martes, diciembre 26, 2006

La Ruta de los Sueños XII



Noche Buena en Alemania

Pasar la Weihnachten o Noche Buena en este país es un sueño realizado para mí, al grado que cada vez siento que tengo menos que pedirle a la vida; digo esto porque el pasado día veinticuatro viví uno de los mejores días de que he tenido, después de pasar una cómoda mañana, mi novia y yo nos preparamos para irnos a casa de sus padres, quienes viven en un departamento que se encuentra en Cracau, la zona sureste de la ciudad, para ello recogimos regalos, tarjetas, suéteres y chamarras para salir a la calle y abordar el pequeño auto que nos llevaría por en medio de una ciudad sumergida en una ligera pero fría llovizna, calles empapadas y desoladas, pocas almas se veían transitando por el centro y menos aún por los suburbios. En Alemania los días feriados son días feriados ya que nadie trabaja, todo está cerrado, al igual que los domingos de aquí, las tiendas permanecen cerradas y el que no compró que comer se tendría que aguantar el hambre, aparte que aquí son feriados los días veinticuatro, veinticinco y veintiséis de diciembre, el primero por ser Noche Buena, el segundo por ser Navidad y el tercero por ser el segundo día de Navidad. El recorrido desde nuestro apartamento nos tomó alrededor de quince minutos y cuando llegamos ya nos estaban esperando. Jeannette ya me había advertido que la Noche Buena en Alemania no tendría nada que ver con la Noche Buena en mi país y así fue desde el principio, tan pronto abrimos la puerta me di cuenta que nos estaban esperando para intercambiar regalos, los cuales se entregan en cuanto llegan todos los invitados. En la casa se encontraba toda la familia, que son sus padres, su hermana acompañada de su novio y su abuela. Apenas los había saludado y comenzaron a intercambiar regalos a diestra y siniestra, después de entregar los míos me asombré al ver que recibía cosas muy bonitas. En verdad no creía merecerlas pero ya eran mías y ni hablar ¡A disfrutarlas! Todos se preocuparon porque recibiera cosas que me interesan, lápices y cuaderno de dibujo, una libretita Moleskine, que es una verdadera joya, chiquita, práctica, bella y en donde podré seguir con mi locura de escribir cuanta idea me pasa por la cabeza, una camiseta con la leyenda Bitburger, porque por ahí alguien se dio cuenta que me encantó esa bebida, una guía turística de Magdeburg de 200 páginas en inglés y en alemán, un estuche de pinturas de acuarela y para rematar me regalaron un álbum de monedas de la Unión Europea, todos los euros, perfectamente seleccionados, esa sí es una maravilla, nada más de imaginar todo el trabajo que debió haber costado llenarlo…increíble que hayan hecho eso por mí. Se me nublaban los ojos al ver tanta maravilla…pero me aguanté, la noche buena apenas comenzaba. Pero el mejor regalo de todos fue la oportunidad de pasar y presenciar lo que es una navidad alemana, desde las calles hasta la mesa que fue a donde fuimos más tarde pero antes había que tomarnos una cerveza mientras charlábamos un poco. El nombre de la cerveza no lo recuerdo pero como toda la cerveza alemana fue exquisita y la plática ni se diga. No sé porque salió a la charla el tema del tiempo en que el señor de la casa estuvo en el servicio militar, no porque haya querido, sino porque en la República Democrática Alemana, o DDR como le llaman ellos en su idioma, el servicio militar era obligatorio, entonces, nos dijo, ocurrió que una vez cuando realizaban una práctica con soldados rusos, quienes tenían un ejercito poderoso en ese entonces, toda una compañía de alemanes se dejó atrapar en el ensayo y la razón fue simplemente porque a la hora de comer en el lado de los rusos daban de comer abundante y sabrosa comida, mientras que del lado de los alemanes servían un pan duro y una cucharada de Sauerkraut (o Chucrut), malísima por cierto. Entonces, yo les platiqué acerca de la anécdota de mi tiempo en el servicio, en donde teníamos un puesto de vigilancia que era el de la bandera y que consistía en estar parados en posición de firmes resguardando la sala en la que se encontraban las banderas de guerra, lugar en el que tenía que estar uno tres horas seguidas sin moverse, completamente rígido, a prueba de toda comezón o mosquito entrometido y ahí corría la anécdota que una noche que hacía mucho frío un soldado se metió a la sala y se cobijo con las banderas, algunas de las cuales son históricas, revolucionarias y casi sagradas, pero el soldado al sentirse calientito se quedó dormido y ahí lo sorprendieron, motivo por el cual se hizo famoso. Aunque nadie sabía quien era. Entonces el padre de mi novia nos contó otra anécdota, nos dijo que cuando el estuvo en el servicio también se quedaba dormido, pero el lo hacía cuando le tocaba estar de vigilante y llevaba consigo un abrigo muy grande, que apenas le quedaba pero que era su favorito ya que lo podía colgar de una pared pero sin salirse de él, por lo que se podía quedar dormido mientras parecía que estaba vigilando desde un lugar estratégico. Pero también había historias más nuevas que contar, por eso nos dijo que en la empresa en la que trabaja hay dos ingenieros que son dos tipos muy inteligentes y capaces, a quienes profesionalmente les va muy bien pero a quienes en su vida personal a veces les pasan cosas inesperadas. Hace unos días uno de ellos le platicó que cuando recién había caído el muro de Berlín, fue de paseo con su familia a una ciudad de la Alemania Occidental en donde existía un sofisticado sistema de reciclaje de basura, nuevo para los alemanes del este y llevaban bananas de lonche y que cuando el se terminó la suya fue a buscar donde tirarla pero se encontró con una cantidad de botes de basura que por no saber que significaba cada uno de los colores que tenían tuvo que ir revisando uno por uno, todo esto frente a la mirada de su familia quienes o esperaban, mientras el descubría botes que eran para aluminio, papel, vidrio, latas y ya apunto de abrir el último bote, que era el que ocupaba, salió una mujer del negocio contiguo y le dijo a gritos: ¡Oye, tú! ¡Si andas buscando algo de comer yo te doy un pan! Por lo que su familia soltó la carcajada. En ese momento su colega, que es el otro brillante ingeniero le dijo que no sólo a el le pasaban cosas interesantes ya que a el le pasó algo mejor: dijo que hacía unos días había ido a un restaurante de la ciudad y que cuando llegaron no había mesas disponibles pero vieron a una mujer que se estaba levantando, al preguntarle si ya se iba a retirar le dijo que sí, por lo que decidió esperarla para usar esa mesa, las personas se fueron y ellos se acomodaron sin ningún problema, poco después el se percató que había unas llaves sobre la mesa, así que llamó a la mesera y le dijo que por favor las guardara ya que seguramente regresarían a preguntar por ellas. La cena fue agradable y ya noche se retiraron pues iban a cerrar aquel lugar y al llegar a su casa se dio cuenta que las llaves que le dio a la mesera eran las suyas. Sólo que a esa hora ya no podría regresar a preguntar por ellas, el restaurante estaba cerrado.
Fue entonces que nos llamaron a cenar, pasamos en la mesa y en ella descubrimos que habían servido un pescado cocido con espinacas y queso gratinado; en otro plato había pollo deshebrado con verduras y en otro más papas cocidas y arroz. Cenamos a la luz de cuatro velas, que salían de un candelabro con ángeles cantores, probando platillos y vertiendo salsas sobre ellos. Todo fue satisfactorio. Al terminar todos comimos galletitas con café y mi novia tocó en la flauta canciones navideñas que cantaban quienes se la sabían, después la charla continuó y se alargó, luego la continuamos en la sala, donde probé un poco de la cerveza más antigua de Alemania, que es una cerveza de caramelo, dulce y casi sin alcohol, especialmente para mí ya que tenía que manejar de regreso a casa. La bebida, la charla y el ambiente continuaron siendo agradables hasta que de pronto todos se levantaron, habían quedado de ir a la catedral a misa de diez de la noche. Nadie sigue religión alguna en esa casa pero les gusta conservar las tradiciones. Nosotros decidimos regresar a casa, ella estaba cansada y yo ya había visto suficiente. Cargados de regalos regresamos al apartamento, emocionados por sentir el calor navideño y por tanto que teníamos por decirnos, el aire helado de la calle no aminoró nuestro entusiasmo y regresamos a casa cargados de una energía que por lo menos a mí me durará mucho tiempo el consumirla.

