viernes, agosto 24, 2007

La Ruta de los Sueños XXXV

Un viaje dentro de otro

De vuelta en Magdeburg. Regresar de vacaciones dentro de unas vacaciones es algo que tiene consecuencias y no es fácil de asimilar. Esto lo descubrí hace poco, cuando amanecí con un sobre del gobierno mexicano entre mis manos, era una carta que había recibido un poco tarde puesto que entonces ya me encontraba concentrado en un campamento listo para recibir un largo entrenamiento. En el sobre encuentro un oficio en el cual me explican algo que a estas alturas ya estoy viviendo: el gobierno de mi país ha decidido mandar dos cohetes al espacio: uno oficial y otro de la iniciativa privada y por azares del destino yo me encuentro entre el grupo de personas de entre las cuales se conformará la tripulación. Aunque no sé si al final seré elegido y tampoco en cual de los dos cohetes viajaré, ya me han dado un par de botas amarillas, muy grandes pero livianas, de suela blanca y con el diseño como el de un panal de abejas. En los primeros días me vi envuelto en una situación de infidelidad con una de las futuras astronautas que casi me cuesta perder el lugar que me ofrecieron, pero después analizar mi comportamiento en los videos que se están grabando durante el entrenamiento, sólo me han llamado la atención, me han dicho que no hubo en mi actuar nada de peligro, que esto es normal en el ser humano. De cualquier manera esta experiencia dejó secuelas en mí, por lo menos durante algún tiempo, pues el otro día desperté bañado en sudor; poco antes estaba atravesando un río, era un río difícil de cruzar pero yo estaba envalentonado y lo crucé sin preocuparme por el peligro de la corriente y cuando llegué al otro lado descubrí que esa zona estaba habitada por grandes animales de la prehistoria. Me pareció peligroso y como con el cansancio la euforia había bajado, intenté escapar regresando de nuevo al otro lado pero no encontraba por donde hasta que descubrí un viejo puente de metal por donde me pensaba deslizar, estaba oxidado y era difícil de escalar y cuando por fin encontré un cable por el cual treparme, un pequeño animal me descubrió, era como una cacatúa del tamaño de un perro Rottweiler; tenía unas manos pequeñas, sin plumas y unas patas largas, como las de corre caminos, saltó sobre mí y de una mordida me arrancó un pedazo de carne. Yo estaba sorprendido de ver que existiese un animal así y que me atacará, sentí la sangre caliente empapando mi cuerpo pero no sentía dolor, creí poder quitármelo de encima pero entonces empezó a hacer un ruido muy raro y luego comprendí que llamaba a otras criaturas como el, creí que estaba en un sueño y traté de encontrar una solución fantástica para escapar de aquella situación pero no encontré ninguna, fue entonces que desperté y supe que eso no fue un sueño sino una pesadilla. Después de seis semanas de adiestramiento continuo, de exámenes de sangre y ejercicios cardiovasculares, el comandante de la misión mandó llamarnos a todos los aspirantes y pasó frente a nosotros con una gran canasta, nos dijo que esa sería la canasta de la despensa durante el viaje, que no nos diría a quienes había elegido, pero nos dijo que durante el entrenamiento habían monitoreado cuales eran los alimentos preferidos de cada uno de nosotros y que ahora iría llenando la canasta con los alimentos favoritos de los elegidos y que quien notase que su comida predilecta no estaba en la canasta se podía ir a casa. Entre la tensión que se generó entre todos, he descubierto como el capitán mete mi barra de pan favorita en su canasta. Esa es la comida que más me gusta, ahora estoy seguro, porque me lo puedo comer con queso y también le puedo untar mermelada, ¡ohhh, que delicioso el pan de barra! Al abordar la nave me ha informado que el seguro para el caso de accidente lo puso a nombre de mi madre, así que me siento muy tranquilo por ello, además, es una buena lana. Mientras camino con mi abultado pero ligero equipo lunar, escucho que se anuncia por la radio y la televisión que seré el primer abogado que será enviado a una misión espacial, lo cual me ha llenado de emoción y ha hecho sentirme el máximo aventurero de la historia. Antes de subir a la nave no pude más, aquello era demasiado bueno como para creerlo y estallé en carcajadas. Cuando desperté también me estaba riendo y no supe si la risa también había sido parte del sueño o si se inició cuando desperté. Yo prefiero pensar que fue una carcajada transdimensional, venida de los sueños a la realidad a embriagar mi día, desde el comienzo, de felicidad.

