sábado, enero 27, 2007

La Ruta de los Sueños XVII, parte 3

Zillertal: Día 4

Al siguiente día salimos según lo planeado y poco después nos encontrábamos viendo a muchas personas bajando la montaña por la misma ruta que nosotros queríamos seguir.

Pero antes bajamos la montaña por la otra cara de esta, una pendiente también roja que resultó más o menos díficil pero que con el frío que estaba haciendo y el fuerte viento que corría se hizo más emocionante, desde allá subimos de nuevo a la cima, ahora en canastillas y emprendimos nuestro viaje de regreso, pero hacerlo desde los 3200 metros de altura seguramente nos llevaría todo el día así que teníamos que avanzar cuanto antes; bajamos por una pista muy ancha al principio, en la cual pudimos dejar ir los esquíes a la velocidad que ellos quisiesen alcanzar, luego la pista fue encogiéndose de tamaño hasta que se convirtió en un pequeño camino en el cual había que irse cuidando de no salirse de el e ir a dar al precipicio que nos quedaba a la izquierda. El tramo era largo y terminó frente a un restaurante que increíblemente se encuentra entre aquellos riscos, a más de 2600 metros sobre el nivel del mar.
Ahí comimos una sopa austriaca deliciosa, que aunque se me antojaría describirla no se decir de que era, pero estaba hecha con abundante carne y muy bien sazonada, además, bebí una especie de jugo de manzana con gas, que más bien parecía champaña para niños, pero rico también.
Luego de reposar un momento los sagrados alimentos vino lo bueno, comenzamos a bajar la montaña y nos encontramos una pista verdaderamente roja, la cual titubeamos en iniciar a descender, eso a mí me desconcentró y me costó una caída, pero lo más sorprendente fue que me gustó, haberme sentido patas arriba en la pendiente que era más hielo que nieve, perdiendo los esquís y rebotando sin control me agradó, sentí que la adrenalina corría por mi cuerpo y eso me encendió; como resorte, tan pronto como pude me incorporé, buscando entonces donde quedaba la punta de la montaña pues con tanta vuelta no sabía bien a donde había quedado el piso y el cielo, ¡ni tampoco los esquíes! Tuve que caminar para alcanzarlos pues se me habían adelantado algunos metros; tan pronto estuve listo me lancé de nuevo cuesta abajo, completamente en éxtasis por la emoción del riesgo de caer o ganarle a la colina. Entonces bajé y bajé cientos de metros y lo hice sin problemas, disfrutando mucho aquel reto de bajar sin caer de nuevo, de hecho tuve que esperar largo rato a Jeannette quien si tenía dificultades con el hielo y lucía bastante nerviosa e indecisa de continuar. Bajamos y hasta un punto en que había un gran descanso, entonces tomamos otra pequeña pendiente pero al terminar aquel recorrido Jeannette decidió que ya era suficiente para ella y decidió irse a tomar una café. Yo no quise hacer semejante locura teniendo en frente tres pistas azules en las cuales podía practicar todo lo aprendido.

Seguí solo entonces, subiendo y bajando la colina, mientras Jeannette se tomaba un café en un lugar que quedaba junto al descanso, al pie de la colina. Cuando yo bajaba por tercera vez la pista sucedió algo inesperado, un helicóptero apareció sobre mi cabeza y aterrizó unos metros arriba, cerca de la pista que yo estaba usando; había que averiguar que estaba pasando así que hacia hacía allá me dirigí y grabé el rescate de un esquiador que sufrió un accidente al salirse de la pista. Después de unos minutos de atención, los tripulantes de la aeronave subieron a la persona herida a una camilla y después al helicóptero, el cual despegó y se fue a toda velocidad por donde había venido, de inmediato me fui a contarle a Jeannette todo lo que había visto y a enseñarle la grabación que se convirtió entonces en una especie de reporte que quedó para el recuerdo.
Algo está pasando:

El rescate:

Después supe que la persona accidentada no sufrió graves daños pero de cualquier manera tendría que pagar por el rescate ya que el accidente fue su responsabilidad por salirse de la pista y no creo que sea barato traer un helicóptero a la montaña.

domingo, enero 21, 2007

La Ruta de los Sueños XVII, parte 2

Zillertal: Día 3

Después de tres días de practica y de bajar mi primer pista roja (Debo aclarar que las pistas para esquiar se clasifican de la siguiente forma: Babylift, Azul (principiantes), Rojas (intermedios) y Negras (avanzados)) me sentía preparado para cualquier cosa, por eso, al tercer día, a la una de la tarde, bajamos de Zillertal Arena y nos fuimos decididos a ir al glaciar que se encuentra en Hintertux, un pueblito situado al final del valle y que es donde están las montañas más altas de Zillertal.
Para llegar allá tuvimos que pasar por los pueblos de Mayrhofen, Innerberg, Tux y finalmente, Hintertux, donde se encuentra una inmensa pared de roca, pinos y nieve, ahí tuvimos que tomar una cabina que nos llevaría sobre el teleférico hacia el glaciar, del cual sólo se podían ver las crestas de las montañas en que está, un lugar a 3200 metros de altura sobre el nivel del mar y que está permanentemente congelado y lleno de nieve, la cual escurre hacia el valle como en un río de hielo.

