martes, enero 02, 2007

La Ruta de los Sueños XIV




Burg Lohra

Finalmente, después de poco más de una hora y media de camino llegamos a nuestro destino, que es un viejo castillo medieval que esta siendo restaurado por la UNESCO, el nombre del lugar es Burg Lohra, el cual se encuentra sobre una loma desde la cual se puede divisar toda el valle, para llegar tuvimos que tomar un pequeño camino que sube por entre un bosque y tomar una brecha de terracería que en esos momentos estaba cubierta de nieve. Al llegar sentimos que el aire era frío, más bien gélido, así que nos apresuramos a instalarnos en una pequeña cabaña que sería nuestro hogar por cuatro días.
La cabañita es muy vieja pero cuenta con electricidad, regadera con agua caliente y calefacción, sin embargo, para mantener la tradición contamos con una pequeña chimenea metálica que funciona con leña y para aquellos que prefieran la comodidad de la electricidad aquí han instalado una aparato que los hará pensar dos veces antes de encender el aparato: el calefactor está conectado a un medidor independiente que tiene un cronómetro para medir el tiempo que el aparato se mantiene encendido y por el cual se deberá de pagar a razón de un euro por cada hora de uso; así las cosas y viendo que ocuparemos mantener el cuarto caliente de día y de noche y que vamos a estar aquí cuatro días y que por otro lado la leña es gratuita, sólo hay que irla a traer del cobertizo, optamos por la segunda opción, a fin de cuentas es más romántico.



Al día siguiente amanecimos tan calientitos que nos costó mucho poder levantarnos y cuando lo hicimos fue porque ya el hambre era más fuerte que el frío.



Después desayunamos con otras personas que también pasaran aquí el año nuevo, ellos platicaron mucho y yo les escuché aunque no puedo decir que les entendí muy bien. Después, a partir de medio día fuimos a Nordhausen, que es la ciudad más cercana y está alrededor de veinte kilómetros del castillo, la razón fue para ir a nadar un rato en aguas tibias, que con el frío que hacía entonces, resultaron toda una delicia. Las albercas, tal como lo imaginaba, cuentan con unas instalaciones de primer mundo, con tres albercas grandes y un chapoteadero para los niños; una de esas albercas tiene alrededor de veinticinco metros de largo y es la que usan los nadadores más experimentados, con carriles y unos dos metros diez centímetros de profundidad, otra alberca es para divertirse, con un tobogán largo y oscuro en su interior, un área al aire libre donde en esos momentos el agua se evaporaba debido al frío que hacía en el exterior, con un canal donde el agua fluía con fuerza y unas regaderas de agua a presión, así como una zona de masajes con chorros de agua que no son jacuzzis ya que de esos tienen dos para cuatro personas cada uno y se encuentran al fondo de la otra piscina que es una antigua construcción, aproximadamente de los años treinta, con pequeñas muestras de Art Deco en ella, en donde el agua esta más caliente y nadan principalmente personas mayores y parejas con sus niños. También tiene una zona de spa, pero para entrar ahí había que pagar una cantidad extra y por lo apretado de mí presupuesto no tuve el gusto de saber de que se trataba. Al final salí feliz de la vida de aquel complejo que funciona con dinero de la ciudad y en el cual a los usuarios se les cobran cuatro euros por tres horas de uso, lo cual es un precio más que justo debido a la cantidad de posibilidades que ahí se tienen.

Como en Europa los días de invierno son muy cortos, pronto se oscureció y lo único que quedo por hacer fue irnos a la cocina común que teníamos todos los que ocupábamos las cabañas, entre todos se habían organizado para hacer un espagueti y cenar todos juntos. Habían instalado un proyector en el cual algunos veían una película cómica alemana que resultó ser poco interesante y pronto todos le dejaron de prestar atención, algunos comenzaron a jugar un juego de mesa mientras otros platicábamos un poco. En total ahí había alrededor de doce personas de los cuales sólo uno hablaba inglés, algunos de los otros, por haber crecido en el lado comunista de Alemania, hablaban un poco de ruso que poco podían usar en la actualidad. Pero lo más sorprendente de la noche ocurrió para mí cuando descubrí que ahí estaba una niña de aproximadamente catorce años de edad, quien vivió tres años en Ecuador y hablaba un perfecto español. Rápido entable comunicación con esa jovencita y me dijo que se llamaba Dahana y al preguntarle que tal le había parecido Ecuador me dijo que mejor que aquí refiriéndose a Alemania No pude hacerle más preguntas debido a que la comida estaba lista y tuve que pasar a la mesa pero mientras comía me preguntaba ¿Qué podía hacerle pensar a una niña que la vida era mejor en Ecuador que en Alemania? La próxima vez debería de indagar más al respecto.

Después de la cena conocí a una pareja con la que curiosamente coincidí en varios aspectos, ellos alguna vez estuvieron en la Ciudad de México y en Baja California, los dos lugares que yo más quiero de mi país, además de que casualmente estuvimos al mismo tiempo en Nueva York a finales de mayo del 2006; ellos me contaron que en el DF visitaron el Museo Nacional de Antropología, la Catedral de la ciudad y el Museo del Templo Mayor, que les impresionó mucho que la ciudad contará con un sistema de transporte tan limpio y eficiente, y de manera natural salió el tema del metro de Nueva York, coincidimos en que esa ciudad cuenta con un sistema de transporte pésimo, viejo pero sobre todo sucio, lo cual parece increíble siendo Nueva York la ciudad más cosmopolita del mundo. También me contaron que les impresionó mucho ver como los mexicanos iban tan bien arreglados a bordo del metro, luciendo ropas tan a la moda y las mujeres con tanta pintura y uñas tan largas. Desde el D.F. volaron hacia Los Ángeles y desde ahí fueron a Baja California para ver las ballenas en la Laguna San Ignacio donde curiosamente también estuvimos nosotros haciendo lo mismo De Baja California la impresión más grande que tienen es haberse topado con un lugar tan alejado de la civilización, que pudiese estar tan oscuro por las noches como para que no se alcanzaran a ver las ni las palmas de las manos. A todos nos pareció demasiada coincidencia que habiendo venido desde Baja California y encontrándome en un lugar tan apartado de Alemania pudiese conocer a personas que conocen los mismos lugares que yo, a mí también me lo pareció aunque precisamente por estar ahora yo acá me pareció cierto eso de que el mundo cada vez es más pequeño.

Poco a poco todos se fueron despidiendo y en la cocina fuimos quedando cada vez más pocos hasta que ya cerca de las tres de la mañana ya sólo estábamos tres personas y un considerable amontonadero de botellas sobre la mesa. La plática había ido de un lado a otro, siempre en torno a México y a Alemania, incluyendo naturalmente a Francia, España, Estados Unidos y el mundo, en fin, fue una plática muy educativa. Después platicamos de televisión y de ferrocarriles mientras pasaba por nuestros vasos vino, kräuterlicor, cerveza, schnaps. Toda una bomba para la cabeza y cuando Oliver, un simpático hombre que trabaja instando antenas de televisión sacó una botella de Vodka, Caly, nuestro otro acompañante quien es un físico que hasta donde recuerdo trabaja como maestro, y yo, decidimos no intentarlo, de cualquier manera el reloj ya apuntaba las tres de la mañana y al siguiente día queríamos salir a pasear.

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