Un viaje dentro de otro (comentario final)

Cuando comencé a escribir esta memoria basada en mi primer viaje a Alemania, lo titulé como “La Ruta de los Sueños” por lo que este viaje representaba para mi vida en ese momento en que ponía todas mis esperanzas en el futuro y en el amor; sin embargo, poco a poco he descubierto que algo mágico hay en ese nombre, pues, entre muchas de las cosas que he vivido en relación a ese primer viaje, han ocurrido otras que no podría calificar de otra forma, sino como sueños hechos realidad. Son sueños que no pertenecen a este mundo, son experiencias de una realidad mágica, porque no todas ellas las he vivido en realidad, pero las he sentido que es, a fin de cuentas, lo importante. A veces, el ser humano puede vivir cosas extraordinarias sin sentirlas, otras veces siente cosas extraordinarias sin vivirlas y en otras tantas, como a mí me pasa, ambas se mezclan para crear nuestra propia realidad, porque es tan real lo que recuerdo como fueron reales mis carcajadas. En esta vida parece que todo es posible.

viernes, agosto 17, 2007

Unas cuantas palabras más...















La lectura de Cien Años de Soledad fue la experiencia que más he disfrutado desde que una vez, cuando decidí hacer cosas buenas en la vida, leí el Quijote de la Mancha. Esta novela fue más allá de mis expectativas, pues resultó ser una obra completa; uno de esos libros que, al llegar a la última página, se tiene la sensación de que ya no se necesita leer nada más, salvo el comenzar a leerlos de nuevo y saber todo sobre ellos.

El leitmotiv se va cargando en cada página con la riqueza de una prosa que no permite reposo y que, si no fuese por las cuatrocientas setenta y un páginas que abarca la novela en esta impresión, se leerían sin descanso de principio a fin. Tiene un argumento que nos mantiene a la expectativa hasta el final, aunque podría parecer sencillo en nuestros tiempos, fue completamente revolucionario para la literatura de mediados del siglo pasado, cuando se público por primera vez, dejando un legado a la humanidad pero sobre todo a Latinoamérica; es una historia atiborrada de ideas maravillosas que nos hacen sentir la realidad de la manera más idónea: mostrándola como irreal, como fantástica, que al leerla nos muestra que todo es posible, haciéndonos entender que la vida es exactamente como cada uno la quiera ver y que irá cambiando conforme se avanza en la novela y en el tiempo.


Es fascinante la forma como el lector se enamora de los personajes y luego, cuando cree vivir en sus zapatos, estos son quitados del camino, arrebatados por la muerte o el olvido. Se siente la realidad de ese lugar llamado Macondo, por momentos se vive en él, con su humedad y su viento con tierra, con sus calamidades, fiestas y tragedias.

A unas cuantas páginas del final la luz sobre el destino de los Buendía se empieza a asomar, no obstante, la escritura de la novela es una obra de arte que de ninguna manera permite perder el entusiasmo de querer llegar hasta la palabra fin, que dicho sea de paso, no esta escrita en ninguna parte.



A mí maestra: Muchas Gracias Martha, te lo agradeceré toda la vida



sábado, agosto 11, 2007

Se heredan sueños

Soy el hijo de un soñador, heredé de él todos sus sueños, sueños que sueño despierto y de los cuales nunca puedo despertar. Como mi padre no cumplió todos sus sueños, ni yo creo que vaya a cumplir los míos, algún día heredaré a mis hijos algunos cuantos, junto con algunos que fueron de mi padre y que yo no alcanzaré a cumplir. Eso lo haré para morir contento, sabiendo que por sueños, en esta dinastía no paramos.