Antes de dormir reflexioné acerca de lo que fue vivir una Noche Buena alemana, me pareció formal, conforme al protocolo, podría decir que fue seria pero después de haber presenciado cada detalle me pareció sincera, con significado y razón de ser en cada cosa que se hizo, creo que todo tuvo su perfecta medida, que aunque no creo en la perfección, esta Noche Buena estuvo cerca de serlo. Yo me quedo y me llevo la imagen de la pirámide dando vueltas sobre la mesita de centro mientras yo embobado la miraba, en ese instante puedo resumir mi Navidad.

viernes, diciembre 22, 2006

La Ruta de los Sueños XI

Pirámides y Calendarios

Las pirámides navideñas y los calendarios de navidad son las dos cosas que más me han cautivado desde que llegué a Alemania y empecé a ver como se iban preparando para recibir la navidad; la primer pirámide de que tengo memoria la vi en una casa, durante una cena a la que me invitaron a pocos días de haber llegado, entonces nuestra anfitriona al darse cuenta que yo no las conocía, encendió las cuatro velas que hacían que las aspas que se encontraban arriba de una pequeña torrecita de madera comenzaran a girar, moviendo a su paso a los personajes navideños que se encontraban en el interior de la estructura los cuales iban dando vueltas empujados por el aire caliente que subía desde las velas. Un mecanismo admirable y sorprendente para mí que nunca había visto una pirámide navideña y que me resultó encantadora.


Luego, cuando fui a Bonn miré una Pirámide Gigante sobre uno de los puestos donde se vendía vino caliente, esta no era impulsada por el calor del aire de las velas pero era tan grande y el momento fue tan muy ameno que por eso hice un pequeño video de recuerdo, que es el que se ve arriba y el cual, por ser nuevo en esto de los videos, salió medio raro pero ya aprenderé.



Los calendarios son cosa aparte, esos consisten en una caja que tiene marcados en su interior todos los días de diciembre hasta al veinticuatro, que es la Noche Buena, la tradición es que se regalen estos calendarios antes del día primero, por lo regular por parte de los padres o el ser amado y después se vayan levantando los días que están señalados en la caja y bajo ellos se encontraran con una sorpresa, comúnmente chocolates o un bonito dibujo, todo dependiendo del tamaño del calendario.

jueves, diciembre 21, 2006

La Ruta de los Sueños X

Breve intervalo Navideño
Por razones de tiempo he decidido adelantarme un poco a los acontecimientos y entrar de lleno a la temporada navideña que en este país es especial, por eso comenzaré por decir que la temporada navideña es Alemania es la mejor del mundo y ya verán porque:


Weihnachtsmarkt en Magdeburg
La temporada navideña para mí este año comenzó cuando mi novia, que es una chica de nombre Jeannette, a quien ya describiré más adelante ya que por ahora basta saber que es la dueña de mi corazón, me llevo al mercado navideño de Magdeburg, conocido aquí en Alemania como Weihnachtsmarkt. Llegamos poco después del anochecer y recorrimos el lugar buscando algo de comer; el piso estaba cubierto de paja y por donde quiera se miraban personas portando vestimentas medievales, algunos atendían los pequeños comercios de artesanías que estaban regados por todo el mercado, que son hechos de madera y de forma que evoca al medioevo, en ellos venden ropa confeccionada con lana de borrego: guantes, gorros, chamarras y hasta cobijas, también había de estambre y cualquier artículo de piel imaginable, artículos de vidrio o de porcelana con la característica que todos son de excelente acabado y la gran mayoría hechos a mano, no se ven cosas de baja calidad en esos negocios. En uno de los puestos se encontraba un hombre trabajando el acero, es decir, un herrero, pero este era un herrero medieval ya que con fuelle y fuego era con la que domaba los metales que transformaba en piezas de arte o en armas mortales, prácticamente podía hacer lo que se le antojara ya que en su pequeño local se podían apreciar desde anillos hasta herraduras y claro, tenía espadas y cuchillos también. En otro de los puestos había un par de hombres retando al público a probar sus habilidades practicando el tiro con arco o el lanzamiento del hacha, para tal efecto tenían al fondo de su local una madera en donde se podía ver la figura de un oso agresivo que era a quien había que tranquilizar, todo esto con las debidas medidas de seguridad que al respecto se requerían por supuesto. Después de curiosear un poco entre los gorros de lana de colores fantásticos que se exhibían en otro de los locales y comprarme uno, por cierto nos decidimos a probar un platillo de carne de puerco salvaje, que aunque yo le digo jabalí aquí me dicen que no es el mismo animal, así que no sé exactamente que clase de puerco salvaje sea, pues hasta donde sé sólo existe otro que se llama pecarí pero ese es nativo de América, pero lo alemanes son muy específicos y a cada momento aclaran que no son lo mismo, tal como pasa cada que veo un venado y me dice todo mundo: no, esa es una gacela o un ciervo o alguna otra clase de lo que para mí, a modo de ser práctico llamo venados, de cualquier manera eso no era importante en ese momento, lo que si era importante era saciar nuestra hambre y ordenamos uno de esos panes con un enorme trozo de carne jugosa y caliente, ideal para los amantes de la carne como lo soy yo, lo disfruté bastante ya que el jugo que la acompañaba era una mezcla del jugo de la carne con cebollines y hongos fritos que la hacían aún más antojable, al grado que estuve a punto de ordenar otro, sólo me abstuve por que en verdad son grandes esos trozos y no habría podido con otro. Mientras tanto, el ambiente ahí estaba rodeado de ricos olores provenientes de un puesto, el más grande de todos, en donde se vendía lo más tradicional de las fiestas navideñas alemanas: ¡el Glühwein! Se trata de una bebida que, como su nombre en alemán lo dice, está hecha de vino (wein) ardiente (glühe:arder), el cual esta hecho a base de vino rojo preparado con especies y frutas que lo hacen verdaderamente ardiente a la boca ya que no sólo esta caliente sino que además los ingredientes se activan y pican en la lengua pues es intenso su sabor y también lo es su efecto, rápido al bebedor se le quita el frío y le llega la alegría, por eso ahí se oían tantas carcajadas y se veían tantas caras alegres. Muchas personas hacen de este puesto su lugar de reunión y de convivió con los amigos.
Después de que terminamos con nuestra bebida nos dirigimos al área de los juegos donde anduvimos un rato caminando entre la rueda de la fortuna, el carrusel y otros juegos mecánicos; viendo también los juegos de azar como los de otras ferias y oliendo los deliciosos olores de los puestos de golosinas que vendían mientras eran preparadas almendras confitadas, crepas con cajeta, mermelada o chocolate, conos rellenos de frituras de harina azucaradas y otras delicias que envolvían el ambiente en un delicioso aroma a canela y azúcar tostada. Poco después regresamos a casa y mientras caminábamos yo ya pensaba en la próxima visita al Weihnachtsmarkt por que en caso de que no estuviera planeada yo me tendría que escapar.