Mientras subíamos fuimos descubriendo paisajes ásperos, de peñascos y riscos que surgían de entre la nieve, la cual cada vez aparecía en mayores y mayores cantidades. Cuando llegamos a la cima me di cuenta de que definitivamente nunca había visto tanta blancura en toda mi vida y tampoco nunca había visto un blanco tan intenso, aquello era intensamente deslumbrante y no había espuma de mar, vaso de leche ni pasta de dientes alguna que se le pudiese comparar o que sirviese para describir ese color, el blanco de los Alpes es el blanco absoluto.

El viento soplaba pero no era tan agudo, en verdad yo no sentía frío alguno, creo que era por la emoción de estar ahí y presenciar aquel intenso panorama.
Este viaje a Europa me tenía cada vez más sorprendido, nunca en mi vida había estado en tantos lugares por primera vez y ahora no sólo me encontraba en Austria y en los Alpes, sino que además me encontraba a más de 3000 metros de altura y de pie sobre la tierra, una altura a la que nunca me había encontrado antes en ningún lugar. La vez que más cerca estuve de ella fue en San Pedro Mártir en Baja California y sólo llegué entonces a los 2800 metros sobre el mar, entonces acaricié los 3000 metros y me había quedado con las ganas de llegar, afortunadamente se me concedió.
Después de curiosear el panorama por unos minutos tomamos nuestra primera vertical y empezamos a descender, algo que fue agradable y sin problemas, aunque no sin precauciones ya que era algo inclinada; entusiasmados subimos al otro lado de la montaña y desde allá hicimos otro descenso, este fue más fácil pues la montaña era más extendida y bajaba poco a poco. Avanzamos hacia abajo y para entonces ya caía la tarde así que decidimos regresar a Zell, tomamos el teleférico y decidimos que regresaríamos al día siguiente desde temprano.

Más tarde salimos a caminar por Zell, el pueblito del Tirol donde nos encontrábamos hospedados, fuimos a cenar a un restaurante y saludamos a todo mundo con un Gruss Got algo así como: Salúdame a Dios o Dios te saluda, una tradición que tienen aquí porque Austria es un país donde el catolicismo es fuerte y pujante, con un 99% de la población fieles a esa religión.
Por eso en cada esquina puede uno ver imágenes de cristos y santos y toparse con capillas e iglesias en cada esquina, pareciese como si todo mundo quisiese estar bajo los ojos de Dios en todo momento; además, son tan conservadores que para nadie es un secreto que los austriacos tienen aspiraciones casi monárquicas, razón por la cual muchos alemanes no los tragan y los califican de “cafes”, por no decirles fascistas.

jueves, enero 18, 2007

La Ruta de los Sueños XVII, parte 1


En busca de la nieve: vacaciones en Zillertal

Habíamos estado mucho tiempo esperando el momento de poder volver a ir a esquiar juntos y por fin se había llegado; los preparativos comenzaron hacía mucho tiempo, desde que comenzamos a planear estas vacaciones e iniciamos a conseguir todo lo que sería necesario para realizar esa aventura: pantalones para nieve, chamarras impermeables y térmicas, bufandas y guantes, elegir el destino entre Italia, República Checa y Austria, conseguir un carro que llegara y, finalmente, la comida que traeríamos para poder ahorrar lo más que se pudiese, pues, de poco en poco, ya habíamos invertido buena parte de nuestro capital en este sueño de ir a esquiar. El día elegido para realizar nuestro viaje había llegado así que llenamos el tanque y partimos rumbo al sur, primero rumbo a Halle y después cambiamos de ruta para seguir hacia Dresden, el día era agradable y yo manejaba, el tráfico era ligero, todo iba bien; cuando nos aproximamos a Dresden cambiamos la ruta nuevamente y seguimos rumbo a Munich, ya que antes de irnos a meter entre los Alpes queríamos pasar a saludar a una de nuestras roomates quien vive en las cercanías de Regensburg, una ciudad situada en el Estado Federado de Baviera Bayern en alemán.
Alemania es uno de los países más desarrollados del mundo y sus carreteras son la mejor muestra de ello, además de que se encuentran en muy buen estado y son de muy alta calidad, también cuentan con la mejor plataforma de servicios para el camino: señalamientos, limpieza, sanitarios, indicadores de distancia, protección y vallas de seguridad, muros para evitar que el ruido se vaya a las ciudades y lo que a mi me pareció mejor, libertad para ir a la velocidad que los automovilistas deseen, pues a excepción de algunas zonas donde los señalamientos indican que hay que disminuir la velocidad, en la mayor parte de las autopistas no hay límite de velocidad y tan pronto pasa uno las zonas restringidas para cierta velocidad se pueden leer señalamientos donde se indica que termina esa zona y en adelante no hay límite. Por ese motivo frecuentemente se pueden ver autos que viajan a velocidades increíbles e imposibles en cualquier otro lado; nosotros viajábamos a 160 kilómetros por hora en promedio y a esa velocidad éramos alcanzados por autos que tal vez doblaban nuestra velocidad ¡Claro! Esto sólo es posible debido a que por las carreteras alemanas circulan infinidad de autos de alto rendimiento y son comunes marcas como Audi, Volvo, BMW, Mercedes, Skoda y Oppel, entre otras, pero son las anteriores las que fabrican los autos más veloces que corren por estas carreteras en donde se pueden ver desde los modelos más avanzados y veloces hasta los más económicos y compactos que se pueda uno imaginar.

