lunes, octubre 08, 2007

La Ruta de los Sueños XXXVII

Entre amigos y changuitos
Poco a poco me estoy haciendo experto en el tema de los idiomas y dialectos ―aunque no hablo ninguno más que el español y todo imperfecto― de ello me ido dando cuenta poco a poco, sobre todo en ocasiones en que convivo con personas que han tenido roce con otras lenguas y culturas; tal como pasó con esos buenos amigos con que hemos ido a cenar a un restaurante argentino, en una noche fría, pero de agradables momentos, como cuando probamos un filete de cordero acompañado de unos frijoles tan grandes que sólo cuatro granos cupieron en mi plato, mientras hablábamos de nuestros quehaceres, planes y proyectos. La plática fue tan extensa, que terminamos hablando acerca de las bebidas de los indios y hasta de cómo algunos animales fermentaban sus comidas a modo de obtener algún placer en esa sustancia divina, el alcohol, aunque claro, ellos lo consumen con más medida que nosotros, ya que según me contaron, los elefantes logran fermentar un poco en sus trompas y algunos cerdos lo hacen con su comida y yo recordé lo que me decía mi abuelo cuando íbamos al rancho a ver sus vacas, que “se atacaban de agua” según sus palabras y luego se echaban al sol el resto del día para fermentar con ella la cebada que habían tragado toda la mañana. También les conté de cómo matar una víbora de cascabel en el desierto, indicando detalladamente a mis oyentes que le deben de cortar una cuarta atrás de la cabeza para evitar morir envenenados y, a propósito del desierto, a mí me contaron la mejor manera de encontrar agua en el Sahara. La forma es muy sencilla, según mi amigo, sólo hay que seguir a los monos que ahí viven y ellos lo llevaran a uno hasta el oasis cercano. Lo que si no es fácil es hacer que los monos nos quieran llevar pues estos animales pueden pasar mucho tiempo sin tomar agua; el truco consiste primero en buscar un chango, después hacer algo para llamar su atención, pero antes se debe hacer un hoyo y luego poner en él un palito en que uno previamente se había orinado, luego debe uno esperar a que el changuito, curioso como lo son todos los changos, vaya a meter la mano en el hoyo y al tocar el palito quede prisionero, pues según esto, los changos al tocar la orina de otro tienen un reflejo que les impide soltar eso donde la tocaron. Entonces, cuando todo esto haya pasado, se le debe ofrecer sal al changuito (claro, sino se trae sal no funciona el truco) y cuando al chango se la coma y le de sed hay que liberarlo del palo del cual es prisionero y seguirlo hasta la fuente de agua y asunto arreglado. Fue tanta nuestra risa, que justo en este momento aún me estoy riendo recordando toda esta historia y como le puse atención pensando que tal vez hasta a mi, que vivo cerca del desierto en Baja California, me podría servir, sólo que al final me percaté que yo tengo un problema aún mayor al no traer agua: ¡En mi tierra no hay changos!

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