Los Weihnachtsmarkt de Bonn
Habíamos salido al atardecer rumbo a Bonn y la noche nos cayó en el camino, cuando llegamos a la ciudad que fue capital de la Alemania Occidental cuando estuvo dividida ya estaba oscuro; tan pronto llegamos nos metimos en una calle que iba de la estación de trenes hacia la plaza del centro, que en esos momentos estaba ocupada por el mercado navideño que olía como sólo la navidad alemana puede oler. Con las mezclas de olor a pino, canela, azúcar y glühwein en el aire, el ambiente era inmejorable, con gente comiendo y bebiendo por todos lados y los que compraban entre la gran cantidad de artículos que ahí se vendían lo hacían con la más grande satisfacción que uno se pueda imaginar e igual ocurría con las personas que solo se acercaban a preguntar por alguna cosa, eran atendidos con un sonrisa y algún buen comentario. Después de ir a dejar nuestras maletas regresamos a buscar algo de comer y, por supuesto, de tomar, el glühwein ya estaba entre nuestros planes, como es una bebida que sólo se consigue en temporada navideña no se podía dejar escapar cualquier oportunidad para probarla. Otra vez la bebida resultó ser una delicia, por ser un vino cargado de jugo de frutas y por tener la temperatura adecuada provoca una sensación de regocijo en quienes lo ingieren; podría decir que de ahí viene la felicidad de la gente que vi ahí reunida pero es difícil de asegurar, además del glühwein también los olores de la comida y los colores de las cosas que ahí se vendían podían complacer los sentidos de cualquier persona. Caminamos un poco, apreciando los maravillosos objetos que se ofrecían a nuestro paso, disfrutando del ambiente de la noche y sobre todo de nuestra mutua compañía. Probamos entonces un delicioso plato de champiñones ligeramente fritos y bañados en deliciosas salsa de especies, acompañados de vino ardiente. Continuamos la ronda por entre los puestos del mercado y descubrimos un local que nos maravilló, en el vendían instrumentos musicales artesanales, de entre guitarras, acordeones, castañuelas y tambores a mí lo que más me maravilló fueron una serie de animales que, además de estar lindamente tallados en madera, producían sonidos característicos a cada uno de ellos, como una rana al rascar su lomo con una madera producía un sonido de ¡crooooooooac! o un grillo que sonaba como cualquiera de los de su género lo hace al anochecer y un pato que graznaba cómicamente. Lo mejor de todo fue la magnífica personalidad del señor que atendía el negocio, tanto así que una multitud de personas hacía valla tratando de acercarse a ver lo que el señor vendedor iba mostrando y que a nosotros nos mantenía entusiasmados, como dos niños que acaban de descubrir como subir a la alacena. Luego caminamos y nos encontramos con una par de hombres que, sobre la banqueta y de manera aparentemente improvisada, tocaban el violín y el acordeón de manera formidable, interpretando piezas de Beethoven, Mozart y otros grandes de la música clásica, haciendo vibrar a todos los transeúntes y recolectando una gran cantidad de monedas en el baúl del violín que con ese propósito tenían abierto sobre el suelo frente a ellos. Poco después descubrimos un pequeño escenario donde un coro de niñas católicas interpretaba canciones navideñas, al lado vendían glühwein y con eso el ambiente mejoró, mucha gente se junto para escuchar al coro cantar sobre el estrado y cuando hubieron terminado se fueron dispersado poco a poco, perdiéndose entre los pasillos de los puestos de comida o de los que tenían todas aquellas bellas cosas bellas que parecían todas producidas por artistas. Más tarde, cuando yo tomaba cerveza, mi novia compró plato de Pollieres, que son unos pequeños Hot Cakecitos, que se sirven bañados de una crema de avellanas, que aunque le quemaban a uno la boca estaban increíblemente deliciosos. Mientras platicábamos acerca de cuanto veíamos la noche fue madurando entre agradable y amorosa para volverse inolvidable.


La aventura de Köln (Colonia) en su Weihnachtsmarkt
En Köln estuvimos sólo unas horas, tiempo que nos alcanzó de maravilla para probar un sabroso pescado que nos sirvieron con un pan y salsa de mostaza al lado, antes habíamos subido a su catedral, que es la más grande de Alemania y de la cual me ocuparé en su oportunidad, sin embargo, subir los 509 escalones nos sacó el hambre y desde arriba pude tomar una increíble foto al mercado navideño que se encuentra a sus pies.


De paso por un Weihnachtsmarkt de Berlín
Durante un fin de semana la pasamos en Berlín, la capital alemana, una ciudad impresionante por imponente, donde se refleja fielmente el carácter de los alemanes y de la cual me muero de ganas por escribir más pero aún no llegó a ese punto, por el momento sólo describiré lo que viví en el mercado navideño que se encuentra a los pies de la iglesia Gedächtnis Kirche o Iglesia del Recuerdo, en donde paramos a visitar la iglesia y en las afueras comí un rico brötchen mit Wurst, consistente en un panecillo blanco, como las teleras de México, con una larga salchicha en el centro tan larga que era tres veces más grande que el panecillo lo que la hacía verse muy chistosa, la salchicha buena, hecha de carnes con especies, muy sabrosa, el panecillo no tanto, un panecillo cualquiera, un poco seco. Ahí el ambiente era pesado por la gran cantidad de gente que andaba por esa calle, demasiados turistas al grado de que los odiaba, de no ser por que yo era uno de ellos hubiese deseado que desaparecieran todos, ni fotos me dejaban tomar de tantos que eran. En los puestos del área miré más o menos las mismas cosas que en los anteriores mercados que había visitado, sólo que aquí había algunos puestos que vendían artesanías rusas como las matroskas, que son un montón de muñequitas metidas unas dentro de otras hasta alcanzar a veces números de veintitantas, aunque la mayoría de las que venden en la calle son sólo de tres o cuatro.


El paraíso de las Weihnachts: Quedlinburg
Quedlinburg es la ciudad medieval alemana más grande que aún se conserva, en ella hay cientos de casas que fueron construidas antes de que se descubriera América, es tan bella que la UNESCO la ha declarado patrimonio histórico de la humanidad. Los alemanes lo dicen con orgullo y la verdad es que lo deben tener, Quedlinburg es un tesoro. Tiene ya más de mil años de historia documentada y muchos más siglos de ser habitada lo cual resulta muy atractivo para los turistas muchos de los cuales llegan desde temprano a bordo de autobuses charters que vienen desde todos lados de Alemania y algunos desde otros países europeos. Nosotros estuvimos ahí un solo día, mismo que me la pasé caminando de orilla a orilla, mientras que Jeannette participaba en las actividades de un grupo de conservación ecológica al que pertenece, al cual se le denomina BUND. Después de recorrer aproximadamente cuarenta minutos desde Magdeburg en el Ford Fiesta que ella tiene llegamos a Quedlinburg, que a pocos minutos de haber llegado ya me parecía encantador, la mayoría de las casitas tienen bonitos colores y curiosos arreglos que las hacen ver muy agradables a pesar de que están tan desalineadas que parece que se van a caer pues ya han perdido la vertical. Luego de que llegamos y ayudamos con la instalación de una tienda donde se brindaría información al público nos fuimos a recorrer brevemente el centro y algunos de los mercados navideños, mismos que aquí se instalan dentro de los traspatios de veintidós casas elegidas para tal fin, así como en el mercado principal.

