domingo, junio 11, 2006

México



México 3 - Irán 1

Que gratificante fue ver el partido de México contra Irán. Especialmente cuando yo pensaba desde hace varios días que exactamente así sería el resultado, por tres a uno a favor de México, simplemente me hizo sentir como un especialista en fútbol. Hasta me atrevo a decir que el próximo contra Angola será 2-0. Dios me oiga. Después salí a la calle y pase por Tijuana; tuve que sacarle la vuelta a la glorieta del Cuauhtémoc debido a que ahí se arremolinaba la gente queriendo celebrar el triunfo de su selección. Miré tantas banderas de México como si fuese 16 de Septiembre, el día de la independencia. Creo que hasta más. Sobre todo porque ahora la gente sí las llevaba con ánimo de celebrar, de gritar que son mexicanos, de sentir que existen. Vaya que si ví gente entusiasmada, había ahí algunos que iban montados sobre los capacetes de los carros sin importarles el peligro de caer, otros tantos ya estaban trepados sobre la estatua gritando a los cuatro vientos ¡Viva México! Y otras cosas dignas de la ocasión. También ví a muchos que aprovechaban para exponer sus preferencias electorales ante la cercanía de las elecciones, pero de esto no quiero hablar, no deberían de robar cámara al festejo futbolero.
Al ver tanta celebración a mí también me dieron ganas de correr y comprar una camiseta de la selección, de verme en verde por las calles de Tijuana para que todo el mundo vea que soy mexicano y que estoy orgulloso de serlo. Sin embargo, luego pensé: bueno, si soy mexicano y soy feliz de serlo pero no creo que nadie por la calle crea que soy alemán o chino, por lo tanto no creo que necesite demostrar lo que soy y también reflexioné y me pregunté por qué me sentía orgulloso de ser mexicano, ¿acaso no me sentiría igual si fuese portugués o uruguayo? ¿En que momento elegí ser mexicano? Yo no lo recuerdo. Entonces recordé a mi amigo, el Doctor Ortiz Monasterio quien, de una manera muy peculiar, una vez me comentó que no entendía como la gente podía sentirse tan feliz y celebrar o sentirse tan triste y hasta llorar cuando una selección de fútbol ganaba o perdía; decía él que para empezar a veces ganaban o perdían por mero azar y luego, para acabarla, esos once que jugaban por lo general no tenían nada que ver con las vidas de los que gozaban o sufrían con los partidos, es más, decía Ortiz Monasterio ¡Ni siquiera saben que existen!
Así las cosas me quedé reflexionando un momento y luego me pregunté: ¿Valdrá la pena comprar la playera de la selección?¿acaso no tengo cosas más importantes en que gastar mi dinero? Cosas que si tengan que ver con mi vida, por ejemplo. Al final decidí que cuando tenga dinero de sobra la compraré, por si algún día voy al extranjero y necesito que la gente sepa que soy mexicano, así si allá hago algo equivocado puedo alegar: ¡Yo no soy de aquí, yo no sabía, yo soy mexicano!
Pero por lo pronto, yo disfruto del mundial y cantó los goles de México, porque es emocionante tener bandera. Sobre todo cuando se tiene una bandera tan bonita, de un país tan bonito, donde todo tiene un significado, donde hay tanta magia.

¡Viva México!

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