jueves, agosto 31, 2006

Anochecer rítmico



Lo viví el pasado sábado en pleno boulevard Benito Juárez, sí, en el centro de Rosarito, a donde llegué atraído por la noticia de que ahí se llevaría a cabo un gran acontecimiento y yo, por supuesto, no me lo quería perder. Todo se antojaba para pasarla bien, el clima, la gente, ¡vaya, hasta el lugar! En plena calle cerrada, con autos pasando a nuestras espaldas y un pequeño templete, que más parecía improvisado que profesional pero eso a nadie le importó, lo importante era estar ahí, ser parte de aquel acontecimiento. Y no era para menos, se había traído desde Cuba a la mismísima banda de Compay Segundo, esa que nos deleitó hace unos años con ese disco sensacional titulado ‘‘Buena Vista Social Club’’, obligado para todo mundo, puedo asegurar que después de oírlo no habrá a quien no le guste la música cubana.
Todavía no se metía el sol y ya había quien pedía seguir hasta el amanecer. Así estaba el ambiente: caliente y lleno de entusiasmo. Mientras desfilaban mojitos en todas direcciones la gente se iba acercando al lugar, esperando que apareciera la orquesta, se decía que ahí estarían los hijos del legendario músico, además, como cereza en el pastel, se acompañarían de Tata Guines, otro legendario en la música cubana.
Yo nunca he tenido la suerte de ir a Cuba, sin embargo, a lo largo de mi vida he tenido muchos pequeños encuentros fugaces con pedazos de la isla; tengo amigos que fueron y regresaron contándome lo vivido, cuando era adolescente conocí a una cubana que residía en Rosarito, jamás olvidaré su avispada cintura y mucho menos su coqueta sonrisa; después, en Estados Unidos, conocí a toda una familia de isleños, gente muy abierta y a la vez muy bien vivída, que opinan acerca de cualquier cosa con gran facilidad. Su nivel cultural sale a relucir casi por cualquier razón. Lo mejor de ellos es su franqueza y calidez. Las fiestas en su casa siempre son amenas, con ron y arroz congree, si hay carne es lo de menos, el ambiente vale por todo.

Con todos esos reflejos de Cuba en mi mente era imposible que no quisiera más, por eso estaba ahí, esperando otra pequeña dosis de lo deseado. Y afortunadamente así fue, en punto de las ocho de la noche aparecieron en el escenario lo integrantes de la prometida orquesta. Después de la presentación y el elogio al pueblo que les abría los brazos, comenzó la música; desde que abrieron con la cumbia de la Negra Tomasa hasta que cerraron con la más clásica de las canciones de cuba: Guajira Guantanamera ahí todo fue felicidad. Todo mundo se dedicó a saborear las canciones. Entre los mexicanos, se podía ver a muchos cubanos que bailaban y disfrutaban de la fiesta. Quienes tienen la suerte de ser buenos bailadores provocaron la envidia entre los que, con dos pies izquierdos, nos dedicamos a admirar sus movimientos y a sentir la pasión que inspira esta música. A mí en lo particular me levantan sospechas los gestos que hacen todos lo que saben bailarla, me parece que disfrutan el sentirse admirados, el sentir el deseo de bailar que generan sus cadenciosos pasos; tal vez sea parte del baile, a lo mejor y así va el paso e incluye éste una cara de satisfacción. O a lo mejor, el sentirse plenos en sintonía de la música se los provoca. Yo cómo lo voy a saber, si les digo que nací con ambos pies izquierdos.

Después, cuando el concierto terminó, tuve la dicha de ver cientos de caras contentas, a veces es difícil de ver algo así, pero gracias a Dios hay músicos cubanos que lo pueden provocar. El concierto se ha acabado y yo, aún necesitado de saborear la vida acudo a mis discos, busco entre ellos Buena Vista Social Club y no lo encuentro, seguramente lo presté y no sé a quien, me quedo triste y me empieza a envolver la melancolía. Ya lo tengo, la solución sí está a la mano, Pablo Milanes y su disco Vengo Naciendo me hace recordar cosas bonitas y a veces hasta llorar, por fortuna Cuba es más que fiesta.

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