Los mejores ambientes se dan sin duda en los traspatios de las casas o de los pequeños edificios antiguos, a los cuales para llegar se deben de ir recorriendo las calles atestadas de turistas curiosos que deambulan buscando las mantas rojas que con un anuncio que se lee: Advent in den Höfen (Advenedizo en el patio) señalan la entrada a alguna de las casas agraciadas; la gente se mueve siguiendo algunos de los innumerables olores que vuelan por las calles que por estas fechas se envuelven en olor a azúcar y caramelo, a vino, a pan tostado y a canela.
Después de un rato Jeannette decidió regresar a realizar sus labores de voluntaria y quedamos de vernos más tarde en la tienda del BUND; caminé por entre todo ese ambiente que prepara los ánimos del pueblo para recibir la navidad, haciendo esfuerzos para no caer en alguna de las exquisitas tentaciones que saltaban a mis ojos: panecillos enmielados, frituras con almendras, hojaldras bañadas de chocolate, waffles cubiertos de cerezas, té de manzana y mientras trataba de verlas de reojo, acelerando el paso para no ceder a mi intención de que antes de comer debería ver la ciudad desde el cerro de la iglesia.


Apretando el paso pronto me vi subiendo a una fortaleza a la que se llegaba atravesando un grueso arco medieval de aspecto sombrío, hecho de piedra, arriba del arco había casas, por lo que pasar por el arco era como entrar a una cueva pero tan pronto pasaba uno por debajo ya se encontraba dentro de un gran jardín y a la derecha una alta iglesia, la iglesia del Schloβberg, que esta dedicada a St. Servatius, la cual por estar en la cima del cerro aún se ve más grande. Atrás de ella, en el jardín, hay grandes árboles y hacia allá me dirigí, logrando ver tras ellos los cientos de techos rojos que conforman la ciudad. Las tejas cubren todos los techos de las casas de esa ciudad, por más verticales que sean y sólo los altos campanarios se logran salvar a ellos. Pasé unos minutos apreciando el paisaje que estaba ante mis ojos, traté de descifrar por donde corren las calles pero fue imposible, estas casas son tan viejas que fueron construidas antes de que inventara la planificación urbana. Me dirigí entonces hacia la iglesia que se encontraba tras de mí, atrás de los grandes árboles que por estas fechas ya no tienen ni una sola hoja pues se han preparado para el frío.

Al llegar a la entrada de la iglesia me encontré con un anuncio que decía que para poder entrar al claustro se habían que pagar seis euros y que no se podían tomar fotos adentro, razón suficiente para que decidiera no intentarlo, casi dos meses de estancia en Europa ya estaban haciendo mella en mis bolsillos por lo que debía de ser precavido y, además, gastarlos sin poder llevarme una foto de lo que iba a ver me pareció muy arriesgado, por eso mejor me entretuve apreciando las bonitas fachadas de los edificios contiguos, las cuales muestran preciosos acabados y remates en los techos y están sostenidos por viejas vigas de madera que solo Dios sabe cuanto tiempo tienen ahí. Poco a poco me fui a alejando, como siempre, viendo todo intensamente pues sé que tal vez nunca vuelva a estar por ahí.
Bajé la colina y tomé un camino diverso para regresar, todo lo que vi era precioso; casitas de madera, colores armoniosos, techos puntiagudos y ventanas con puertitas de madera, me acordé de los cuentos de Caperucita Roja, de Los Tres Cochinitos y de Ricitos de Oro que alguna vez escuche con entusiasmo cuando era niño, creo que sin duda el sitio donde se escribieron debió de ser como Quedlinburg, con bosques alrededor y un riachuelo corriendo por el centro. Fue justo cuando llegué al río que no aguante más y me puse a comer, había tanto de donde escoger y tantas cosas se me antojaban que me resultó difícil hacer una elección, finalmente, de entre cerdos rostizados, pescado ahumado, chuletas asadas y salchichas de mil tipos diferentes me decidí por iniciar con unos deliciosos champiñones fritos y bañados con una salsa deliciosa. Comí poco ahí mismo donde los compré y después me fui caminando para evitar que se me antojaran las demás cosas que veía, quería ir comiendo poco a poco, escogiendo sólo lo que me pareciese irresistible, una misión muy difícil en esa ciudad.
Atravesé el mercado principal de lado a lado y di dos vueltas en él, de pronto volteé a mi alrededor y me sentí sólo entre tanto rubio, cientos de alemanes por todos lados y yo intentando moverme entre ellos, me sentí como Lawrence de Arabia cuando visitó La Meca, pero yo no andaba descubriendo el hilo negro solo estaba tratando de
encontrar algo más que me calmará el apetito que ya se me había alborotado y era casi incontrolable. Agudicé mis sentidos para encontrarlo pues de poco serviría preguntar, el único en que podía confiar era en mi mismo. Poco después mis esfuerzos dieron resultado y me comí una rica brocheta de carne de cerdo con cebolla y otras verduras asadas a la parrilla, por poco y me lleno por eso salí apresurado a buscar algo dulce para acabar con la hora de la comida y seguir caminando. Pero al comenzar a caminar se me olvido que era lo que quería y me deje llevar por mis pasos y mi mirada cautivada por tantas cosas nuevas y me fui alejando del centro poco a poco, haciendo pausas cuando descubría algún producto desconocido o alguna cosa llamativa, recorrí así algunas calles de nombres inentendibles pero bonitos: Pölle, Hölle, Judengasse y Guts Muths Straβe fueron algunas de ellas, hasta que sobre la Pölkenstraβe me paré frente a los dos puntiagudos campanarios de la iglesia dedicada a St. Nikolai, les tomé una fotografía y vi un poco por sus alrededores, ahora el cansancio ya me exigía regresar a buscar algo dulce de otra manera no podría llegar hasta donde se encontraba mi novia, seguramente esperándome.
Cuando pasé por la plaza principal me compré un cono relleno de Schmalzküchen, que son unas pequeñas hojaldras infladas y bañadas en azúcar Glas, muy sabrosos si se comen rápido, cuando aún están calientes, pero que resultan grasosas si se dejan enfriar. Regresé con Jeannette, le di un poco de los Schmalzküchen, no le parecieron buenos, fríos pierden el encanto. Después de acompañarla durante un rato me volví a meter entre las callecitas de Quedlinburg, apreciando cada detalle mientras los colores se perdían entre la oscuridad de la noche que nacía. Mis pasos me llevaron otra vez al mercado principal y ahí compré dos vasos de glühwein y unas almendras confitadas calientes, recién salidas del horno, regresé con mi novia y nos los tomamos juntos. Afuera de la carpa del grupo comenzaba a llover y pronto vimos como la gente comenzó a desaparecer, poco después nosotros también nos fuimos por aquellas callecitas donde la lluvia ya había cedido y había dejado las calles humedecidas, que ahora brillaban con la luz de las lámparas por donde nos fuimos comiendo las almendras.