Después de cuatro horas de camino pasamos por Schwarsenfeld, una pequeña población cercana a Regensburg, en Baviera, donde vive la familia de Andrea, nuestra roommate en Magdeburg y quien es de ese lugar, ahí viven sus padres y nos habían invitado a pasar a conocerlos. Desafortunadamente los padres de ella andaban ocupados y preocupados por un problema con la salud del abuelo, a quien le había dado una ataque al corazón ese mismo día, así que fuimos discretos y sólo aceptamos una taza de café y un pedazo de pastel de chocolate muy delicioso que había preparado la señora, una persona muy hogareña y que por la manera en que tiene arreglada su casa me recordó a la casas mexicanas, con crucifijos y muchos adornos. Por la prisa que teníamos en llegar a Austria antes de que fuera muy tarde y por la situación que en esa casa se vivía decidimos irnos pronto pero quedamos en llegar el próximo fin de semana, a nuestro regreso de nuestras vacaciones, para conocer la ciudad de Regensburg y sus alrededores. Entonces nos despedimos y emprendimos nuestro recorrido rumbo al sur, a través de la preciosa tierra de Baviera, una zona muy bonita compuesta de montes y valles llenos de pinos y cultivos, con pueblos que podría decirse son similares a los del norte alemán pero que gracias a su geografía de altiplanos lucen más bellos y, sobre todo, interesantes.
A Munich München en alemán no llegamos, sino que la rodeamos y de esa ciudad sólo pudimos ver el estadio del Bayern Munich, que aunque luce muy moderno a mi no me pareció tan bello como me lo imaginaba, una enorme cubierta en forma de panal no le daba mucha personalidad que digamos. Poco después cambiamos de chofer y yo pasé a ser el copiloto, entonces la carretera comenzó a subir y subir y subir y tan pronto entramos a Austria comenzamos a ver los Alpes, impresionantes montañas nevadas por donde se fue introduciendo la carretera, ganando distancia de Alemania y sobre el nivel del mar. Yo no me di cuenta exactamente en que momento entramos a Austria, pues la carretera y los señalamientos lucían exactamente igual que en Alemania, hasta las placas de los autos me parecían similares pero Jeannette quien si sabe de esto me dijo que en Austria las carreteras no tienen fantasmas a los lados esos postecitos que están al lado de la carretera y que sirven para medir la distancia entre los vehículos ya que como comúnmente nieva mucho, quedan sepultados por la nieve, pero ese no es el problema, el problema es que la persona que limpia las carreteras con un camión de trascavo no los puede ver y se los lleva, por ese motivo los austriacos pintan unos cuadros al lado de la carreteras, esos son sus fantasmas y esa es la principal diferencia visible entre Austria y Alemania vistas desde la carretera.
Cuando llegamos al pueblo de Zell, que era nuestro destino en el valle de Zillertal, la noche estaba completamente oscura y nosotros nos encontrábamos a 706 kilómetros de distancia de Magdeburg de donde salimos en la mañana, se alcanzaban a apreciar grandes montañas a los lados pero no sería hasta el amanecer cuando nos daríamos cuenta de su inmenso tamaño y de la gran cantidad nieve que las cubría, por lo pronto lo mejor era guarecernos del frío que se sentía demasiado intenso para nuestro gusto, especialmente para el mío.
Zillertal: Días 1 al 3
Por fin, mi primer día esquiando en Europa y el tercero en toda mi vida; aunque fue un buen día no puedo decir que me fue tan bien como hubiera querido, al iniciar por la mañana sentí miedo y no recordaba todo lo que había aprendido antes, me caí terriblemente y hasta me salí de la pista y por poco voy a dar entre los árboles, tuve que volver a iniciar desde el principio, aunque me sentía seguro yendo rápido no tenía control para ir despacio pues en esquíes se necesita más control para ir bajando la montaña despacio que rápido pero si se pone uno a bajarla rápido y no se sabe bajar despacio entonces no se tiene control sobre lo que se hace, por eso se debe bajar despacio primero y luego, al tener más control se puede ir subiendo la velocidad. De otra manera se expone uno a un accidente y sobre todo se expone la seguridad de los demás, aunque nunca falta quien rompa la regla.

La zona de descenso a la que fuimos es una zona llamada Zillertal Arena y es una de las muchas zonas de descenso que rodean el valle de Zillertal; para llegar arriba hay que tomar unas cabinas que cuelgan de unos teleféricos enormes y larguísimos, y que lo llevan a uno desde el valle que está a ochocientos metros sobre el nivel del mar hasta los mil setecientos que tiene la parte media de la montaña que fue a donde nosotros nos dirigimos ese día, un ascenso que sin duda impresiona a cualquiera y que va dejando al descubierto las blancas crestas de las montañas y una vista sobre el valle de lado a lado que hace ver a las casas como meros puntitos en el fondo de lo que uno alcanza a ver.

Lo que a mi más me impresionó fue aquel sistema de transporte completamente automatizado y de una eficiencia absoluta, de otra forma no podría ser, subir a cientos de personas a esas alturas y sobre esas montañas tan escarpadas no permite que se hagan las cosas con tibieza, sin duda alguna. Por la tarde regresamos muy cansados pero con muchas más ganas de saber que es lo que pasaría al día siguiente, de eso que ni duda quede.



