M a g d e b u r g

Unos calidos brazos me esperan en Frankfurt y ahí también unos tibios labios me dan la bienvenida. No creo que pudiese estar en mejores manos, me dejo llevar y soy conducido por media Alemania, atravesando un bello paisaje que no cambia en todo el camino; para mí lo que veo es como una postal permanente compuesta de bosques verdes, algunos intensos, otros otoñales, colinas y campos atravesados por ríos. El norte lo perdí, no sé a donde queda pero no importa, a donde vayan mis ojos se ve la belleza hecha realidad. Los reencuentros siempre son amables, este es amablemente perfecto. Así pasan cinco horas recorriendo una autopista que varia entre dos y tres carriles hasta llegar a Magdeburg; ya ha caído la noche y a primera vista, esa pequeña ciudad de la que me habían hablado, luce preciosa y tranquila; con edificios de respetable tamaño pero sin pasar de los cinco pisos en su mayoría. Atravesamos calles de adoquín, todas repletas de pequeños carros estacionados a los lados y grandes árboles perfumando el ambiente, sumergidas en una dulce oscuridad que no espantaría ni al niño más mal creado. Recorremos unas cuantas de esas calles y por fin llegamos. Ese es apenas el comienzo de una larga noche. Pronto empiezo a conocer nueva gente; nuevas caras y nuevos nombres llegan a mi vida de una forma apenas concebible, como jamás me lo hubiese imaginado. Ahora ya es demasiado tarde para pretender preparar algo, la realidad si puede rebasar a la ficción y hoy lo estoy comprobando.

El siguiente día es un día feriado en algunos Estados alemanes; se celebra una fiesta protestante y como algunos Estados son de mayoría católica no celebran estas fiestas, es por ello que no todos la festejan pero en Magdeburg que es parte del Estado Federado de Sajonia-Anhalt, de mayoría protestante, sí se celebra y por ello mucha gente tiene el día libre. Nosotros aprovechamos para salir a dar una caminata por la ciudad. Comenzar a caminar por las calles de Magdeburg es emocionante, enfrentarse a lo desconocido siempre lo es, claro, pero encontrarme en un lugar tan lleno de cosas nuevas para mí lo hace infinitamente interesante.



Seguimos caminando y pronto nos encontramos en el centro de la ciudad y ahí, de tajo, se pasa de bellos edificios habitacionales a mordernos edificios comerciales, casi todos más altos, de entre seis y ocho pisos. Modernos pero fríos, pues no tiene jardines ni nada que los haga amables a la vista; eso si, denotan una limpieza a prueba de todo. Después de atravesar una pequeña plaza nos encontramos con una fuente muy pintoresca, llena de figuras de demonios y mujeres desnudas saltando o colgando de ella así como de parejas entre lazadas por todo alrededor, sugiriendo juegos o relaciones carnales, parece un gran caldero, sobre todo por las altas temperaturas que ahí están representadas. Subo por una pequeña escalera para poder ver el interior y descubro unas palabras hechas con graffiti, las leo y pregunto con voz alta a mi compañera: ¿Qué es Fotze? Ella se sonroja y me dice a señas que me callé y disimuladamente hace referencia a la gente que ahí se encuentra, bajo para saber a que se debe aquella reacción y ya que estoy a su lado me dice muy quedito: ¡Fotze es una sucia forma de llamarle a la vagina…! ¡Ay, cabrón-pienso entonces- y yo gritándolo frente a todos!

1 comentario:
Ohhh que bonito!
Publicar un comentario