lunes, abril 01, 2013

La Ruta de los Sueños XLVIII


En busca del muro
Bajo de la torre y me pierdo entre los árboles que enmarcan bellos prados de pastos, como si fueran muchos campos de golf separados por altos pinos o, más bien, como si estuviera en un conjunto de jardínes japonéses en medio del bosque. Por aquí y por allá se alcanza a ver y oír la ciudad con su bullicio pero aquí impera la paz y el verdor, atrapados en una ciudad de tres millones de habitantes. Entre los árboles se empieza a ver el domo de la siguiente atracción que quiero visitar. Me parece como si fuera un enorme Gotzilla, pero en lugar de que él se aproxime a mí, él está estático y yo soy el que me acerco; soy tan insignificante que no se piensa mover ni lo logro siquiera inmutar. Ese gigante es la plaza Sony, que es un un complejo de edificios multiusos y centro comercial que alberga cines, galerías y todo tipo de atracciones.

Me impresiona el lugar y todo lo que hiceron con él, pero no es el Berlín actual el que me interesa por el momento, sino el histórico, el que está escondido en pedazos atrás de la fachada de prosperidad; donde hay historias de hombres gallardos, de heróes y villanos; de martires y desalmados, donde la humanidad ha llegado a sus extremos. A donde sólo llegan los santos o aquellos que han entregado su alma a los excesos. 

 

En la esquina de la calle, al otro lado, me topo de pronto con un pedazo del muro. No lo esperaba ver ahí, de acuerdo a mi mapa debería de llegar hasta el “Check Point Charly” para verlo, pero no es así, aquí, en la esquina de Potsdamer Platz y Ebertstraße, me he encontrado con el primer pedazo del Muro de Berlín que he visto en mi vida.

Lo miro y le tomo fotos. Leo los graffitis que hay en él; luego leo un poco de la historia que hay aquí para los turistas y me doy cuenta de que la historia no se puede transmitir en datos históricos. Hace falta ver el lado humano y no sólo los hechos que causaron los eventos y las consecuencias que contrajo. Para poder valorar lo que pasaba en un determinado momento se debe saber como vivieron dicho evento las personas que vivían ahí; las que no sabían lo que pasaba ni porque pasaba o lo que ese momento significaría pero que siempre son las que pagan las consecuencias. Algo así fue lo que apenas días atrás me habían contado al respecto del muro y que a mí me parece fue todo un “Manual para tumbar un Muro”. La historia que oí, es algo que no sabía y que nunca hubiera imaginado. Fueron hechos reales que me emocionaron tanto como si yo mismo los hubiera vívido. Mi novia me contó lo que vivío en esos días, cuando este Muro pasó a ser una atracción turística.
- ¡Cuéntame!
- “…antes de que se diera el cambio, la gente estuvo yendo durante meses cada lunes a manifestarse afuera de las catedrales y en las plazas, presionando para tener más libertad y una mejor vida con más oportunidades. La presión fue subiendo poco a poco y hubo momentos en que en el gobierno ya no se sabía que hacer. Igual entre la gente se tenían dudas de que era lo que se buscaba, algunos querían unirse a la República Federal, que estaba en la parte occidental, pero muchos otros sólo deseaban que el país fuera un país libre donde la gente pudiese hacer y decir lo que le diese la gana. Dicen que hubo un momento en que cientos de personas fueron a la embajada de la Alemania Occidental en Rumania y se brincaron la barda para pedir asilo y como se los dieron, el gobierno de la República Federal los transportó en tren hasta Baviera, abriéndose así una posibilidad que siguieron cientos de personas no sólo en Rumania, sino que posteriormente las embajadas de Varsovia y Praga también fueron usadas para pedir asilo y cada día había más gente exigiendo se les dejase ir a occidente, al punto de que se hacían manifestaciones en la frontera tan a menudo que se volvieron permanentes y fueron tan eficaces que hubo un día que ante la presión de una de esas manifestaciones el gobierno decidió abrir por un rato la frontera y dejar ir a quien quisiera. Cientos de personas no dudaron en aprovechar la oportunidad y se marcharon en el momento, así, sin llevarse nada.

...también hubo personas que decidieron irse e hicieron cualquier cosa por salir de la república comunista, como lo hicieron muchos padres de familia quienes precisamente por tener una familia podían conseguir una visa para salir. Se suponía que era para que salieran ellos solos, pero algunos aprovechaban la oportunidad y escondían esposas e hijos entre las maletas o muebles para jamás volver”.

- Dime, cuéntamelo todo; dime que es lo que recuerdas, que es lo que viviste. No te guardes nada, quiero saber.

Yo quería saber como había sido ese día, si sabían con anterioridad en que fecha se daría la apertura del muro y me sorprendió saber que las cosas no fueron así, sino que nadie sabía nada, solo se sabía que la situación era cada vez más tensa pues la población en general ya se había volcado para lograr un cambio y el gobierno se tambaleaba.

- “...entonces, una mañana al encender la radio, el locutor hablaba confusamente, pues el tampoco sabía que decir exactamente, pero al cabo de unos minutos entendí que a lo que se refería era a que algo había pasado durante la noche y que ya se habían abierto las fronteras y ya todo mundo se podía ir si lo deseaba. Ese día yo viajé en tren de Leipzig a Magdeburg y recuerdo que la estación estaba repleta de gente, al grado que no se podía ni caminar y debí abrirme pasó a empujones para poder llegar hasta mi tren. Ahí también me debí ganar un espacio pues estaba completamente lleno. Recuerdo que cuando estaba abordo me percaté de que la gente de adentro jalaba la puerta para evitar que más personas subieran. Es que aquello estaba a reventar y ya no cabía un alma. Al regresar a casa mi hermana y yo nos fuimos a Berlín Occidental, a bailar en una disco que era lo que los de nuestra edad soñabamos poder hacer.
...mientras viajabamos a Berlín nos percatamos que no solo habían caído las fronteras, sino que además el gobierno de la República Federal les estaba dando a todos los alemanes del este un bono de cien marcos como bienvenida (Algo así como cincuenta dólares – me explica); por lo que todo mundo se volcó sobre los bancos que estuvieron abiertos repartiendo el bono de bienvenida incluso hasta en la noche. Los que deseaban ir a Alemania occidental debían sellar sus pasaportes pero nosotros no fuimos porque en ese momento había tantas personas deseando ir hacia allá que las colas de espera eran enormes, tanto así que la fila de autos desde la frontera alcanzaba los cien kilómetros de largo. Pero eso no era todo, ya que además, lo que quisieran emigrar debían de ingresar a un campo de inmigrantes en el cual se les retenía aproximadamente un mes antes de dejarlos entrar a la Alemania Federal, aunque la situación se fue normalizando rápidamente hasta que el paso se hizo libre para todos”.

Yo no viví todo aquello, más a través de ella de cierta forma lo había vivido también. La abrazo y ese sentimiento de unidad humana nos embarga por un momento; esa sensación no era nuestro amor, eso era amor universal que solo aparece cuando una causa mayor nos inspira a unirnos por igual, sin importar sexo, credo o nacionalidad.

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