Había pasado ya media semana entre las montañas y el panorama se veía mucho mejor, ya me sentía cómodo y capaz al ir esquiando al grado que, en algunos lugares, era ya más rápido que la propia Jeannette, mi maestra, ella tiene problemas para esquiar sobre el hielo o sobre partes muy inclinadas, por ejemplo, y yo, con lo poco que sé sobre esquíes, considero que ella maneja con demasiada seguridad y no se arriesga a ir un poco libre, conduce con mucha tensión, por eso no puede manejar sobre superficies difíciles y de eso me doy cuenta hasta yo.


viernes, enero 05, 2007

La Ruta de los Sueños XVI



Das Neujahr: 20 07: El Año nuevo
El último día del año había llegado y yo estaba en un viejo castillo feudal del sur de Alemania, una propiedad que perteneció a un hombre muy rico del medioevo, de apellido van Lohra, de ahí el nombre del lugar, quien usaba al castillo como centro administrativo y de almacenaje para todas las cosechas que tenía en los alrededores. Pero ni mi novia ni yo teníamos ganas de mover un dedo, afuera hacía mucho frío y ahora que se había derretido la nieve todo estaba hecho un lodazal, aunque los caminos tenían grava se tenía que andar uno con cuidado de no meter la pata en algún zoquete, por eso mejor nos la pasamos tirados, encobijados, aislados del frío, casi casi invernando como los osos, de hecho fuimos osos y muchas cosas más, ya que cuando uno sueña de más, cuando duerme de ocio, se sueñan cosas o fantásticas o espeluznantes, pero siempre exageradas, tal como nos paso a nosotros ese día de parpados cansados. Durante el día comimos cualquier cosa, el chiste era no salir de la cama y por la tarde, ya después del oscurecer, porque aquí oscurece muy temprano (apenas pasadas la cuatro ya esta oscuro), nos levantamos para ir a cenar, la cena consistió en unas bolitas de harina de papá, una especia de albóndigas rellenas de carne molida, se llaman gnocci y son, como el espagueti, de origen italiano, estaban muy ricas pero sobre todo llenadoras; cada quien comía lo que se había guisado, en cada mesa cada grupo comía algo diferente y cuando hubimos terminado, todos nos reunimos en una mesa y comenzamos a charlar y a tomar algún licor. Yo sólo tomé cerveza, la resaca de las noches anteriores ahora me hacía ser más precavido. Después de platicar un rato con mi novia y luego con otras personas que también hablan un poco de inglés, descubrí que ahí estaba la madre de la niña con la que antes había platicado, una mujer alemana de unos cuarenta y dos años de edad, que se llama Lena, ella vivió en Ecuador donde creció su hija, me dijo que ella había estudiado leyes y que había trabajado en muchos países para Amnistía Internacional, entre los que me contó recuerdo que dijo haber estado en Perú, Bolivia, Cuba, Costa Rica y el Reino Unido, aunque me comentó que nunca estuvo en México. Me dijo que ahora se dedica a cuidar a sus hijos, que abandonó la carrera porque quería dedicarse a formar una familia y tampoco la profesión le resultó tan satisfactoria, coincidimos en que el mundo de los abogados es un mundo muy cerrado, en el que la gente tiene una manera muy particular de vivir la vida, entre burocracia y favoritismos, en el cual cuesta mucho desenvolverse cuando se quiere tener una vida más abierta y con experiencias de vida más que de oficina. Mientras ella me contaba todo esto fui notando un poco de amargura en sus palabras y también un poco de aire retador, sentí que ella estaba tratando de descifrar el laberinto de mi vida para poder emitir un juicio sobre mí o, en dado caso, saber si yo pretendía o podía hacer más cosas que ella. Me cuestionó acerca de mis planes para el futuro y sobre mis perspectivas de este viaje, no me resultó nada cómodo tener que dar explicaciones a una desconocida pero lo tomé como una prueba pues sin duda era una persona inteligente, le conté más o menos cuales son mis futuras intenciones hasta que la aburrí, entonces la plática tuvo un segundo aire cuando le comencé a hablar acerca de mis impresiones sobre Alemania hasta este momento, sin duda el tema le interesó y abrió los ojos. Para empezar le dije a Alemania, como a los alemanes, no se les puede conocer a la primera, por lo general en la primera impresión resultan fríos y hasta indiferentes, a veces, hasta malas caras se pueden ver, sin embargo, tan pronto se entra en confianza esa indiferencia se convierte en entendimiento y comprensión, tratando siempre de saber cómo está el otro y haciendo lo posible porque este bien, no he visto un alemán al que le cueste trabajo ayudar, lo difícil es que sepa que se necesita ayuda. También le comenté que en principio tanto la indiferencia como las malas caras me preocupaban pues pensaba que era a mí en particular, por ser extranjero o, tal vez, hasta por ser moreno que me trataban así, sin embargo, muy pronto comprendí que ese mismo comportamiento lo tienen para todo mundo y por supuesto se da entre ellos mismos. Entonces le dije que comprendí que si en verdad a algunos les pudiese no simpatizar era poco lo que podían hacer, había descubierto que el alemán era un pueblo que no tenía mucha unión, a lo que ella me dijo, que era cierto, que aún no la tenían.
