viernes, enero 18, 2008

La Ruta de los Sueños XLIII

Sueño educativo
Parece que es malo y tal vez lo es, por eso lo intento ver bien. Su piel es roja y salpullida. De ella salen, una tras otra sin parar, ampollas que se hinchan y revientan ¡Que apestan! Le resbala pus amarillenta que hace el piso mantecoso, se siente tan asqueroso que es mejor ni voltear.
A pesar del panorama, me dan la bienvenida y me invitan a pasar. No distingo el camino ni la puerta, la luz de ahí enceguece y el humo que pasa de prisa no deja mirar. Escucho que me dicen algo que no entiendo, me hablan bajo, entre un ruido de llamas y lamentos; de todos modos lo que veo no requiere explicación, ahí es el infierno y la gente está ahí purgando sus penas.
“Las que solitos se echan encima, las que solitos quieren pagar,
aquí nadie los obliga, a venir ni a bajar”―me dicen antes de preguntar.
Echo un vistazo y me siento ajeno al lugar; eso a mí no me puede pasar, porque eso les ocurre sólo a los demás y aunque encuentro razones para todos mis conocidos, confío en que yo me voy a salvar. El tiempo se pierde por un rato y cuando abro los ojos me sorprendo, es cerca de la media noche y aunque apenas dormí unas cuantas horas, siento que llevo tendido toda la noche. No me sorprendo, sabía que estaba soñando. Sé que no estaba soñando con eso porque haya hecho algo malo, sé que fui ahí sólo de visita y he regresado satisfecho, lo que he observado me ha tranquilizado.
Es que allá he descubierto que los demonios en realidad no son malos, aunque hagan la maldad. He mirado que solo la hacen para mantenerse entretenidos y olvidarse que viven cargados de un dolor tan terrible al que nunca se acostumbraran; por eso hacen el mal, para sentir que todos sufren por igual.
A pesar de lo sombrío, este fue un sueño educativo: ahora sé que la maldad no existe, solo la falta de razones para amar.

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