miércoles, julio 19, 2006

Taller 6

En el taller del jueves anterior revisamos el último escrito de la serie que comenzó como un ejercicio de ambientación. En el he venido descubriendo cosas interesantes por lo cual se ha ido extendiendo a fin de seguir aprendiendo, de hecho, no sólo yo lo he estado haciendo esto pues incluso algunos compañeros lo han complementado de manera muy acertada. Creo que la idea del carnicero pasó a de ser un ejercicio ambientación para convertirse en un ejercicio muy completo de literatura pues ahora ya se esta haciendo una especie de novelar alrededor de la historia.
Por mi parte en el ejercicio anterior cometí algunos errores como lo es abusar de algunas palabras, especialmente “mujeres” y me metí en problemas al utilizar palabras (“desposar”, “apetecía”) que aunque son correctas se deben de cuidar pues casarían la historia a una cierta época que no estaba contemplada. Son todos estos detalles los que habrá de cuidarse para ir en la dirección adecuada; por lo pronto seguiré con el ejercicio realizado para esta semana, mismo que se llamará:

La noche de Teresita

Después de una pequeña caminata Pedro Jacobo se apresuró un poco y luego, dando un brinco, saltó por encima de la pequeña cerca que le daba forma al jardín que Teresita tenía atrás de su casa. Jacobo pensó que esta era la mejor ruta que podía seguir a fin de evitar la mirada de los vecinos y no se había equivocado; Teresita, que esperaba sentada, con las piernas cruzadas y los dedos de ambas manos entrelazados a la altura de las rodillas, jugando con los pulgares, escuchó el ruido que hizo Jacobo al saltar y se levantó un poco para ver por la ventana, menos mal que se vino por atrás-pensó. Se levantó y abrió la puerta; Jacobo, lo más caballeroso que pudo dijo: -¡Hola, Teresita! ¿Cómo va todo?
-Todo esta de maravilla, incluso tú, que llegaste tan puntual, yo creí que no vendrías…
-¡Ah, Dios! ¿Y porque pensaste eso?
-Pues como dicen que los más habladores son luego los más coyones…!
-¡No! ¿Qué paso? Veras que yo no quedo mal.
-¡Eso espero!-contesto Teresita, al tiempo que caminaba moviendo cadenciosamente la cintura bajo una falda larga y delgada color marrón que caía hasta las pantorrillas denotando su feminidad.
-Jacobo, aún recargado en la puerta la siguió con la vista, primero buscándole los ojos, después descubriendo todas sus curvas. Ella, de reojo, se percato de que era observada con detenimiento lo cual la hizo sentirse como el ambiente que ahí se había creado: tensa. A fin de romper con esto, Teresita le preguntó: ¿Ya tienes hambre? Por que la cena está lista, nomás te estaba esperando.
-Pues fíjate que traía poca, pero con esos olores ya se me alborotó.
-Te sirvo entonces, ¡Ven, pásale! ¡Agarra una silla!
Ambos se acomodaron, quedaron uno frente al otro; la mesita y el comedor ocupaban un mismo espacio de la casa, aunque era amplió, con mesas, sillas y estufa, todo quedaba un tanto estrecho. Teresita sirvió el guisado, que era una especie de estofado de res, bañado en salsa roja y con trozos de papa cocida al lado; tenía tortillas suaves y humeantes sobre la mesa y Jacobo, con la boca humedecida por el antojo, tomó los cubiertos.
-¡Oye!, pues se ve de maravilla, Linda ¿a poco a sí eres para todo?
-No sólo se ve ¡prueba anda y ahí luego dices!
-Jacobo tomó uno, dos, tres bocados, por un momento casi se le olvida que esta debía de ser una cena romántica, se contuvo y trato de conversar algo pero ya para entonces Teresita le tenía puesta encima una mirada profunda, directa hasta los ojos.
-Como hipnotizado Jacobo dejo de comer, pidió más de tomar y cuando la anfitriona se acercó a llenar el vaso, en el instante preciso, como si lo hubiese planeado y practicado cientos de veces, la sujeto por la cintura, la deslizó sobre sus piernas y la comenzó a besar. Ambos actuaron con intensidad, no volvieron a poner atención en la cena o en el lugar en que estaban. Solo actuaron por instinto.
Después de que aquel frenesí los abandono, Teresita miró a Jacobo y lo desconoció, tenía la mirada perdida y un pensamiento atravesado- ¿Qué te pasa, Jacobo?-le pregunto con voz angustiada.
-Ese que viste no era yo-le contestó.
¿Cómo que no eras tú? ¡Si aquí no hay nadie más!
¡No! No comprendes, ese que viste no era yo en realidad. Era más bien mi ADN apoderado de mí, eran tal vez mi padre y mi abuelo que aunque están muertos, aún viven en mí y quieren seguir viviendo en un hijo mío.
Al escucharlo, Teresita hizo una mueca de risa pero al ver la cara de Jacobo sintió miedo, se quedo seria, con el pensamiento repaso las palabras de Jacobo. Sintió entonces un escalofrío recorrer su cuerpo al ver la mirada fija de aquel hombre que era, en realidad, un desconocido.

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