Entonces me comentó un poco acerca de las diferencias entre la gente del este de Alemania, que venían de cincuenta años de comunismo, y de los alemanes del oeste, me dijo que la mayoría de la gente del este era menos materialista que los del lado oeste, quienes vivían en continua competencia por tener más dinero o cosas más nuevas y que ellos miraban a los del este con un poco de desprecio por ser menos ambiciosos y por emigrar al este y quitarles los trabajos. Que los del este son más hogareños y procuran más a sus familias mientras que los del oeste desde jóvenes dejan el hogar y viven solos casi siempre pues, además, no se quieren casar ¿Dónde habré oído yo eso antes? Y remató con algo que les pasa a los alemanes de hoy, pero que yo sé que pasa en todos lados. El precio a pagar por llevar vidas modernas y productivas es vivir solos y con familias desunidas. Después volví a charlar con Cali, el físico de la noche anterior, con el tuve una plática podría decir más agradable, hasta optimista, con el platiqué acerca de mí país, ya que el estuvo ahí de paseo y le interesaba mucho saber porque México tuvo un emperador austríaco, le conté casi todo lo que sé de Maximiliano, Carlota y Napoleón III. Pero sobre todo de la férrea defensa del país por parte de Juárez y su gobierno de laicos, quienes, aunque salvaron al país de una monarquía y del catolicismo voraz, lo dejaron profundamente comprometido con los Estados Unidos. Entonces la charla aún mejoro pues el tema se internacionalizó y platicamos acerca de lo que son los Estados Unidos para mí país y donde quedan todos los demás países latinoamericanos con relación a México. Para empezar le dije que desde mi punto de vista México actualmente, y como siempre, se encuentra atascado en el lodazal que hacen los Estados Unidos. En México desafortunadamente hay mucha gente esperanzada a que los Estados Unidos nos ayude con acuerdos migratorios o con alguna especie de Plan Marshall pero yo considero que esto nunca sucederá pues a los E.U. sólo les interesa lo que a ellos les conviene y no por otras razones; todo los que aducen respecto a la democracia y a la libertad no es más que el camuflaje de sus verdaderas e interesadas intensiones.
Le dije que Estados Unidos siempre había mantenido a México bajo control, explotándolo de la manera que les costase menos trabajo aunque eso significara darle algunas libertades, pero de cualquier manera siempre a su favor y que yo creo que nunca va a cambiar esa manera de manejar a México, ni le convenía que mi país pudiese desarrollarse y que si en determinado momento se disponían a ayudar sería cuando en ese país se hubiesen arreglado sus propios problemas, como lo de la pobreza creciente al interior de esa nación y los tantos líos con el exterior de los cuales tardaran un buen rato en salir.
Afortunadamente cambiamos el tema una vez más, pues ya empezaba a sentir impotencia por la situación en Norteamérica, entonces el tema fue Europa, pero hablar de Europa es forzosamente hablar de la Unión Europea, ese conjunto de países que ahora trabajan por crear una unión que evite que haya guerras y disparidad entre sus miembros; Cali me dijo que aún faltaba mucho camino que recorrer pues existen grupos políticos que se oponen a la unificación total, sin embargo, por el momento todos ya gozan de los beneficios de una lucha que ha durado cientos de años, sí, porque según el, desde la antigüedad, las guerras siempre habían buscado unir a Europa, pero el método siempre fue el equivocado: por la fuerza; desde Carlomagno a Napoleón, con reyes y papas entre ellos, todos querían el poder y hacer de Europa un gran país, afortunadamente ahora por medio de la razón y el acuerdo mutuo se está logrando. Yo opino que sin duda eso es algo bueno que dejo la guerra fría, pues al verse Europa atrapada entre dos grandes potencias se dio cuenta que sólo unida podría salir adelante, de otra manera sería destazada de nuevo y ahora desde afuera. Por el momento la mayoría de los europeos ya gozan de fronteras libres y de libertad para trabajar donde ellos deseen y a algunos, curiosamente, con eso les basta para no salir de casa.
Cerca de la media noche todo mundo se preparó para salir a ver los fuegos artificiales que algunos habían traído a montones, de pronto, en el otro lado del castillo comenzaron las explosiones, también en el pueblo que esta bajo la colina y las luces iluminaron la noche con todos los colores y por todos lados. Comenzaron también las felicitaciones: “¡Frohes Neues Jahr!”, me dijeron, “¡Happy New Year!”, también y yo dije ¡Feliz Año Nuevo! a todos por igual.
A mi en lo particular me parece que el año nuevo es una celebración superflua, celebrar algo que sólo existe en nuestras mentes, es solo un cambio administrativo, después de la media noche seguimos exactamente igual que antes, siempre me quedo esperando el momento exacto para sentir el cambio de año pero este no se siente, no se siente nada y casi me da risa ver la cara de las personas que antes de festejar siempre voltean a ver la cara de los otros buscando la aprobación para empezar a celebrar.
De cualquier manera me queda el bonito recuerdo de haber conocido a gente agradable e inteligente con quienes puede platicar y los recuerdo después con una pronunciada sonrisa en la boca, encendiendo fuegos artificiales y viéndolos encenderse con las miradas llenas de luz.