martes, diciembre 19, 2006

La Ruta de los Sueños IX

Fútbol de viernes por la noche

El tiempo se ha ido volando y este viernes he cumplido ya una semana de estar en Europa. Por la tarde salimos a hacer algunas compras y para ello fuimos a un lugar que se llama Alle Center el cual es un moderno complejo comercial de cuatro pisos en pleno centro de Magdeburg y curiosamente, cuando me encontraba buscando unos tenis para ir a correr en un parque que esta cerca del edificio en que estoy viviendo, sonó el teléfono de mi novia, se trataba de Carsten, un hombre que conocí en la pasada reunión y que me había invitado a jugar fútbol, me dijo que el juego era ese día a las 8 y que si quería ir pasaría por mi quince minutos antes. Rápidamente tuve que cambiar el plan y buscar unos zapatos de fútbol, según me habían dicho jugaríamos bajo techo por lo que necesitaría tacos de suela lisa; encontré unos Puma que me gustaron y además estaban en oferta, sólo €39 euros, en verdad era una buena oferta.
A la hora indicada sonó el timbre, habíamos regresado justo a tiempo para tomar mis cosas y alistarme, al abrir la puerta me encontré con Carsten, me despedí con un beso de mi novia y me fui a jugar fútbol, afuera nos esperaba otro hombre a bordo de una vagoneta color gris en la cual nos fuimos hacia un área llamada Olvent Sted, donde sería el juego.
Llegamos pronto a un complejo que dentro tiene una cancha de duela que usan para varios deportes. Las porterías están en los extremos y la iluminación es excelente. Me presentaron con los demás jugadores quienes me fueron diciendo sus nombres, algunos ni los entendí siquiera, recuerdo Norbert, Mateo y Arnst solamente. Uno de ellos hablaba un poco de inglés, de los demás ninguno excepto Carsten quien vivió tres años en Australia y por eso su inglés es perfecto. Con el era con quien me comunicaba. Los demás a veces entendían inglés, español ni en sueños.
Al principio del juego yo estaba muy nervioso, el lugar, el ambiente y las personas me tenían impresionado. Pronto el juego comenzó y yo no tarde en cometer un fault, me pidieron que me tranquilizara, que jugara calmado. Luego fui descubriendo, conforme fui entrando en su sintonía que aquí todos juegan excepcionalmente limpio y algunos con mucha técnica. Se me figuro que al igual que su selección nacional juegan sin lucirse pero siendo efectivos. Hacen goles casi en cada ataque. Incluso a mi, que no soy muy buen jugador, más bien de regular para abajo, se me presentó la oportunidad e hice tres goles; el primero me lo pusieron, sólo tuve que empujar el balón, el segundo fue bueno pero más bien fue un “sapazo”, no sé ni como salió; y el tercero fue un tiro efectivo, directo a donde tenía que ir; con eso se me bajaron los nervios poco a poco y disfruté mucho todo el juego, aunque ya andaba muy cansado. Por la noche dormí encantado de la vida, el cansancio es enemigo del insomnio.

La Ruta de los Sueños VIII

Lecciones en Urania

Aunque al abrir no reconozco el lugar donde estoy rápidamente recuerdo que he amanecido una vez más bajo el cielo de Europa y que tengo obligaciones que cumplir. Deberé de ir a mi primer clase de alemán el día de hoy; de hecho, sólo falta una par de horas para ello pues a las 9:27 debo de estar tomando el straβebahn de la linea 1, este me llevará a la Nicolaiplatz que es una plaza que, según me dicen, esta como a 20 minutos y me dan algunas señas para reconocerla. Sigo las instrucciones que me han dado y camino unas cuantas cuadras para llegar a la estación del tren ligero, el straβebahn; nunca había caminado esas calles así que todo el tiempo voy alerta. En la estación hay mucha gente esperando por el transporte que los llevará a sus trabajos, todos lucen apurados y como me voy dando cuenta, aquí nadie plática, todos esperan en silencio su transporte. La mayoría es gente adulta, podría decirse vieja. Pienso que seguro soy la novedad pues ahí todos son blancos y según me comentó uno de mis “roommates” aquí en cada barrio de la ciudad todos se conocen y que cuando alguien de un barrio va a otro los demás se dan cuenta que no es de ahí por el simple hecho de usar palabras diferentes a las comunes en esa zona, ya sea en la forma de saludar o al pedir algo de tomar si es dentro de algún bar. Por eso ahora siento que todos me miran y que cada vez que salgo a caminar cerca de la casa me imagino que todo mundo sabe mi nombre y que soy mexicano.


Ya en el tren ligero voy viendo los edificios y a la gente caminando por las calles, llevando grandes abrigos. Yo siento que si hace frío pero que no es para tanto, sin embargo, la gente de aquí va bien abrigada, como si estuviera nevando. Luego de casi veinte minutos de recorrido veo que llego a mi destino; la iglesia en el centro de la plaza coincide con las señas que me dieron, tengo que bajar en la siguiente parada. El tren se detiene en el centro de la calle por la que corre, los carros que transitan por los lados se deben detener y esperar que bajen y suban los pasajeros de los vagones. Camino siguiendo las instrucciones y pronto veo la escuela, se trata del “Instituto Urania” el cual ocupa un pequeño edificio de tres pisos pintado de color gris que se encuentra justo frente a la Nicolaiplatz, donde esta la iglesia dedicada a St. Nicolai.
Al mismo tiempo que llegué la puerta se abrió y por ella salió un hombre gordito, bajito de estatura, blanco pero de pelo oscuro, con barba y medio calvo, tenía una mirada agradable, como bondadosa, coincidía con las señas que me dieron del maestro con el cual me tenía que presentar y cuando me miró me llamó por mi nombre. Lo saludé e inmediatamente subimos por una pequeña escalera que nos condujo hasta el tercer piso, donde después de acomodarnos en un mesabanco me comenzó a hablar en un ingles muy defectuoso; primero nos presentamos, me dijo que el era Georg Krauβ. ¡Herr Grauβ!-le dije- a lo que el me contestó que le podía decir sólo Georg y entonces me preguntó de donde era, ya estaba al tanto que venía de México pero quería saber de que parte; cuando le dije que yo soy de Tijuana comentó que Tijuana es una gran calle llena de música, dijo que nunca había estado ahí y yo supongo que lo escucho en alguna canción. Luego me explicó que Urania es una asociación de Alemania y Austria e incluso está en algunos otros países en donde tiene como fin el desarrollo del conocimiento.

Me dijo que en ese edificio se enseñna, además de idiomas, gramática, filosofía, historia, cursos de computación y música. También me puso al tanto que en Alemania aún existe mucha gente que es xenófoba pero que en este grupo creen que todos los hombres somos iguales y luchan por extender esa idea. Mientras me explicaba todo eso se fue poniendo serio, luego me dijo que ya debíamos de comenzar con la clase. Primero me enseñó a presentarme en alemán, cuando creyó que ya lo había memorizado siguió con el abecedario el cual me resultó fácil, sólo se detuvo a explicarme un poco acerca de lo que es la Jiot (la jota y la forma en que se usa en alemán), la Eszet (que es la β y que usa como una doble S), la Ypsilon (que no es otra cosa más que la Y) y por último me explicó de manera breve lo relativo a las Umlautes (los diptongos, que pueden también aparecer como ä, ö o ü y que si son un verdadero dolor de cabeza, sobre todo para los oídos) pues después habremos de volver a trabajar con ellas. Terminé cansado y por ello suspendo mi plan inicial de salir a explorar los alrededores de la escuela después de la clase, lo único que quiero es regresar a casa. Cuando regresaba abordo del tren de la ciudad recordé que necesitaba cambiar algunos dólares y me dirigí a la estación central del tren, donde se encuentra una oficina para hacer envíos de dinero y cambio de moneda. Mientras me dirigía hacia allá miré a la gente que caminaba en todas direcciones pero todos con la misma cara de insatisfacción, pocos se veían felices, creo que sólo los niños sonreían. Tal vez los demás están cansados de vivir siempre en donde mismo y que en sus vidas no pase nada, esa impresión me daban. Finalmente llegué al lugar indicado, metí el dinero por la ventanilla y por trescientos dólares me dan doscientos quince euros, además de que manejan la diferencia entre compra y venta, de comisión me cobran cinco euros ¡Un robo, en todos lados se cuecen habas! Salí y caminé por la calle observando los aparadores, me metí a un centro comercial, ahí vi las mismas cosas que en otros lados nada más que en diferente presentación. Un tanto decepcionado regresé a casa, entonces lo hice caminando pues quise cerciorarme de que me he aprendido el camino, todo sale bien.

sábado, diciembre 16, 2006

La Ruta de los Sueños VII

Del paseo por Kaufland y la memoria del Chupacabras

Después de haber atravesado un océano y un continente para llegar hasta acá, de encontrarme con una calurosa bienvenida y husmear un poco en mi nuevo habitad, lo único que puedo hacer al tercer día es descansar y ya por la tarde, que es cuando abro los ojos, me levanto a buscar algo de comer; me dirijo al refrigerador y me encuentro con un pequeño refrigeradorcito donde cinco personas guardan su comida; no sé que es de cada quien así que mejor opto por salir a la calle a comprar algo que comer. Abrí la puerta y traté de recordar las indicaciones que me dieron, vagamente me acordé que tenía que caminar a la derecha y luego dar vuelta a la izquierda y luego bla, bla, bla, todo era confuso, no supe para donde caminar. Después de andar algunas cuadras en sentido equivocado pero jamás perdido y no sin antes preguntar, por fin llegué a Kaufland, un supermercado que se encuentra a aproximadamente cuatro cuadras de la casa ¡Vaya, fue un gran recorrido!


