Lecciones en Urania
Aunque al abrir no reconozco el lugar donde estoy rápidamente recuerdo que he amanecido una vez más bajo el cielo de Europa y que tengo obligaciones que cumplir. Deberé de ir a mi primer clase de alemán el día de hoy; de hecho, sólo falta una par de horas para ello pues a las 9:27 debo de estar tomando el straβebahn de la linea 1, este me llevará a la Nicolaiplatz que es una plaza que, según me dicen, esta como a 20 minutos y me dan algunas señas para reconocerla. Sigo las instrucciones que me han dado y camino unas cuantas cuadras para llegar a la estación del tren ligero, el straβebahn; nunca había caminado esas calles así que todo el tiempo voy alerta. En la estación hay mucha gente esperando por el transporte que los llevará a sus trabajos, todos lucen apurados y como me voy dando cuenta, aquí nadie plática, todos esperan en silencio su transporte. La mayoría es gente adulta, podría decirse vieja. Pienso que seguro soy la novedad pues ahí todos son blancos y según me comentó uno de mis “roommates” aquí en cada barrio de la ciudad todos se conocen y que cuando alguien de un barrio va a otro los demás se dan cuenta que no es de ahí por el simple hecho de usar palabras diferentes a las comunes en esa zona, ya sea en la forma de saludar o al pedir algo de tomar si es dentro de algún bar. Por eso ahora siento que todos me miran y que cada vez que salgo a caminar cerca de la casa me imagino que todo mundo sabe mi nombre y que soy mexicano.
Aunque al abrir no reconozco el lugar donde estoy rápidamente recuerdo que he amanecido una vez más bajo el cielo de Europa y que tengo obligaciones que cumplir. Deberé de ir a mi primer clase de alemán el día de hoy; de hecho, sólo falta una par de horas para ello pues a las 9:27 debo de estar tomando el straβebahn de la linea 1, este me llevará a la Nicolaiplatz que es una plaza que, según me dicen, esta como a 20 minutos y me dan algunas señas para reconocerla. Sigo las instrucciones que me han dado y camino unas cuantas cuadras para llegar a la estación del tren ligero, el straβebahn; nunca había caminado esas calles así que todo el tiempo voy alerta. En la estación hay mucha gente esperando por el transporte que los llevará a sus trabajos, todos lucen apurados y como me voy dando cuenta, aquí nadie plática, todos esperan en silencio su transporte. La mayoría es gente adulta, podría decirse vieja. Pienso que seguro soy la novedad pues ahí todos son blancos y según me comentó uno de mis “roommates” aquí en cada barrio de la ciudad todos se conocen y que cuando alguien de un barrio va a otro los demás se dan cuenta que no es de ahí por el simple hecho de usar palabras diferentes a las comunes en esa zona, ya sea en la forma de saludar o al pedir algo de tomar si es dentro de algún bar. Por eso ahora siento que todos me miran y que cada vez que salgo a caminar cerca de la casa me imagino que todo mundo sabe mi nombre y que soy mexicano.

Ya en el tren ligero voy viendo los edificios y a la gente caminando por las calles, llevando grandes abrigos. Yo siento que si hace frío pero que no es para tanto, sin embargo, la gente de aquí va bien abrigada, como si estuviera nevando. Luego de casi veinte minutos de recorrido veo que llego a mi destino; la iglesia en el centro de la plaza coincide con las señas que me dieron, tengo que bajar en la siguiente parada. El tren se detiene en el centro de la calle por la que corre, los carros que transitan por los lados se deben detener y esperar que bajen y suban los pasajeros de los vagones. Camino siguiendo las instrucciones y pronto veo la escuela, se trata del “Instituto Urania” el cual ocupa un pequeño edificio de tres pisos pintado de color gris que se encuentra justo frente a la Nicolaiplatz, donde esta la iglesia dedicada a St. Nicolai.
Al mismo tiempo que llegué la puerta se abrió y por ella salió un hombre gordito, bajito de estatura, blanco pero de pelo oscuro, con barba y medio calvo, tenía una mirada agradable, como bondadosa, coincidía con las señas que me dieron del maestro con el cual me tenía que presentar y cuando me miró me llamó por mi nombre. Lo saludé e inmediatamente subimos por una pequeña escalera que nos condujo hasta el tercer piso, donde después de acomodarnos en un mesabanco me comenzó a hablar en un ingles muy defectuoso; primero nos presentamos, me dijo que el era Georg Krauβ. ¡Herr Grauβ!-le dije- a lo que el me contestó que le podía decir sólo Georg y entonces me preguntó de donde era, ya estaba al tanto que venía de México pero quería saber de que parte; cuando le dije que yo soy de Tijuana comentó que Tijuana es una gran calle llena de música, dijo que nunca había estado ahí y yo supongo que lo escucho en alguna canción. Luego me explicó que Urania es una asociación de Alemania y Austria e incluso está en algunos otros países en donde tiene como fin el desarrollo del conocimiento.

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