miércoles, octubre 22, 2008

La neta

Mariano estacionó su lujosa pick up negra frente al billar donde cada semana se reúnen sus amigos. Sabía que ahí los encontraría y pasó a saludarlos. Desde que se bajó se percató que ellos lo miraban y pronto salieron algunos a recibirle. Era una novedad que apareciera, pero más novedad causaba verlo prosperar. Apenas se acercó y uno de ellos le dirigió la palabra haciendo el tipo de preguntas que provoca la envidia.
― ¡Ese Marianito! ¿Cómo te va? ¿A poco esa navezota es tuya? ― lo dijo utilizando ese típico tono callejero de las ciudades del norte.
― Sí, la acabo de comprar ¿Cómo la vez?
― ¡Chilo! ¿Pero, pos cómo le haces? ¡Te desapareces un rato y vuelves como si fueras hijo de millonario, loco!!! ― y lo hizo gritando y alargando las palabras para que todos oyeran claramente.
― La neta, le vendí mi alma al diablo carnal, tú sabes: ¡Hay que ponerse las pilas! ― le dijo Mariano.
Los otros soltaron una carcajada que se fue multiplicando y robusteciéndose con las mamadas que los demás iban diciendo. ¡Ándele güey! ¡Para que se le quite lo preguntón, cabrón! ¡Eso le pasa por metiche, puto! Fueron la clase de cosas que se oyeron durante unos momentos entre sus compas aunque a quien iban dirigidas se le hizo largo el rato.

El Inocencio se le quedó mirando y se quedó serio, pero no se agüito. Agarró la onda, las cuestiones de dinero no se andan contando ni se explican, cada quien sabe en lo qué anda.