lunes, octubre 08, 2007

La ruta de los Sueños XXXVI

El Blue Note es de ladrillo
Poco a poco noto que en Magdeburg algo esta cambiando: las calles lucen llenas de hojas y los árboles están ya casi completamente desnudos. Esta temporada por la cual estamos transitando poco a poco se aleja más de ser un simple otoño y se convierte ya en el invierno. Hemos tenido muchos días lluviosos, aunque no han sido constantes, un rato llueve y otro sale el sol.
Ayer, después de hacer vorglühen (calentar motores(?)) con un trago del kräuterlikor “Jagd” y otro de “Jägermeister”, nos fuimos, a pesar del frío, la lluvia y el viento, a un pequeño concierto a la vuelta de la cuadra, en un pequeño lugar llamado Blue Note. Ese es un pequeño barecito en el cual nos refugiamos del naciente invierno. Ahí la música sonaba bien, una mezcla de Folk y de Blues que nos contagió poco a poco hasta que de pronto terminó, luego aparecieró en el escenario una pareja venida de Inglaterra, ellos traían una música que si bien ejecutaron a la perfección no fue algo espectacular. Yo me distraje un poco mirando las paredes de ladrillo que envuelven el lugar, que por estar en Alemania se puede decir es rústico ya que acá he descubierto que al trabajar ese material lo hacen con gran perfección, con líneas rectas que parecieran imposibles y los remates de los muros y fachadas que con el construyen se desviven en desdobles y formando figuras geométricas que impresionan a cualquiera que les ponga un poco de atención o al que, como yo, alguna vez haya intentado pegar una hilada de esos ladrillos rojos con la ayuda de un hilo, un nivel y el cemento fresco aguardando la cuchara. No puede evitar viajar a otros tiempos en que ayudaba a mi abuelo a remojar uno tras de otro, miles de ladrillos, para que él los pegara y que poco a poco construyeron la casa en que muchos años vivió mi abuela. Me sentí de nuevo en aquellas tardes que no acababan, esperando ansioso el momento en que mi abuelo me indicara: ¡A lavar las palas! Eso recordé mientras mis oídos se posaban en las notas de una guitarra y una mandolina que eran acariciadas cerca de mí querían captar toda mi atención, pero sin ganarle a mis recuerdos. De cualquier manera la música fue buena, la música en vivo siempre lo es.

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