El señor Licenciado

Me lo topé en la calle un día, ya hace tiempo, tan decente y bien trajeado, como siempre. Me miró pero no puso mucha atención en mí, solo me dijo buenas tardes y me paso por un lado. Le gente lo seguía o le daba el paso; es que, ese señor, es alguien importante y de dinero, por eso lo llaman: “¡Señor Licenciado!”. No recuerdo su apellido o no quiero recordarlo, porque su nombre es conocido, siempre aparece en todos lados.

Cuando lo vi detuve mi marcha y me quedé mirando lo cerca que de mi estaba y lo lejos que, en otro aspecto, nos encontramos; y pensar que hubo un día que casi emparentamos, me cogí a su hija o, para no herir al feminismo, ambos cometimos carnal pecado. Esa noche creo fue larga y calurosa, no es que la haya olvidado, pero de cosas de mujeres es mejor no andar hablando. Hoy, cuando lo miré, inevitablemente lo recordé y me quede pensando: que si el me conociera creería que no soy nadie y mi futuro se mira complicado, pero un par sabemos que por poco terminamos en el mismo cuadro.

Sería un cuadro grandote, colgado en la pared, con ambas familias a los lados, pero eso no va a pasar y mucho más faltaría, pues, ese señor famoso, fue mi suegro sólo por un día.


La Ruta de los Sueños XXXIV

De Paseo por Praga
La ciudad del cuento
Si no lo hubiese vívido no lo creyera, me dije al amanecer, cuando de mi bolsillo saqué algunas coronas checas, boletos y mapas de la ciudad. Todo estaba cargado de los recuerdos de lo que había hecho el día anterior. La noche no había sido tan buena como yo quisiera, antes de irme a dormir pasé por la barra del hotel, para ver que podía encontrar pero estaba vacía, me tomé una cerveza y me fui a dormir. Desperté con la clara idea de aprovechar el día al máximo, así que pronto recogí mis pertenencias y me preparé para salir a caminar en mi último día en Praga.

Caminé hacia la estación Vitavská y tomé un metro que me llevó a Vyŝerhad, que se encuentra a las afueras del área turística, me interesaba mirar esa parte, para tener una idea de lo que es la Praga de los praguenses, la ciudad real de todos los días. Al salir de la estación me encontré en un área llena de desarrollos industriales y edificios departamentales. Al perder la esperanza de encontrar algo mejor, regresé caminando por la que me pareció una avenida principal.



















A los pocos minutos me encontraba en una zona de grandes edificios que alojan compañías transnacionales. Elegí una calle por donde corría el tranvía y bajé hacia el río. Si hay una palabra para describir esa mañana sin duda la palabra es contemplar, porque fue todo lo que hice mientras subía el sol: contemplé historia, arquitectura, belleza, elegancia, en pocas palabras, todo lo que un buen cuento debe tener.


























































































Después de apreciar sus iglesias y parques, su castillo y sus paisajes sobre el río, yo denominaría a Praga como la ciudad del cuento en vida, pues si aquí la llaman la joya de Europa para mí es como un cuento y el final feliz es haber estado en ella.

Entré a un pequeño restaurante y comí un platillo típico centroeuropeo, el goulash, que consiste en cortes redondos de carne de res, bañados en una rica salsa roja de especies, acompañadas de una papa rayada frita.

Deliciosa en general, sin ser la última maravilla.