Allí compré algunos artículos pero principalmente me dediqué a curiosear sobre marcas, comidas, frutas y legumbres desconocidas. He encontrado cosas curiosas, por ejemplo, desde afuera las calles y los carros me parecen más pequeños que en Ámérica y adentro del mercado los refrigeradores, los estantes, las latas y los frascos son también chicos. Sin embargo, en las tiendas, las áreas dedicadas a los embutidos y a los quesos son enormes, así mismo pasa con las de los panes y los vinos donde se pueden encontrar cualquier cantidad de variedades nunca antes vistas. Algunos de los vegetales que miré nunca me hubiese imaginado que existían y mucho menos tengo idea de para que sirven; miré mucha fruta traída del norte de África: Túnez, Marruecos y Algeria, principalmente; también mucha de Sudamérica: Ecuador y Brasil, por lo general; poco o nada mexicano, pero las sorpresas seguían: algunas de las verduras que iba reconociendo aquí tienen otro tamaño y a veces hasta otro color y porque no decir: otro sabor. Probé el otro día unos aguacates y no sabían a aguacate, tal vez porque eran de Ecuador o por lo que haya sido pero no sabían a aguacate. Recordé que una vez platicando con un cubano y un guatemalteco me contaron que en sus países hay muchos tipos diferentes de aguacate y que algunos saben muy buenos y otros no sirven y se los dan a los marranos. Seguro estos eran de estos últimos porque a aguacate no me supieron. Después de curiosear un rato me fui y me formé para pagar con el nervio de no saber que decir a la cajera, quien al atenderme me dijo no sé que tanto en alemán pero al final con una sonrisa me dio mi cambio ¡Caramba, que le costaba! Entonces me decidí a comprar algo ya preparado y me acerqué a un pequeño negocio donde se veían ricos bocadillos listos para comer; haciéndome entender de manera rudimentaria y por dos euros compré un panecillo con un trozo de carne adentro, para mí no es otra cosa que una torta de carne empanizada pero aquí seguramente tiene otro nombre ya que los ingredientes son también diferentes. Todo me supo bueno, mejor dicho, la carne y el pan porque verdura no tenía, aunque el pan, para mí gusto, estaba un poco seco, yo lo hubiera calentado en la plancha después de untarle mayonesa o mantequilla, así ese bocadillo me hubiera sabido a gloria.
Cuando regresaba a casa venía con la desagradable sensación de que me faltaba algo de postre, pues, acostumbrado a comer algo dulce al final de cada comida desde que abrí los ojos, no hay comida, por buena que este, que me haga digestión si no la acompaño de un chocolatito, galletita o algún pan dulce al terminar. Por eso, cuando vi una panadería decidí que esta no sería la excepción y a señas le hice entender a la señora que la atendía, mientras le hablaba en un inglés que ella no comprendía, que me diera una dona glaseada la cual resultó llamarse Munn en alemán y que además era tan rica como las donas mexicanas. Con eso, a pesar de la flojera que tenía, se arreglo mí tarde.
Por la noche cuando parecía que el día había terminado fue cuando vino lo mejor, los demás compañeros de piso de mi novia comenzaron a llegar y a mí me tocó irlos conociendo. Fue entonces que conocí a todos los que viven en el mismo piso del edificio ya que como el fin de semana pasado había sido feriado la mayoría de ellos había aprovechado para ir a sus casas o con sus familiares. Unos a Dresden, otros a Bayern y a otros lugares de Alemania que son difíciles de pronunciar, incluso uno de ellos se fue el fin de semana a Holanda para asistir a un concierto. La primera en venir fue una muchacha que es de Baviera y quien después de presentarse me dijo que había traído unos champiñones silvestres que ella misma había recogido en el bosque cerca de su casa, en donde para encontrarlos primero hay que dar con un árbol alrededor del cual éstos crecen y que los tenía que cocinar hoy o de otra manera ya no servirían. Claro, todo esto paso con el poco inglés que ella sabe y con la mucha atención que yo le puse, pues, además, también su alemán es muy diferente al que hablan los demás, al grado que a veces ni los mismos alemanes le entienden ya que la pronunciación y hasta la gramática es distinta. Después, mientras yo recogía un poco el cuarto, miré como ella iba y venía por la cocina preparando la cena. Poco después me llamó porque ya había terminado y teníamos que comer los cuatro que estábamos entonces en casa. Me senté y me sirvieron una especie de albóndiga gigante, pero hecha de pan rayado y prensado, bañada con una rica salsa que no sé de que sea pero que le daba un sabor a caldo de pollo. De compañía se podían servir champiñones preparados y bañados en salsa de ellos mismos ya que otros fueron hechos puré y aderezados con especies. Fue tan bueno el platillo bávaro que repetí. Me dijeron que el platillo se llama Knödelpilzel, al cual, con mi incipiente alemán, traduciría como “Albóndiga con hongos” ¡Vaya descubrimiento! Poco después vinieron otros amigos y ya por la noche se organizó una pequeña reunión en el comedorcito (porque aquí todo es chiquito) donde había un ingeniero en electromecánica, un trabajador social y guitarrista, una cantante de rock (que canta en el grupo del guitarrista), una asistente social, un publicista y un mecánico de motores de barco, entre otros. Todos pusieron algo de su parte y al final ya sabía quienes tenían una banda de rock, que el publicista había estado en el Perú, que el mecánico de barcos había andado por todo el atlántico, visitando Argentina, las Guyanas, Venezuela, México y los Estados Unidos en el barco en que trabaja y hasta sabe pedir en español: ¡Una cerveza, por favor! Todos mostraron mucho interés por México y la primera pregunta que me hicieron fue acerca del chupacabras. Les conté, con un poco de emoción y de suspenso de por medio, que nadie sabe en verdad de que se trata pero que a lo largo de Latinoamérica, a veces aquí, a veces allá, en los ranchos amanecen los animales muertos, con la característica que no tienen ni una gota de sangre en sus cuerpos. Borregos, chivas y vacas por igual. Según sé-les dije- algunos científicos han tratado de encontrar alguna explicación a este fenómeno pero no han pasado de decir que es imposible sacar la sangre a un animal de esa manera, por lo que las investigaciones sólo han dejado más preguntas. Luego me preguntaron más cosas: qué sí la Revolución, qué sí Zapata, qué sí Benito Juárez y los franceses, qué sí el Sub-Comandante Marcos, qué sí Oaxaca. Después de sortear esa avalancha de interrogantes y tomar un buen respiro les intenté regresar la receta preguntándoles algo respecto a su país e inicié con preguntarles acerca de Humbolt pero fue tan escueta su respuesta que creo que yo sé más que ellos, así que mejor decidí no continuar interrogándolos y cabíamos de tema. Como en toda buena charla hablamos un poco de música y después le continuamos alternando los “Prost” y los “Salud” mientras todo mundo se iba despidiendo, al final sólo yo y otro seguimos la platica hasta las 2:30 de la mañana, fue entonces cuando el dijo que se tenía que ir porque al siguiente día tenía que trabajar. Nos despedimos y yo me fui con un buen sabor de boca: los alemanes estaban resultando buena onda, saben escuchar y opinan inteligentemente y lo mejor: ninguno hace escándalos. Un convivió así se debe repetir.