La Ruta de los Sueños XV

De paseo por los Harz
Alrededor de las nueve de la mañana del día siguiente salimos rumbo a Nordhausen de nuevo, el plan era ir a la estación de trenes y tomar el tren de vapor que corre entre esa ciudad y las montañas de los Harz, que son una cadena montañosa cubierta de bosques que constituyen la parte más alta de Saxon-Anhalt, como había nevado dos días antes, la nieve aún se conservaba en buen estado y tardaría uno o dos días más en derretirse y en el paisaje aún dominaba el color blanco.



Casi media hora más tarde nos encontrábamos frente a una vieja máquina de vapor de la cual salían grandes cantidades de humo ya que su funcionamiento es posible gracias al carbón que calienta la caldera donde a la vez se calienta el agua de la cual se aprovecha el vapor que genera para hacerlo pasar por unas válvulas que utilizan la presión del vapor para impulsar el tren.

Así como se oye de complicado así mismo lo fue para mí entender que era lo que mis ojos veían; después de unos minutos hubo que abordar los vagones y aquella curiosa mole de metal, tubos y válvulas comenzó a movernos, el humo era abundante y el vapor lo cubría casi todo, aparte los vidrios estaban cubiertos de hielo por lo que la mejor manera de apreciar el panorama era pararse en la escotilla, entre los vagones y desde ahí ir viendo como nuestra pintoresca locomotora nos conducía hacía las montañas.
Cuando comenzó a moverse todo fue emoción pues me hizo sentirme que estaba a bordo de uno de los trenecitos navideños que tantas veces he visto con ilusión pero claro, de la fantasía a la realidad hay mucha diferencia, y pronto me comencé a dar cuenta de eso ya que primero para ganar velocidad el tren tuvo que hacer tanto esfuerzo que lleno el horizonte de bocanadas de humo y vapor mezclados que no dejaban ver panorama, ni horizonte ni nada más que una mancha de humo que pasaba a gran velocidad frente a nuestros ojos, luego, cuando el tren ya había ganado cierto impulso y el hielo comenzaba a disminuir, una lluvia de hielo comenzó a caer sobre nosotros debido a que el aire estaba tirando todo lo que había amanecido sobre el techo de los vagones o colgado de las ventanas, fueron momentos en que no sabía muy bien que hacer: no veía nada y me estaba mojando tal vez inútilmente, y hasta arriesgando la cámara fotográfica, afortunadamente, pronto la pequeña tempestad cedió y los que aguantamos vimos recompensado nuestro esfuerzo. Ahora el tren se iba abriendo paso sobre colinas y pueblos dignos de estar en el mejor paisaje de acuarela. Luego fue ganando altura poco a poco, entre pinos y montañas cada vez más pronunciadas y el tren comenzó a echar más y más humo.



Entonces dio vueltas siguiendo una serpenteante vía cubierta de hielo que como se estaba derritiendo enfriaba todo el aire por lo que los que íbamos afuera de los vagones debíamos ir bien cubiertos. Así pasamos por muchas estaciones que están entre las montañas, en cada una de las cuales bajaban y subían pasajeros, hasta que llegamos a nuestro destino, una estación llamada Sophienhof, ahí nos bajamos y nos quedamos unos minutos como hipnotizados, viendo aquella máquina avanzar montaña arriba, emitiendo el fuerte ruido del vapor al escapar y una bocanada de humo negro del carbón que se quedo en el aire mucho tiempo después de que el tren desapareció y que nosotros nos metimos entre los pinos, en busca del pueblito a donde queríamos ir a comer.
Caminamos por una pronunciada montaña y alrededor de quinientos metros arriba encontramos la pequeña villa, conformada de unas cuarenta casas, dos de las cuales son restaurantes que atienden a los turistas que, como nosotros vienen de paseo en el tren. En la casa-restaurante que nos metimos se especializan en carne de cabra y para sorpresa nuestra, al asomarnos por una ventana se podía ver el establo donde estos comían su pastura. Ahí los cocineros no batallan para adquirir la carne para el menú pues no tienen más que escoger el siguiente caprino, que seguramente es el que se portó mal.



Poco después me saboreaba un jugoso platillo hecho con una carne blanda y jugosa, que se acompañaba de dos grandes albóndigas de harina y un poco de ensalada.
Después de eso regresamos rumbo a la estación del tren, a través de un camino cubierto de hielo y con charcos congelados. Mientras a lo lejos se escuchaban los silbidos del tren que se aproximaba.
En la estación yo esperaba que el tren llegara haciendo un gran ruido pero, sin embargo, llegó sigiloso, casi deslizándose y con razón, a aquel pesado monstruo de bajada lo que hace falta es frenarlo, por eso no necesita del motor para regresar. Aquella mole se paro justo frente de nosotros y nosotros lo abordamos de prisa para situarnos de nuevo en la escotilla para desde ahí poder ver el bello paisaje alrededor; pinos, nieve y un tren deslizándose montaña abajo fueron en conjunto algo increíble, ni habiéndolo planeado sale tan bien.



En una estación ya casi al bajar la colina el tren se detuvo y nos dejó alejándose de prisa, seguiría llevando turistas colina arriba, regalando memorias y momentos mágicos mientras nosotros regresamos a Nordhausen, a bordo de un tren más moderno, más cómodo pero igualmente aburrido, la aventura por ahora había terminado.