Después de la comida, seguí caminando por el centro hasta llegar a la antigua zona judía de la ciudad, donde vivió de pequeño Franz Kafka. Encontré sinagogas y antiguos edificios judíos, pero no pude entrar a ellos, para entrar a ver se debían pagar más de doscientas coronas, lo que considere un atraco y no era mi plan caer en él, así que me retiré un poco decepcionado.









































Caminé y caminé, buscando ver esa ciudad desde la mayor cantidad de ángulos posibles, sabía que esa era una visita de doctor para una capital tan antigua y llena de historia, pero aún así, quería sacarle el mayor provecho. En mi caminata me salí de nuevo del casco antiguo y descubrí que esa ciudad además de tener muchas cosas que decir también carga con pobreza y necesidad, misma que muchos de sus habitantes tratan de olvidar bebiendo cerveza y sino les es posible, por lo menos hacerla más llevadera. Por las calles de los barrios, desde poco antes que caiga el sol, pueden verse muchos hombres intoxicados por el alcohol, recargándose en las paredes para no perder el paso, mientras caminan balbuceando frases que seguramente ni ellos mismos entienden. Eso se les ve en sus miradas insostenibles, perdidas. Poco después, cuando ya caía la tarde, descubrí algo que me había llegado como un mito pero que nunca había podido comprobar. En una pequeña calle estaba mal estacionado un auto cuyo nombre llamó mi atención: un Pajero. No recuerdo si supe que existían en un chiste o en alguna anécdota, pero ahí estaba, con ese precioso nombre, como queriendo masturbar alguna mente hispana o latinoamericana.




Después regresé a las calles llenas de turistas y me dejé arrastrar por la corriente de asombrados y sonrientes. Al llegar a una esquina donde ese aparente eterno peregrinar se desviaba, yo seguí sin parar metiéndome en la zona céntrica de la ciudad, pero no la turística, sino la que está un poco más allá, la otra, donde se ven a los trabajadores que han salido de sus trabajos y van hacia sus casas; donde los negocios ya no ofrecen recuerdos o souvenirs sino comida o café y que prometen atender a prisa; donde la gente ya no va mirando los edificios ni buscando paisajes. Ahí la gente va de paso, apuradas para llegar a su casa a descansar después de una jornada de trabajo. Las calles, que parecen que comprendieran esto, se van haciendo más oscuras y cada vez menos transitadas. Caminé algunas cuadras tratando de encontrar algún indicio que me dijera donde se encuentra el Museo Nacional. Al no encontrar ninguna seña, caminé hasta donde la ciudad se volvió común y corriente. Las calles estaban desiertas en esa parte de la ciudad, sumergidas en silencio y oscuridad. El cielo se encontraba nublado, volviéndolo todo más tenebroso. El silencio era pesado, se podía sentir en el roce de la ropa. Entre miedo y precaución regresé sobre mis pasos hasta la estación que encontré más cercana, ahí averiguaría como llegar al Museo que quería ver.












Estaba en la estación Florenc, entre mucha gente que caminaba despistada o apurada, pagué 14 coronas y bajé las escaleras para tomar un metro que me llevara al Národny Muzeum.


Me metí entre la gente y por un momento me sentí checo; después de unos minutos salí de los vagones, subí las escaleras y salí en el centro de un jardín al cual rodeaba una calle muy transitada. Al voltear, a mis espaldas encontré el bellísimo edificio del Museo Nacional de la República Checa.

El edificio es un impresionante edificio situado en una importante calle de Praha, como, no sé si ya lo dije antes, llaman los checos a su capital. Es un edificio de tres pisos, rematado con tres torres con cúpulas, cada piso tiene una larga y elegante fila de ventanas. La cúpula del centro es la más alta y es la que le da personalidad al edificio. La caminata de la entrada está además rematada con unas bellas columnas que sostienen un recibidor muy alto, con estampa clásica y con dos ángeles que lo resguardan.

Justo al frente, al otro lado de la calle, rematando el paseo que baja entre numerosos edificios con comercios de todo tipo, se encuentra la figura de Svaty Vaclave o San Wenceslao, que es un heróe nacional y según la leyenda, dicen que se encuentra descansando en el monte Blaník, de donde saldrá con su ejercito a defender la nación cuando ésta se encuentre en peligro. Hay una bella frase escrita a sus pies que dice “Pravda Vítěsí” (La Verdad Vence, sin duda inspiradora). Esa plaza se conoce por su nombre y la calle por la que después caminé es la Mustek, donde hay muchos edificios modernos y gente elegante por todos lados. Ahí se encuentran también casi todas las tiendas de marcas conocidas y de entre todas, la que tengo presente es la Skoda, que es la marca de autos de la república checa.