miércoles, diciembre 13, 2006

La Ruta de los Sueños VI

Una ciudad vestida de novia

Después de dejar la calle de dedicada a Von Steube, atravesamos un pequeño parque que se encuentra por debajo del nivel de la calle, en el cual está un pequeño monumento en homenaje a todos aquellos que murieron peleando contra el fascismo, entre los cuales había gente de los diferentes partidos y grupos sociales, ya sean demócratas, comunistas, masones o tantos otros grupos que fueron perseguidos por las huestes nazis y en honor a esos caídos, ahora muchas calles de Magdeburg llevan sus nombres. Después de pasar ese parque nos encontramos frente lo que aquí se le conoce como Gewäschshaus que viene a ser el jardín botánico de la ciudad, una instalación de aproximadamente mil quinientos metros cuadrados en el cual se encuentran una gran cantidad de plantas tropicales (que aquí son una curiosidad) y dos estanques con peces y plantas de agua. En el hay plantas de Australia, Sudamérica, Asia y África, pero la colección más grande es la de plantas venidas de México, si, de Mexiko como se escribe aquí, con todo y una área especial de plantas del desierto, por lo que tuve la idea de que cuando me ponga nostálgico y extrañe mi tierra puedo ir y tranquilizarme entre los muchos magueyes, sávilas y agaves que ahí tienen; también miré chollas, cardenches y muchos otros cactus para mi desconocidos. Sin duda ahí hay muchas más plantas de México que de cualquier otro lugar y antes de salir y ver un par de caimanes que trajeron de Brasil, comprendí porque las plantas mexicanas sobresalen en ese lugar. Según la historia que explica una pizarrón colgado en una de sus paredes, el fundador fue un hombre que anduvo recolectando las plantas durante la primera mitad del siglo XIX en México y después la colección siguió creciendo al traer más ejemplares de diferentes lugares hasta convertirse, aún en nuestros días, en uno de los sitios de interés más importantes de Magdeburg.
Después de que salimos del jardín botánico comenzamos a regresar al edificio donde estoy alojado, visitando a la mujer de mis sueños. Durante el trayecto, ella me preguntó acerca de cual era mi opinión sobre Magdeburg. Yo me quedé callado unos minutos, repasando todo lo que había mirado hasta ese momento y de entre las calles embellecidas, jardines arreglados y gente tranquila comencé a hacerme una idea de la ciudad. Tenía que analizar todo: los tonos otoñales de los árboles, los edificios de trasfondo con cuatro pisos y bonitos colores. En sí, la ciudad me parecía que estaba vestida de gala pero con un aire de tristeza por toda ella. Poco a poco vino a mi mente una imagen que a cada momento que va pasando conmigo viviendo en esta ciudad me da la impresión de que Magdeburg es una mujer vestida de novia, muy arreglada y con mucha seriedad pero que ahora luce triste porque después de mucho tiempo aún está esperando al prometido y éste parece no llegar, pero no sé, a lo mejor ya llegó, a lo mejor ese soy yo.
Cuando ya regresábamos al apartamento, atravesamos por el centro entre muchos edificios modernos, pero fríos con largos ventanales y gruesas paredes de concreto, nada que apreciar desde fuera, sólo se veían planchas gigantes salir del suelo, entonces fue que me enteré que todos estos edificios fueron levantados después de 1952, cuando comenzó la reconstrucción de la ciudad pues antes se podía ver de lado a lado. Durante los últimos días de la II guerra mundial, en los bombardeos hechos por los aliados, fueron destruidos el 80% de los edificios del centro de Magdeburg, la mayoría de los bellos edificios renacentistas que constituían el centro tuvieron que ser demolidos por los daños que tenían o bien ya no existían, sobre ese lugar se levantaron modernos centros comerciales pero por muchos años hubo amargura por la ciudad perdida. La amargura se siente todavía, sobre todo cuando la gente que vive en Magdeburg dice que esta es una ciudad muy fea, comenzando por su centro.
Yo me quedo pensando en lo que dicen de esta ciudad y me cuesta creer que opinen así. Con un río corriendo por media ciudad, con mucha historia por sus calles y organización en general, me parece difícil creer que sea tachada de fea, yo pienso que la tierra no puede ser fea ni bonita en ningún lugar, pienso que los que podemos no ser feos somos nosotros, quienes hemos hecho de la tierra el lugar que es.

miércoles, diciembre 06, 2006

La Ruta de los Sueños V

La Catedral de St. Catherine & Mauricious

Después de salir de la Zitadelle nos dirigimos al Dom zu Magdeburg, que es el nombre alemán con el que se le conoce a la catedral de la ciudad; lo primero que hago es buscar asiento para poder apreciar por unos minutos tan grande edificación, no caben tan fácilmente en mis ojos tantos ladrillos apilados y unidos por la fe; mientras la veo, un poco incrédulo de que pueda existir algo así en una ciudad que me dijeron era pequeña, sobre todo porque no alcanzo a imaginar que me espera ver en otras ciudades, me voy enterando que esta fue la primer iglesia gótica que se construyó en Alemania y data de entre los siglos XI y XIV, cuando Magdeburg estaba entre las principales ciudades de Alemania, incluso antes había sido la sede del rey Otto I, rey de Alemania, por lo que se puede decir que fue su capital. Es la iglesia más alta de la ex Alemania oriental con casi cien metros de altura y en toda Alemania sólo hay dos iglesias más grandes que esta. Por fuera se puede apreciar su sobrio estilo gótico, con muchas figuras de monstruos en los bordes del techo, según me han explicado estos demonios están ahí recibiendo como castigo eterno el tener que echar afuera el agua de la lluvia cuando escurre por los techos. Tiene dos altas torres que alojan los campanarios, uno de los cuales está siendo reparado. Después de apreciar sentado desde una banca en la plaza nos dispusimos a entrar en ella. Adentro, el aire de sobriedad es aún más intenso y se acentúa por los grandes pilares que sostienen un techo que queda muchos metros arriba de nosotros, creando un espacio que ahoga los sonidos. Sin embargo, a pesar de lo silencioso del ambiente la iglesia estaba llena de gente, hemos ido en día feriado y no se puede caminar, afuera me había percatado de la presencia de muchos autobuses que han traído gente de visita y al entrar lo he podido constatar, por ello decidimos regresar otro día, cuando se pueda apreciar con más calma y libertad.