martes, enero 02, 2007

La Ruta de los Sueños XIV




Burg Lohra

Finalmente, después de poco más de una hora y media de camino llegamos a nuestro destino, que es un viejo castillo medieval que esta siendo restaurado por la UNESCO, el nombre del lugar es Burg Lohra, el cual se encuentra sobre una loma desde la cual se puede divisar toda el valle, para llegar tuvimos que tomar un pequeño camino que sube por entre un bosque y tomar una brecha de terracería que en esos momentos estaba cubierta de nieve. Al llegar sentimos que el aire era frío, más bien gélido, así que nos apresuramos a instalarnos en una pequeña cabaña que sería nuestro hogar por cuatro días.
La cabañita es muy vieja pero cuenta con electricidad, regadera con agua caliente y calefacción, sin embargo, para mantener la tradición contamos con una pequeña chimenea metálica que funciona con leña y para aquellos que prefieran la comodidad de la electricidad aquí han instalado una aparato que los hará pensar dos veces antes de encender el aparato: el calefactor está conectado a un medidor independiente que tiene un cronómetro para medir el tiempo que el aparato se mantiene encendido y por el cual se deberá de pagar a razón de un euro por cada hora de uso; así las cosas y viendo que ocuparemos mantener el cuarto caliente de día y de noche y que vamos a estar aquí cuatro días y que por otro lado la leña es gratuita, sólo hay que irla a traer del cobertizo, optamos por la segunda opción, a fin de cuentas es más romántico.



Al día siguiente amanecimos tan calientitos que nos costó mucho poder levantarnos y cuando lo hicimos fue porque ya el hambre era más fuerte que el frío.



Después desayunamos con otras personas que también pasaran aquí el año nuevo, ellos platicaron mucho y yo les escuché aunque no puedo decir que les entendí muy bien. Después, a partir de medio día fuimos a Nordhausen, que es la ciudad más cercana y está alrededor de veinte kilómetros del castillo, la razón fue para ir a nadar un rato en aguas tibias, que con el frío que hacía entonces, resultaron toda una delicia. Las albercas, tal como lo imaginaba, cuentan con unas instalaciones de primer mundo, con tres albercas grandes y un chapoteadero para los niños; una de esas albercas tiene alrededor de veinticinco metros de largo y es la que usan los nadadores más experimentados, con carriles y unos dos metros diez centímetros de profundidad, otra alberca es para divertirse, con un tobogán largo y oscuro en su interior, un área al aire libre donde en esos momentos el agua se evaporaba debido al frío que hacía en el exterior, con un canal donde el agua fluía con fuerza y unas regaderas de agua a presión, así como una zona de masajes con chorros de agua que no son jacuzzis ya que de esos tienen dos para cuatro personas cada uno y se encuentran al fondo de la otra piscina que es una antigua construcción, aproximadamente de los años treinta, con pequeñas muestras de Art Deco en ella, en donde el agua esta más caliente y nadan principalmente personas mayores y parejas con sus niños. También tiene una zona de spa, pero para entrar ahí había que pagar una cantidad extra y por lo apretado de mí presupuesto no tuve el gusto de saber de que se trataba. Al final salí feliz de la vida de aquel complejo que funciona con dinero de la ciudad y en el cual a los usuarios se les cobran cuatro euros por tres horas de uso, lo cual es un precio más que justo debido a la cantidad de posibilidades que ahí se tienen.

Como en Europa los días de invierno son muy cortos, pronto se oscureció y lo único que quedo por hacer fue irnos a la cocina común que teníamos todos los que ocupábamos las cabañas, entre todos se habían organizado para hacer un espagueti y cenar todos juntos. Habían instalado un proyector en el cual algunos veían una película cómica alemana que resultó ser poco interesante y pronto todos le dejaron de prestar atención, algunos comenzaron a jugar un juego de mesa mientras otros platicábamos un poco. En total ahí había alrededor de doce personas de los cuales sólo uno hablaba inglés, algunos de los otros, por haber crecido en el lado comunista de Alemania, hablaban un poco de ruso que poco podían usar en la actualidad. Pero lo más sorprendente de la noche ocurrió para mí cuando descubrí que ahí estaba una niña de aproximadamente catorce años de edad, quien vivió tres años en Ecuador y hablaba un perfecto español. Rápido entable comunicación con esa jovencita y me dijo que se llamaba Dahana y al preguntarle que tal le había parecido Ecuador me dijo que mejor que aquí refiriéndose a Alemania No pude hacerle más preguntas debido a que la comida estaba lista y tuve que pasar a la mesa pero mientras comía me preguntaba ¿Qué podía hacerle pensar a una niña que la vida era mejor en Ecuador que en Alemania? La próxima vez debería de indagar más al respecto.

Después de la cena conocí a una pareja con la que curiosamente coincidí en varios aspectos, ellos alguna vez estuvieron en la Ciudad de México y en Baja California, los dos lugares que yo más quiero de mi país, además de que casualmente estuvimos al mismo tiempo en Nueva York a finales de mayo del 2006; ellos me contaron que en el DF visitaron el Museo Nacional de Antropología, la Catedral de la ciudad y el Museo del Templo Mayor, que les impresionó mucho que la ciudad contará con un sistema de transporte tan limpio y eficiente, y de manera natural salió el tema del metro de Nueva York, coincidimos en que esa ciudad cuenta con un sistema de transporte pésimo, viejo pero sobre todo sucio, lo cual parece increíble siendo Nueva York la ciudad más cosmopolita del mundo. También me contaron que les impresionó mucho ver como los mexicanos iban tan bien arreglados a bordo del metro, luciendo ropas tan a la moda y las mujeres con tanta pintura y uñas tan largas. Desde el D.F. volaron hacia Los Ángeles y desde ahí fueron a Baja California para ver las ballenas en la Laguna San Ignacio donde curiosamente también estuvimos nosotros haciendo lo mismo De Baja California la impresión más grande que tienen es haberse topado con un lugar tan alejado de la civilización, que pudiese estar tan oscuro por las noches como para que no se alcanzaran a ver las ni las palmas de las manos. A todos nos pareció demasiada coincidencia que habiendo venido desde Baja California y encontrándome en un lugar tan apartado de Alemania pudiese conocer a personas que conocen los mismos lugares que yo, a mí también me lo pareció aunque precisamente por estar ahora yo acá me pareció cierto eso de que el mundo cada vez es más pequeño.

