Después de haber visto la plaza de la ciudad antigua, me dejé llevar por el río de gente que, incesantemente, transita por las callejuelas en dirección al Moldava, el afluente que atraviesa y divide la ciudad. Caminé por las calles angostas y bellamente empedradas de esa capital y tras doblar en tres o cuatro esquinas di con el puente Carlos de Praga; imponente la torre que lo resguarda y admirables las figuras que en él descansan sobre los barandales, justo a la orilla, sobre el río.
A pesar de que había llovido al mediodía, el lugar estaba a reventar de turismo. Había tanta gente, que no se podía ver más allá de diez o quince metros sobre el puente; por ello tuve que ir avanzando lentamente, mirando las figuras de los santos, reyes y caballeros que lo resguardan, creo que esa puede ser la razón por la que este puente ha durado tanto, pues dicen que fue construido en la segunda mitad del siglo XII. Con tanta gente sobre él, hubo un momento en que pensé que para cruzar se debía de hacer fila, sin embargo, luego descubrí que la gente hacía fila para ver algo, me formé y cuando llegué al frente descubrí que era para tocar a uno de los santos que protegen el puente, al parecer San Wenceslao, santo patrono de los checos y guardián de la patria; llegué y lo toqué, sin olvidar darle las gracias por cuidar tan bien ese bello lugar. Mientras seguí con mi recorrido escuché prácticamente todos los idiomas del mundo hablarse a mí alrededor ya que había todo tipo de personas sobre el empedrado oscuro que atraviesa el Vldava, que es el nombre original del Moldava en lengua checa. Entre ellos sobresalían los españoles, a quienes vi no sólo en el puente, sino por toda la ciudad. A lo largo del puente miré pequeños espectáculos musicales, de magia y de brillantes artesanos, en los que todo mundo se entretenía y se contagiaba de sana armonía.
Praga sin duda es una ciudad romántica, sobre el puente lo comprobé; ahí pude ver a decenas de parejas disfrutar de la tarde y de las bellas vistas que ofrece la ciudad. Con tantos puentes de arcos tendidos sobre el río, con palacios y castillos, con iglesias enigmáticas y callejuelas decoradas en finos estilos, no creo que sea difícil vivir un sueño, sobre todo si en ese sueño se le incluye al amor.
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