Atrás de la iglesia está un pasadizo con escalones. Ahí está un arco y una barda muy gruesa, de cuando la ciudad estuvo amurallada. Entonces afuera de los muros sólo vivía la gente pobre y aquellos que olían mal, es decir, las personas que se dedicaban a la pesca y a trabajar el cuero, además, esta gente debía de vivir del lado oeste, porque los vientos por lo general soplan desde el este, de esa manera los olores no llegaban a la ciudad. Después de atravesar un bonito jardín subimos una escalinata y nos encontramos sobre una vieja parte de la muralla que ahora funciona como paseo pedestre y desde ahí vimos el río Elba, para mí fue apenas la segunda vez que lo veía, la primera vez fue desde el auto en que llegué. Desde ahí se podía ver también la parte trasera del Dom y una entrada con un gran arco por donde un día pasó Martín Lutero, quien vivió ahí durante la época de reforma de la Iglesia, cuando hubo una larga guerra tras la cual la catedral de Magdeburg paso de ser católica a protestante.
Poco después paseamos por la von Steuben Straβe, que es una calle que esta en uno de los barrios más bellos de Magdeburg, donde hay casas preciosas, aparte de elegantes, grandes y con lindos jardines entre ellas una en la que vivió Paul von Hindenburg, quien fuera presidente de Alemania antes de la llegada de los nazis. La calle lleva el nombre de un general prusiano que es héroe en los Estados Unidos, a donde llevó la disciplina militar de su país y organizó las tropas de George Washington convirtiéndose en gran amigo suyo. Al final de la calle encontramos su estatua, de aspecto fuerte y con la ropa de la época, me recordó un poco la figura de Napoleón, aunque claro, él, por ser prusiano, más bien pudo haber sido su enemigo.

martes, diciembre 05, 2006

La Ruta de los Sueños IV

Die Grüne Zitadelle Von Magdeburg

Poco después continuamos y después de atravesar por entre los fríos edificios modernos del centro nos toparnos con una calle por donde corre el tranvía de la ciudad y frente a la cual se encuentra la cosa más encantadora que había visto en mucho tiempo, se trata de un edificio color rosa, con muchos detalles en azulejo, pero lo más sobresaliente de ella, además de una alta torre blanca y circular, es la irregularidad de la construcción. El edificio se llama La Ciudadela Verde de Magdeburg, habiendo sido idea del artista plástico austriaco Friedensreich Hundertwasser desde finales de los noventas, hombre de interesantísima vida pero que


desafortunadamente murió en el año 2000, sin embargo, la construcción se construyó siguiendo sus diseños y fue inaugurada apenas en 2005. No hay nada en ese edificio que sea recto, todo está hecho de forma caprichosa, parece como sí fuese un árbol que ha crecido hasta convertirse en centro comercial, que es lo que es en realidad, un centro comercial con un hotel arriba y hasta apartamentos. Esta pintado en rosa con marcos azul morado por fuera y forrado con extraordinarias figuras y columnas forradas de azulejo. Algunas ventanas son de arcos por lo que a mí se me figura que está junto al mar y por los azulejos, en algún lugar de Turquía. Hay un detalle entre todos que es para mí el más sobresaliente, me refiero al piso que esta hecho con muchos azulejos, mosaicos y losetas de todos los colores colocados de forma irregular, pero no sólo por el orden, sino porque además suben y bajan haciendo que el piso nunca este parejo, lo que crea la sensación de que se camina en el campo o cualquier otro lugar entre la naturaleza, nunca dentro de un edificio.

lunes, diciembre 04, 2006

La Ruta de los Sueños III

M a g d e b u r g




Unos calidos brazos me esperan en Frankfurt y ahí también unos tibios labios me dan la bienvenida. No creo que pudiese estar en mejores manos, me dejo llevar y soy conducido por media Alemania, atravesando un bello paisaje que no cambia en todo el camino; para mí lo que veo es como una postal permanente compuesta de bosques verdes, algunos intensos, otros otoñales, colinas y campos atravesados por ríos. El norte lo perdí, no sé a donde queda pero no importa, a donde vayan mis ojos se ve la belleza hecha realidad. Los reencuentros siempre son amables, este es amablemente perfecto. Así pasan cinco horas recorriendo una autopista que varia entre dos y tres carriles hasta llegar a Magdeburg; ya ha caído la noche y a primera vista, esa pequeña ciudad de la que me habían hablado, luce preciosa y tranquila; con edificios de respetable tamaño pero sin pasar de los cinco pisos en su mayoría. Atravesamos calles de adoquín, todas repletas de pequeños carros estacionados a los lados y grandes árboles perfumando el ambiente, sumergidas en una dulce oscuridad que no espantaría ni al niño más mal creado. Recorremos unas cuantas de esas calles y por fin llegamos. Ese es apenas el comienzo de una larga noche. Pronto empiezo a conocer nueva gente; nuevas caras y nuevos nombres llegan a mi vida de una forma apenas concebible, como jamás me lo hubiese imaginado. Ahora ya es demasiado tarde para pretender preparar algo, la realidad si puede rebasar a la ficción y hoy lo estoy comprobando.
El siguiente día es un día feriado en algunos Estados alemanes; se celebra una fiesta protestante y como algunos Estados son de mayoría católica no celebran estas fiestas, es por ello que no todos la festejan pero en Magdeburg que es parte del Estado Federado de Sajonia-Anhalt, de mayoría protestante, sí se celebra y por ello mucha gente tiene el día libre. Nosotros aprovechamos para salir a dar una caminata por la ciudad. Comenzar a caminar por las calles de Magdeburg es emocionante, enfrentarse a lo desconocido siempre lo es, claro, pero encontrarme en un lugar tan lleno de cosas nuevas para mí lo hace infinitamente interesante. Comienzo notando que las banquetas están hechas con pequeños adoquines granosos, alineados de formas distintas que hacen que uno nunca se canse de verlos y, además, tienen bonitos colores pero nunca dejan de ser tonos sobrios, que pueden variar entre blanco, gris, café o negro. El vecindario desde el cual iniciamos nuestra caminata es Stadtfeld Ost y en él casi todas las construcciones consisten en edificios de cuatro pisos, que lucen bien arreglados y pintados la mayoría y sólo de vez en cuando se ven algunos viejos y maltratados. Dicen que porque en la era de la Alemania Comunista, de la que Magdeburg fue parte, muchos dueños se fueron al oeste y no regresaron o porque cuando lo hicieron se encontraron con que sus propiedades tenían nuevos dueños, por ello algunos aún se encuentran en problemas legales y otros no tienen propietario.

Después, de entre las calles, ha surgido un pequeño parque cubierto de hojas que los árboles han tirado por el otoño y tras él se encuentra la central de autobuses donde se pueden tomar autobuses para ir a cualquier lugar de Alemania y aún a otros países, siendo los más comunes los que van a Polonia o a Rusia ya que de allá vienen muchas personas a trabajar. Me sorprende ver que la estación sea sólo un módulo donde se venden los boletos y que los asientos estén a la intemperie, sobre todo en una ciudad en donde ahora sé que hace mucho frío.













Seguimos caminando y pronto nos encontramos en el centro de la ciudad y ahí, de tajo, se pasa de bellos edificios habitacionales a mordernos edificios comerciales, casi todos más altos, de entre seis y ocho pisos. Modernos pero fríos, pues no tiene jardines ni nada que los haga amables a la vista; eso si, denotan una limpieza a prueba de todo. Después de atravesar una pequeña plaza nos encontramos con una fuente muy pintoresca, llena de figuras de demonios y mujeres desnudas saltando o colgando de ella así como de parejas entre lazadas por todo alrededor, sugiriendo juegos o relaciones carnales, parece un gran caldero, sobre todo por las altas temperaturas que ahí están representadas. Subo por una pequeña escalera para poder ver el interior y descubro unas palabras hechas con graffiti, las leo y pregunto con voz alta a mi compañera: ¿Qué es Fotze? Ella se sonroja y me dice a señas que me callé y disimuladamente hace referencia a la gente que ahí se encuentra, bajo para saber a que se debe aquella reacción y ya que estoy a su lado me dice muy quedito: ¡Fotze es una sucia forma de llamarle a la vagina…! ¡Ay, cabrón-pienso entonces- y yo gritándolo frente a todos!