Poco a poco todos se fueron despidiendo y en la cocina fuimos quedando cada vez más pocos hasta que ya cerca de las tres de la mañana ya sólo estábamos tres personas y un considerable amontonadero de botellas sobre la mesa. La plática había ido de un lado a otro, siempre en torno a México y a Alemania, incluyendo naturalmente a Francia, España, Estados Unidos y el mundo, en fin, fue una plática muy educativa. Después platicamos de televisión y de ferrocarriles mientras pasaba por nuestros vasos vino, kräuterlicor, cerveza, schnaps. Toda una bomba para la cabeza y cuando Oliver, un simpático hombre que trabaja instando antenas de televisión sacó una botella de Vodka, Caly, nuestro otro acompañante quien es un físico que hasta donde recuerdo trabaja como maestro, y yo, decidimos no intentarlo, de cualquier manera el reloj ya apuntaba las tres de la mañana y al siguiente día queríamos salir a pasear.

La Ruta de los Sueños XIII

Sobre paisajes nevados
Por primera vez en mi vida he visto la nieve caer, fue por la mañana, justo antes de que saliéramos rumbo a los Harz a pasar el año nuevo, yo me encontraba preparando mi maleta cuando alguien me dijo que nevaba y no le creí pero al asomarme por la ventana me di cuenta que en verdad estaba nevando. Más bien se me figuró que llovía pues la nieve caía muy rápidamente, no como yo me la había imaginado; entonces uno de mis roommates me dijo que esto se debía a que la nieve era muy pequeña, lo cual me pareció coherente, sí lo copos de nieve eran pequeños entonces seguramente caían más rápido. Emocionado salí a la calle y sentí los pequeños copos rebotar sobre mis manos pero era difícil apreciarlos ya que tan pronto hacían contacto con cualquier superficie se desvanecían y se convertían en pura agua. Me di cuenta que de seguir ahí terminaría empapado, así que opté por ir por una chamarra y por mi cámara fotográfica, tal vez podría captar aquel momento; pero cuando regresé me percaté que aquel momento, tan especial para mí, que nunca había presenciado una nevada aunque había estado en lugares cubiertos de nieve y en terribles granizadas, era tan sublime que sería imposible capturarlo en una fotografía, la nieve era demasiado pequeña para que se viera en el aire y en el suelo se desintegraba tan rápido que no quedaba rastro de su blancura. Regresé al cuarto y seguí viendo aquel espectáculo desde la ventana, tuvo que pasar más de una hora para que el paisaje comenzase a pintarse de blanco, poco a poco se comenzó a apreciar sobre la calle pero principalmente sobre los toldos de los autos, los cuales fueron perdiendo sus colores para quedar níveamente uniformados.
Cuando salimos de Magdegurg la ciudad lucía un blanco pálido, la nieve ya había dejado de caer y ahora comenzaba a lloviznar; de seguir lloviendo la lluvia arrastraría a la nieve y la derretiría poco a poco; entonces nosotros nos alejábamos de la ciudad y también lo hacíamos poco a poco, manejar en la nieve es peligroso.




Para llegar a nuestro destino seguimos la autopista E49, que va hacia el sur, con cuatro carriles que atraviesan los llanos y planicies característicos de Saxon-Anhalt, el Estado Federado donde está Magdeburg; nos salimos de esa autopista para tomar una Allenstraβe, que son carreteras que tiene arboledas a los lados y que ofrecen bellos panoramas. Entonces íbamos sobre una carretera de dos carriles que serpenteaba entre pueblos y campos humedecidos por la lluvia; es una carretera angosta y cuando nos topábamos con camiones estos sacudían nuestro auto por el aire que estos empujaban sobre nosotros. Afortunadamente la carretera es muy buena y los señalamientos no podrían ser mejores, desde el carro se podían ver bonitas casas con techos puntiagudos, siempre rodeadas de muchos árboles pero cuando la carretera atravesaba algún pueblo esta se hacía más angosta por lo que había que ir más despacio pues frecuentemente la carretera se transforma en simples calles con esquinas y cruces peatonales. Entre más avanzamos hacia al sur más bello se fue poniendo todo, cada vez se veían más montañas y colinas desde donde se pueden ver los valles en donde por lo general hay bonitos pueblitos con altos y picudos campanarios o bellos campos verdes donde me imagino deben sembrar muchas cosas cuando no es invierno y el frío no es tan intenso.







Ese día la temperatura en Magdeburg amaneció a tres grados y con eso basto para que nevara y mientras íbamos ganando altitud, acercándonos al lugar donde pasaríamos el año nuevo, la nieve comenzó a aparecer, nevó a ratos, luego llovió, luego todo se detuvo y por el parabrisas pudimos ver un poco más lejos pero sólo a ratos.
Finalmente la nieve arreció y debimos manejar despacio, todo se había cubierto de nieve y aunque no había sol y las nubes eran oscuras, todo resplandecía antes mis ojos.