sábado, septiembre 24, 2011

Por ella

Todo terminó como comenzó: con un poema entre tus manos.
La despedida fue insignificante.
Te fuíste caminando entre la oscuridad,
ni siquiera pude distinguir tu silueta mientras te alejabas.

Me dijiste que no, que yo era demasiado intenso;
que era demasiado para tí.
Me dijiste lo mismo y lo mismo y lo volviste a repetir.
La verdad que tu querias oír.

Me puse a llorar para dejar morir la pena
pero pasaron los días y no pude parar.

Luego recé padres nuestros y nuestros padres
pidiendo una y otra vez a Dios que la trajera,
que la regresara de nuevo
pues ella era todo lo que ocupaba para vivir.
Y me hizo entender que eso ya estaba escrito
y me dio cosas en que entretenerme
pero nunca más su amor, 
donde había vivído tres años, 
donde aprendí a darle gracias a Dios.

Y luego me dio por escribir poemas y me dí cuenta
que escribiendo por ella,
ser poeta es una maldición. 

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2 comentarios:

Eduardo Valdivia dijo...

Cuando te das cuenta de cuanto te quieres a ti mismo, el dolor deja de ser un dolor y el Sol comienza a brillar como antes lo hiciera, Honra tu sentimiento el tiempo que tu consideres necesario y dejalo salir, un abrazo amigo mio.

Juan-Jo dijo...

Muchas gracias, mi querido y fiel amigo. Es un placer seguir contando con Usted.