domingo, enero 21, 2007

La Ruta de los Sueños XVII, parte 2

Zillertal: Día 3

Después de tres días de practica y de bajar mi primer pista roja (Debo aclarar que las pistas para esquiar se clasifican de la siguiente forma: Babylift, Azul (principiantes), Rojas (intermedios) y Negras (avanzados)) me sentía preparado para cualquier cosa, por eso, al tercer día, a la una de la tarde, bajamos de Zillertal Arena y nos fuimos decididos a ir al glaciar que se encuentra en Hintertux, un pueblito situado al final del valle y que es donde están las montañas más altas de Zillertal.
Para llegar allá tuvimos que pasar por los pueblos de Mayrhofen, Innerberg, Tux y finalmente, Hintertux, donde se encuentra una inmensa pared de roca, pinos y nieve, ahí tuvimos que tomar una cabina que nos llevaría sobre el teleférico hacia el glaciar, del cual sólo se podían ver las crestas de las montañas en que está, un lugar a 3200 metros de altura sobre el nivel del mar y que está permanentemente congelado y lleno de nieve, la cual escurre hacia el valle como en un río de hielo.

Mientras subíamos fuimos descubriendo paisajes ásperos, de peñascos y riscos que surgían de entre la nieve, la cual cada vez aparecía en mayores y mayores cantidades. Cuando llegamos a la cima me di cuenta de que definitivamente nunca había visto tanta blancura en toda mi vida y tampoco nunca había visto un blanco tan intenso, aquello era intensamente deslumbrante y no había espuma de mar, vaso de leche ni pasta de dientes alguna que se le pudiese comparar o que sirviese para describir ese color, el blanco de los Alpes es el blanco absoluto.

El viento soplaba pero no era tan agudo, en verdad yo no sentía frío alguno, creo que era por la emoción de estar ahí y presenciar aquel intenso panorama.
Este viaje a Europa me tenía cada vez más sorprendido, nunca en mi vida había estado en tantos lugares por primera vez y ahora no sólo me encontraba en Austria y en los Alpes, sino que además me encontraba a más de 3000 metros de altura y de pie sobre la tierra, una altura a la que nunca me había encontrado antes en ningún lugar. La vez que más cerca estuve de ella fue en San Pedro Mártir en Baja California y sólo llegué entonces a los 2800 metros sobre el mar, entonces acaricié los 3000 metros y me había quedado con las ganas de llegar, afortunadamente se me concedió.
Después de curiosear el panorama por unos minutos tomamos nuestra primera vertical y empezamos a descender, algo que fue agradable y sin problemas, aunque no sin precauciones ya que era algo inclinada; entusiasmados subimos al otro lado de la montaña y desde allá hicimos otro descenso, este fue más fácil pues la montaña era más extendida y bajaba poco a poco. Avanzamos hacia abajo y para entonces ya caía la tarde así que decidimos regresar a Zell, tomamos el teleférico y decidimos que regresaríamos al día siguiente desde temprano.

Más tarde salimos a caminar por Zell, el pueblito del Tirol donde nos encontrábamos hospedados, fuimos a cenar a un restaurante y saludamos a todo mundo con un Gruss Got algo así como: Salúdame a Dios o Dios te saluda, una tradición que tienen aquí porque Austria es un país donde el catolicismo es fuerte y pujante, con un 99% de la población fieles a esa religión.
Por eso en cada esquina puede uno ver imágenes de cristos y santos y toparse con capillas e iglesias en cada esquina, pareciese como si todo mundo quisiese estar bajo los ojos de Dios en todo momento; además, son tan conservadores que para nadie es un secreto que los austriacos tienen aspiraciones casi monárquicas, razón por la cual muchos alemanes no los tragan y los califican de “cafes”, por no decirles fascistas.

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