Poco después, atraído por los deliciosos olores, me acerqué a un puesto de comida, ahí disfruté de un delicioso hot dog checo, que tiene una salchicha más larga que el pan que lo sostiene y tan sabrosa, que pareciera que le estaba dando la mordida a la misma pierna del cerdo ¡mmm, carne pura! Además, en Praga, igual que en Alemania, tomar alcohol en las calles es completamente aceptado, la acompañé de una cerveza Pilsner que me supo a gloría después de recorrer media urbe en mi caminar.

Al día siguiente salí de Praga por la estación de trenes de Holesovice. En pocos minutos Praga se comienza a quedar atrás, en este momento la atravesamos pero en pocos minutos de volverá tan solo un punto en el pasado. En mi mente perduraran por mucho tiempo las imágenes de las cosas que vi y de las calles por las que caminé, emocionado de saberme en un lugar tan lejano y tan enigmático.

Pero de ninguna manera, jamás podría pasar, que en una visita a Praga dejase de lado el tema quizás más importante de todos, el de la cerveza, que en estas latitudes es de vida o muerte.

Al respecto debo decir, como si fuese un conocedor, que de todas las cervezas que en Praga he probado, la Budweiser Budwar es lo mejor, que no quede duda.



Mientras el tren avanza suavemente, siempre al lado del río y con antiguas iglesias o pintorescas casitas trepadas sobre escarpadas montañas, la lluvia golpetea las ventanas y poco a poco se va oscureciendo. En Deĉîn pasamos el puesto de revisión aduanal. Soy el primero del vagón, me piden mi pasaporte y checos y alemanes lo revisan. Luego ambos lo sellan, ya estoy de nuevo en Alemania y otra vez respiro.

Al caer la noche me encontraba en Dresden, donde perdí el tren por no entender el alemán de los altavoces indicando que cambiaron el anden de salida, afortunadamente me cambiaron el boleto para irme en el siguiente; mientras espero camino por la estación, ahí hay cosas que llaman mi atención.

Este año no habrá regalo el 15 de Julio

Pero habrá un monumento dedicado a ti, madre querida. Lo he hecho con mis manos, tallando la madera y pintando sobre ella algo que me recuerda a tí, porque eres Cáncer, pues naciste en estas fechas y para acabar de una vez la historia, te diré que lo puse en un parque para que todo el mundo lo vea y ni aún así me pareció suficiente, por eso te lo pongo aquí, para que lo veas:



La historia de cómo ocurrió todo es fácil de contar, así te lo haré saber a la primera oportunidad, por lo pronto, aquí te dejo la prueba de lo que digo, para que sepas, que aún de lejos, estoy contigo.
¡¡¡ F E L I Z   C U M P L E A Ñ O S !!!

Los diseños aquí mostrados fueron tallados en madera y pintados con colores acrílicos y de aceite; trabajos realizados por un grupo de jovenes en el parque de la ciudad de Magdeburg, junto al puente peatonal de la cascada, el día del Big Jump, en memoria de la playa de la ciudad; trabajo liderado por Jeannette Pamperin y sus amigos del Bundjugend, Magdeburg. Entre ellos también vale mencionar a Nadine, Tom, Christian, Alex (Alemania), Lola (España) y yo, representando a México, entre todos hicimos el trabajo pero él del Cangrejo, ése lo hice para tí Mamá.

Ganten y compañía


Bajo el título de Vida, Naturaleza y Ciencia, todo lo que hay que saber y con la guía de tres destacados científicos alemanes: Detlev Ganten a la cabeza, acompañado de Thomas Deichmann y Thilo Spahl, hace poco emprendí el que ha sido, probablemente desde que salí de la secundaria, el mayor viaje hacia el conocimiento que he realizado en mi vida.

