
Lo
tomé con desconfianza pero con una buena corazanada, la
recomendación de leerlo venía de un buen conocedor literario. No
sabía que era una bitácora de viaje autobiográfica y al poco de
iniciar, lo que parecía un gancho literario con la figura del
inombrable me hizo dejarlo abandonado por más de un mes.
Sin
embargo, la dedicatoria en manuscrita si la leí varias
veces. Cómo sería conocer a un autor en persona, alguien con una
gran seguridad en sí mismo como para escribir libros. Ésta era de
puño y letra de la autora y, la verdad, la buena caligrafía en las
mujeres es algo que me exita. No porque me quiera tirar a una fulana
que ni conozco ni jamás he visto en la vida, esa clase de
calenturiento no soy. Lo que pasa es que algo me dice que
encontraré al amor de mi vida escribiendo muy bonito. ¿Será ese un
sueño o una simple fantasia sexual? Si es que así se le puede
llamar a eso pues no he oído nunca de alguien que escriba mientras
está haciendo el amor, ni con curvas ni ganchos grandes como se
interpreta el sexo satisfactorio en grafología, eso simplemente no
se hace. De cualquier manera, después de algunas experiencias
amororas y sus respectivas decepciones, cada vez creo más que ese es
más bien un recuerdo del pasado, de otra vida quizás, de algo que
ya no volverá. En nuestros días, importa más que el tamaño de tu
laptop sea pequeño y grande él de tu celular, los tipos de letra ya
vienen incluídos, no te debes preocupar.
Finalmente
un día me encuere y me metí en la bañera con el libro en las
manos. No puede parar hasta terminar de leerlo, tres rellenadas de
agua caliente después. La inteligencia y sobre todo el valor de la
escritora me sostuvo entre sus dedos. El gancho que al principio me
había parecido trillado se desvaneció y la historia tomó forma.
Las descripciones de ese mundo mágico e imaginario me atraparon; ese
Berlín que tengo al alcance de la mano, desde donde tantas veces he
escrito subiéndome a esas mismas alfombras mágicas sobre las que la
escritora estuvo volando sin saberlo al escribir. Ahora estoy seguro
que en Berlín se pueden sintonizar esas frecuencias con superficie
de tapiz cuando se escribe.
El
relato de Frau Aridjis ha sido ligero al leer pero de profundos
mensajes; uno que caló y con el que también concuerdo es en él que
dice que nada puede realmente ocultarse o borrarse, y que cuando se
intenta, sólo se consigue oscurecerle más. Así pasa cuando uno lee
un libro: ya nunca se puede olvidar, y por más libros que leamos
después, el recuerdo de él se hará más difuso, pero nunca
desaparecerá.
Eso
pasará sin duda con „El Libro de las Nubes“. Sé que cada vez
que regresé a Berlín o piense en Marzahn me acordaré de esos
bancos de niebla y buscaré xolos que me guíen en la oscuridad. Ha sido un placer ver esa parte del mundo con los ojos de una mujer.
Gracias
Yannick, te veo en Franfurt y te llevo tu libro, no estuvo nada mal
;)
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