció tan bello como me lo imaginaba, una enorme cubierta en forma de panal no le daba mucha personalidad que digamos. Poco después cambiamos de chofer y yo pasé a ser el copiloto, entonces la carretera comenzó a subir y subir y subir y tan pronto entramos a Austria comenzamos a ver los Alpes, impresionantes montañas nevadas por donde se fue introduciendo la carretera, ganando distancia de Alemania y sobre el nivel del mar. Yo no me di cuenta exactamente en que momento entramos a Austria, pues la carretera y los señalamientos lucían exactamente igual que en Alemania, hasta las placas de los autos me parecían similares pero Jeannette quien si sabe de esto me dijo que en Austria las carreteras no tienen fantasmas a los lados esos postecitos que están al lado de la carretera y que sirven para medir la distancia entre los vehículos ya que como comúnmente nieva mucho, quedan sepultados por la nieve, pero ese no es el problema, el problema es que la persona que limpia las carreteras con un camión de trascavo no los puede ver y se los lleva, por ese motivo los austriacos pintan unos cuadros al lado de la carreteras, esos son sus fantasmas y esa es la principal diferencia visible entre Austria y Alemania vistas desde la carretera.
Cuando llegamos al pueblo de Zell, que era nuestro destino en el valle de Zillertal, la noche estaba completamente oscura y nosotros nos encontrábamos a 706 kilómetros de distancia de Magdeburg de donde salimos en la mañana, se alcanzaban a apreciar grandes montañas a los lados pero no sería hasta el amanecer cuando nos daríamos cuenta de su inmenso tamaño y de la gran cantidad nieve que las cubría, por lo pronto lo mejor era guarecernos del frío que se sentía demasiado intenso para nuestro gusto, especialmente para el mío.
Zillertal: Días 1 al 3
Por fin, mi primer día esquiando en Europa y el tercero en toda mi vida; aunque fue un buen día no puedo decir que me fue tan bien como hubiera querido, al iniciar por la mañana sentí miedo y no recordaba todo lo que había aprendido antes, me caí terriblemente y hasta me salí de la pista y por poco voy a dar entre los árboles, tuve que volver a iniciar desde el principio, aunque me sentía seguro yendo rápido no tenía control para ir despacio pues en esquíes se necesita más control para ir bajando la montaña despacio que rápido pero si se pone uno a bajarla rápido y no se sabe bajar despacio entonces no se tiene control sobre lo que se hace, por eso se debe bajar despacio primero y luego, al tener más control se puede ir subiendo la velocidad. De otra manera se expone uno a un accidente y sobre todo se expone la seguridad de los demás, aunque nunca falta quien rompa la regla.

La zona de descenso a la que fuimos es una zona llamada Zillertal Arena y es una de las muchas zonas de descenso que rodean el valle de Zillertal; para llegar arriba hay que tomar unas cabinas que cuelgan de unos teleféricos enormes y larguísimos, y que lo llevan a uno desde el valle que está a ochocientos metros sobre el nivel del mar hasta los mil setecientos que tiene la parte media de la montaña que fue a donde nosotros nos dirigimos ese día, un ascenso que sin duda impresiona a cualquiera y que va dejando al descubierto las blancas crestas de las montañas y una vista sobre el valle de lado a lado que hace ver a las casas como meros puntitos en el fondo de lo que uno alcanza a ver.

Lo que a mi más me impresionó fue aquel sistema de transporte completamente automatizado y de una eficiencia absoluta, de otra forma no podría ser, subir a cientos de personas a esas alturas y sobre esas montañas tan escarpadas no permite que se hagan las cosas con tibieza, sin duda alguna. Por la tarde regresamos muy cansados pero con muchas más ganas de saber que es lo que pasaría al día siguiente, de eso que ni duda quede.



Había pasado ya media semana entre las montañas y el panorama se veía mucho mejor, ya me sentía cómodo y capaz al ir esquiando al grado que, en algunos lugares, era ya más rápido que la propia Jeannette, mi maestra, ella tiene problemas para esquiar sobre el hielo o sobre partes muy inclinadas, por ejemplo, y yo, con lo poco que sé sobre esquíes, considero que ella maneja con demasiada seguridad y no se arriesga a ir un poco libre, conduce con mucha tensión, por eso no puede manejar sobre superficies difíciles y de eso me doy cuenta hasta yo.


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