A través de las páginas de un libro de seiscientas dos páginas tuve la oportunidad de hacer un recorrido por los elementales campos de la ciencia, desde el origen de la vida hasta el desarrollo del ser humano y su inteligencia, pasando por lo que es el universo y todas sus incógnitas, entre ellas las de este planeta llamado tierra que habitamos. Las teorías de la evolución, que abarcan todos los ámbitos, desde el universo hasta el animal, iluminando amplios campos del saber científico y permitiendo al hombre comprender un poco más la vida, me hicieron cuestionar su validez, pues, a pesar de todo lo que esas teorías dicen y que han sido dichas por las más importantes mentes que ha tenido la humanidad, no puedo evitar preguntarme: ¿Y cuál es el animal que en este momento evoluciona aprendiendo a volar y que será el colibrí del futuro? Entiendo que la evolución es difícil de creer y de explicar porque no se puede ver, pero aún así, me queda la siguiente interrogante: ¿Cómo puede ser cierto lo que dicen de la evolución si en la naturaleza todo parece perfecto y más que en evolución todo parece estar en decadencia?

A través de un viaje a lejanas galaxias en colisión, pasé cerca de agujeros negros y por las nebulosas que tienen los colores más irreales, hechos de luz y el polvo de las estrellas. Entendí lo que es la curvatura del tiempo y me lamento no poder explicarlo como ellos, pues en las palabras de esos hombres pareciera que, esas maravillas del universo, que nunca podremos ver ni tocar y apenas comenzamos a entender, las hubiese inventado el ser humano. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, me trajeron de regreso y me introduje al microscópico mundo de las células para apreciar su funcionamiento y saber lo que las ayuda o las destruye. Para saber de qué estamos hechos. Dentro del estudio del cuerpo humano escuché simpáticas teorías acerca del porque del desarrollo del busto femenino; me sorprendió saber que tenemos el mejor promedio de posibilidades dentro del reino animal, pues aunque muchos animales nos superen en alguna actividad en particular, no hay alguno que pueda caminar, correr, nadar o brincar como nosotros podemos hacerlo.

También repasé los nombres de los inolvidables y entre Aristóteles, Copérnico, Galilei, Kepler, Newton, Darwin, Einstein, por decir algunos, encontré, como cualquiera puede notar a la primera, que muchos de ellos son alemanes y que su número se elevará potencialmente al hacer la lista más larga, lo cual, para nuestros autores no sólo no pasó desapercibido, sino que lo destacan en cada frase o oportunidad que se les presenta, llegando a ser (para mi gusto) demasiado enfáticos en ello, casi pangermánicos. Hubo más detalles que me sorprendieron, como el que surge de la lectura de la página 382, en donde comentan que en 1944 un experimento aportó la prueba de que en el ADN se encontraba el material hereditario, pero olvidan explicar quien y como se descubrió, lo cual me parece una omisión lamentable, en el entendimiento de que pudo ser resultado de alguno de los experimentos que los médicos nazis realizaron con sus victimas. Siendo maliciosos podríamos pensar que lo hicieron por también ser alemanes.

En fin, no hay nada perfecto sino perfeccionable, por eso la obra a que me refiero me pareció, más que valiosa, invaluable, en donde teorías, leyes y principios han fluido hacia mi entender de manera armoniosa y fácil; dejándome completamente asombrado de cómo, increíblemente, todo se puede ordenar naturalmente.

Al final, después de analizar el panorama actual, donde los más avanzados científicos buscan encontrar una teoría unificadora en la que confluyan todas las demás y haber leído los pronósticos que prevén los autores para el futuro, yo he querido regresar el inicio del libro, donde leí unas bellas líneas escritas por Angelus Silesius y que para mí resumen la idea que tenemos de la vida y el universo:


No sé quién soy.
No sé de dónde vengo.
No sé adónde voy.
Me sorprende ser tan feliz.

Así las cosas, no nos queda más que seguir buscando la respuesta, pero sin dejar de sorprendernos.