Para mí, aprender otro idioma es como entrar en otra dimensión. Es un acto mediante el cual poco a poco uno se puede sumergir en otros mundos; después de las primeras palabras comienzan a aparecer frente a nosotros pequeñas frases, mensajes y hasta graffittis que antes no significaban nada aunque estuviesen ahí frente a nosotros, diciéndonos la verdad.
El vivir invita a recordar. Esa es la razón por la cual vinieron a mi mente los días cuando comencé a aprender inglés, cuando sólo entendía los estribillos de algunas canciones y a la letra la escuchaba sólo como parte de la música. También recordé cuando, conforme iba aprendiendo esa lengua, las letras desconocidas de esas canciones se fueron convirtiendo en palabras y las palabras en frases que cada vez me decían más cosas hasta que se hicieron poesía y entonces, me dijeron cosas maravillosas que antes no podía entender.
Cuando se aprende otro idioma se aprende a ver las cosas de otro modo, se les quita a ellas eso que parece suyo, se les cambia de lugar, se les mira desde donde las vieron generaciones antiguas o desde donde las miraran en el futuro. En pocas palabras, se le abre a uno la mente y las posibilidades suelen aumentar. Eso es algo invaluable, porque hace crecer nuestra alma y nuestra inteligencia pero, sobre todo, nuestra capacidad de entendimiento, porque cuando no sé conoce algo es cuando más se le teme y de los miedos vienen la mayoría de nuestros males.
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