miércoles, diciembre 13, 2006

La Ruta de los Sueños VI

Una ciudad vestida de novia

Después de dejar la calle de dedicada a Von Steube, atravesamos un pequeño parque que se encuentra por debajo del nivel de la calle, en el cual está un pequeño monumento en homenaje a todos aquellos que murieron peleando contra el fascismo, entre los cuales había gente de los diferentes partidos y grupos sociales, ya sean demócratas, comunistas, masones o tantos otros grupos que fueron perseguidos por las huestes nazis y en honor a esos caídos, ahora muchas calles de Magdeburg llevan sus nombres. Después de pasar ese parque nos encontramos frente lo que aquí se le conoce como Gewäschshaus que viene a ser el jardín botánico de la ciudad, una instalación de aproximadamente mil quinientos metros cuadrados en el cual se encuentran una gran cantidad de plantas tropicales (que aquí son una curiosidad) y dos estanques con peces y plantas de agua. En el hay plantas de Australia, Sudamérica, Asia y África, pero la colección más grande es la de plantas venidas de México, si, de Mexiko como se escribe aquí, con todo y una área especial de plantas del desierto, por lo que tuve la idea de que cuando me ponga nostálgico y extrañe mi tierra puedo ir y tranquilizarme entre los muchos magueyes, sávilas y agaves que ahí tienen; también miré chollas, cardenches y muchos otros cactus para mi desconocidos. Sin duda ahí hay muchas más plantas de México que de cualquier otro lugar y antes de salir y ver un par de caimanes que trajeron de Brasil, comprendí porque las plantas mexicanas sobresalen en ese lugar. Según la historia que explica una pizarrón colgado en una de sus paredes, el fundador fue un hombre que anduvo recolectando las plantas durante la primera mitad del siglo XIX en México y después la colección siguió creciendo al traer más ejemplares de diferentes lugares hasta convertirse, aún en nuestros días, en uno de los sitios de interés más importantes de Magdeburg.
Después de que salimos del jardín botánico comenzamos a regresar al edificio donde estoy alojado, visitando a la mujer de mis sueños. Durante el trayecto, ella me preguntó acerca de cual era mi opinión sobre Magdeburg. Yo me quedé callado unos minutos, repasando todo lo que había mirado hasta ese momento y de entre las calles embellecidas, jardines arreglados y gente tranquila comencé a hacerme una idea de la ciudad. Tenía que analizar todo: los tonos otoñales de los árboles, los edificios de trasfondo con cuatro pisos y bonitos colores. En sí, la ciudad me parecía que estaba vestida de gala pero con un aire de tristeza por toda ella. Poco a poco vino a mi mente una imagen que a cada momento que va pasando conmigo viviendo en esta ciudad me da la impresión de que Magdeburg es una mujer vestida de novia, muy arreglada y con mucha seriedad pero que ahora luce triste porque después de mucho tiempo aún está esperando al prometido y éste parece no llegar, pero no sé, a lo mejor ya llegó, a lo mejor ese soy yo.
Cuando ya regresábamos al apartamento, atravesamos por el centro entre muchos edificios modernos, pero fríos con largos ventanales y gruesas paredes de concreto, nada que apreciar desde fuera, sólo se veían planchas gigantes salir del suelo, entonces fue que me enteré que todos estos edificios fueron levantados después de 1952, cuando comenzó la reconstrucción de la ciudad pues antes se podía ver de lado a lado. Durante los últimos días de la II guerra mundial, en los bombardeos hechos por los aliados, fueron destruidos el 80% de los edificios del centro de Magdeburg, la mayoría de los bellos edificios renacentistas que constituían el centro tuvieron que ser demolidos por los daños que tenían o bien ya no existían, sobre ese lugar se levantaron modernos centros comerciales pero por muchos años hubo amargura por la ciudad perdida. La amargura se siente todavía, sobre todo cuando la gente que vive en Magdeburg dice que esta es una ciudad muy fea, comenzando por su centro.
Yo me quedo pensando en lo que dicen de esta ciudad y me cuesta creer que opinen así. Con un río corriendo por media ciudad, con mucha historia por sus calles y organización en general, me parece difícil creer que sea tachada de fea, yo pienso que la tierra no puede ser fea ni bonita en ningún lugar, pienso que los que podemos no ser feos somos nosotros, quienes hemos hecho de la tierra el lugar que es.

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