viernes, noviembre 20, 2009

La Ruta de los Sueños XLVI

Caminando sobre el Reichstag
Frente a la puerta de Brandenburgo se encuentra la calle 17 de Junio, que es en realidad una larga avenida que corre de oriente a poniente a través del bosque Tiergarten rumbo a la Siegessäule.

Avanzando sobre esa calle, a unos cuantos metros, he encontrado un enorme monumento que fue levantado en memoria de los soldados soviéticos caídos en abril y mayo de 1945 en la batalla por Berlín. Erigido con restos de lo que fue el edificio de la cancillería ―del cual Hitler estaba orgulloso y que por lo mismo fue desmantelado hasta sus cimientos por los comunistas―, este monumento rinde memoria a los más de 80,000 soldados soviéticos caídos en los combates que se libraron de puerta en puerta para liberar esta ciudad de los últimos miembros de un régimen perdido.



Curiosamente, el monumento quedó en la zona occidental de la ciudad, específicamente en la parte controlada por los ingleses, no obstante, los aliados occidentales aprobaron su permanencia e incluso, durante los años de la guerra fría, permitieron que soldados soviéticos acantonados en Berlín oriental mantuviesen ahí una guardia de honor en memoria de los camaradas perdidos.




Tras los árboles se encuentra mi siguiente destino del día, es un edificio que resplandece entre el follaje del Tiergarten, el parque más central de Berlín. Dejo que mis pasos sigan la ruta que marca mi curiosidad y poco a poco voy descubriendo la silueta resplandeciente del edificio del Reichstag, que es donde labora el Bundestag o Parlamento alemán; sé que existe y sé que se encuentra ahí, pero ver su silueta de mármol frente a mí es difícil de creer, es muy grande, vistoso y a la vez sobrio. La estructura parece clásica, pero a la vez tiene un toque de modernismo emanado seguramente de la cúpula de cristal que corona su figura. Su estilo arquitectónico es difícil de definir, es de corte renacentista pero fuertemente influenciado por el neoclasicismo alemán, lo cual se deja ver sobre todo en la fachada de la entrada principal, que tiene gruesas columnas y puertas muy altas, de dimensiones enormes, difíciles de abarcar con la mirada; da la apariencia de haber sido creado para alojar dinosaurios o en su defecto, a muy grandes personalidades.




Decido caminar alrededor y voy apreciando, bajo banderas alemanas ondeando en lo alto y apuntando a cada uno de los puntos cardinales, fachadas adornadas con rostros germánicos y otras figuras de hombres y mujeres que representan el arte, la ciencia, la educación o la alimentación del pueblo; al costado del Reichstag se encuentra el Spree, que es el río más interesante que he visto en mi vida, serpenteando entre históricos y modernos edificios, llevando barcos llenos de turistas, es un espectáculo estar ahí.

El edificio parlamentario de la Paul-Löbe-Haus, ahí, tendido sobre el río, unido por un puente al edificio Marie-Elisabeth Lüders al otro lado del Spree, es un agasajo visual de arquitectura moderna. Regreso al Reichstag y me paro frente a la fachada de la entrada, donde con letras gigantes, se lee la frase “DEM DEUTSCHEN VOLKE”: AL PUEBLO ALEMÁN. Los remates de las columnas, los llamados capiteles, son del estilo corintio, a saberse por tener adornos en forma de hojas de acanto y volutas de ángulo. Todas las fachadas son una compleja pero uniforme combinación de elementos que dejan en claro que lo que en esta casa hay es orden. Orden es lo que se respira en los alrededores del Reichstag, tal como en la vida alemana en general.


El edificio del Reichstag se ha levantado de las ruinas y escombros en que se encontró por muchos años y se ha erigido de nuevo con orgullo, como cuando lo inauguró el Kaiser Wilheim II en una pomposa ceremonia hace ya más de cien años y alberga nuevamente desde 1999 al Parlamento. Algo que llamó mi atención es saber que Hitler nunca pronunció un discurso aquí, pues, tras el incendio de 1933 y tras la destrucción de la ciudad por los bombardeos de 1944-45, el edificio quedó en desuso durante la mayor parte del siglo, como si su destino hubiese sido siempre servir sólo al parlamento y no a algún otro régimen antidemocrático.




Subir a la cúpula es toda una experiencia y no por las revisiones de seguridad o la larga cola de espera, sino porque desde la plataforma panorámica, en la parte interior de la burbuja de cristal, se tiene una increíble vista de la ciudad e incluso se puede ver, a través del cristal de un tragaluz, a los diputados dentro del Reichstag haciendo su trabajo.
La oportunidad de estar caminando sobre el Reichstag y de subir por la rampa de esa moderna cúpula junto a visitantes y turistas de todas partes del mundo, en una estilizada estructura traída del futuro, es otra experiencia obligada en Berlín, vivencia difícilmente comparable con algo que antes haya vivido.



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